La hora de los ganadores en contiendas políticas tiende a ser cada vez más corta y genera en todo caso efectos de acomodamiento de quienes, aun habiendo sido críticos o contradictores del vencedor, buscan la forma de quedar lo mejor que puedan en el nuevo reparto del poder.
A raíz del resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, con mayor o menor entusiasmo, hipocresía o desgano, de la cofradía informal y desordenada de los gobernantes del mundo de hoy, salieron mensajes en busca de acomodar los intereses de sus respectivos países al desarrollo de un nuevo capítulo de la vida política internacional.
La reacción rusa fue lo suficientemente ambivalente. El presidente de la Federación le expresó al ganador su admiración por su comportamiento en los momentos posteriores al atentado que casi le cuesta la vida, y dijo que la idea de restaurar las relaciones con Rusia y poner fin a la crisis ucraniana merecía por lo menos su atención. A otros les dejó la expresión de la desconfianza por la forma como los Estados Unidos han sido hostiles hacia Rusia al involucrarse indirectamente en esa guerra, y de la esperanza de que se ponga fin a la ayuda americana, “con lo cual en cuestión de días caería el gobierno de Zelensky”. Su vocero negó además la información según la cual Trump habría hablado telefónicamente con Putin. ¿Alguien está mintiendo, otra vez?
El jefe del Estado ucraniano, por su parte, atrapado entre la agresión rusa y los altibajos y limitaciones del apoyo occidental, no podía hacer menos que recordar los buenos términos de la reunión que sostuvieron en septiembre en Florida y expresar su esperanza de “una era de Estados Unidos de América fuerte bajo el liderazgo decisivo del presidente Trump”. Realzó el compromiso del nuevo presidente con “la paz a través de la fuerza”, que consideró conducente a “una paz justa en Ucrania”. Nada dijo, ni podía decir, como tampoco lo dijeron los rusos, sobre la ya famosa promesa de campaña de dar por terminado el conflicto en 24 horas.
Viktor Orbán, señalado por Trump en su debate con Kamala Harris como notable líder mundial, para risa o furia de sus colegas europeos, no vaciló en llamar la elección de su amigo “una victoria muy necesaria para el mundo”. Afirmación que pone de cuerpo entero el talante y los alcances precarios de quien ha erosionado las instituciones democráticas de su propio país.
Keir Starmer, de orientación política muy distante de la del nuevo presidente, no podía menos que reiterar el lema de la “amistad especial” entre británicos y norteamericanos, y de manera parca ofreció trabajar conjuntamente en los próximos años. Su canciller, David Lammy, que en 2018 había dicho que Trump era un tirano, misógino, simpatizante neonazi y sociópata, dijo ahora que esas son “noticias viejas”, y expresó su interés en encontrar convergencias con el gobierno que inicia en enero.
Emmanuel Macron, que tuvo buena relación con Trump en el primer mandato de cada quién, dijo estar preparado para trabajar otra vez juntos, pero no desperdició la ocasión para recordar que se había comprometido con otros líderes europeos, entre ellos el alemán Olaf Sholz, a “trabajar hacia una Europa más unida, más fuerte y más soberana en este nuevo contexto”, lo cual lleva su mensaje de autonomía, pero eso sí, por si acaso, “cooperando con los Estados Unidos de América y defendiendo nuestros intereses y nuestros valores”.
En todas partes se esperaba la reacción del secretario general de la OTAN, cuyo futuro depende del tono de la nueva administración norteamericana. Mark Rutte dijo que “el liderazgo de Trump será clave otra vez para mantener fuerte la Alianza” y que “espera volver a trabajar con él para promover la paz a través de la fuerza con la OTAN”. Apoyo que tendrá si los europeos cumplen con la idea de comprometer efectivamente más del 2% de su PIB a sus presupuestos de defensa, que es todo lo que un empresario – presidente exige para entenderse con sus aliados. Úrsula Von der Leyen, jefe de la Unión Europea, completó el mensaje cuando dijo que “Estamos unidos por una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos. Así que trabajemos juntos en una agenda transatlántica sólida que siga dando resultados para ellos”.
Los chinos, que han sido objeto de críticas y amenazas por parte de Trump, dijeron a través de su presidente Xi Jinping, que se atienen a los principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación gana – gana, al tiempo que pidieron que se encuentre una “manera correcta de llevarse bien”, respetarse y coexistir pacíficamente. Mensaje abierto y claro para comenzar un nuevo capítulo de la relación más difícil para ambas partes en medio de los amagues de “segunda guerra fría” que muchos desearían evitar y otros aspiran a promover.
En Oriente Medio, los que en Michigan reprocharon el apoyo de Biden a Israel verán ahora cómo la nueva administración sí que obrará todavía con mayor decisión en favor de los intereses del Estado judío. Por supuesto el primer ministro israelí se regocijó del triunfo republicano y le dijo a Trump que “su histórico regreso a la Casa Blanca ofrece un nuevo comienzo para Estados Unidos y un poderoso nuevo compromiso con la gran alianza entre Israel y Estados Unidos”, y tuvo oportunidad de discutir desde ahora sobre la forma de “trabajar juntos por la seguridad de Israel” y afrontar “la amenaza iraní”.
Basem Naim, vocero sobreviviente de Hamas, consideró que la elección de presidente es “un asunto privado para los estadounidenses”, y que “los palestinos esperan un cese inmediato de la agresión contra nuestro pueblo” y “el establecimiento de su estado independiente y soberano con Jerusalén como su capital”. Creación de un Estado palestino que constituye un reto enorme para los Estados Unidos, que han apoyado esa idea, aunque por ahora se encuentre eclipsada por la confrontación armada. En sentido similar se expresó el jefe de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, cuyo poder parecería languidecer en medio del conflicto.
Los iraníes, a través de Fatemeh Mohajerani, portavoz del gobierno, estimaron que “La elección del presidente de Estados Unidos no es relevante para nosotros”, y que los asuntos de política en este caso “son fijas y no cambian con el cambio de individuos”. Irán negó rotundamente que hubiese tenido lugar un encuentro entre su representante permanente ante Naciones Unidas y el millonario Elon Musk. ¿Otra vez, alguien está mintiendo?
Por lo demás, de todos los rincones surgieron mensajes con la concebida felicitación y el deseo de cooperación, aún en casos de abismal asimetría entre el respectivo Estado y los Estados Unidos en materia de poder político económico o militar. El argentino, campeón del capitalismo ultranza en el hemisferio sur, fue hasta el palacio de Mar a Lago y salió en la fotografía con el jefe del capitalismo del hemisferio norte. La mexicana afirmó con serenidad que el resultado electoral en los Estados Unidos no es motivo de preocupación. Y el indonesio apareció lleno de emoción en publicitada conversación telefónica con Trump, y le ofreció ir de inmediato a saludarlo, luego de verse con Biden, días después de haberse encontrado personalmente con Xi, para demostrar que, lo mismo que en los pequeños escenarios de todas las disputas por el poder, hay equilibristas capaces de decirle a cada quién lo que desea escuchar.
Ahí está la imagen de partida de una carrera con competidores desiguales, que no se sabe qué rumbo irá a tomar. Con el interrogante abierto de si “América” logrará con Trump ser “grande otra vez”, porque la vez pasada no lo consiguió.