Mirándose frente el espejo, el narrador de esta historia hace el inventario de las cicatrices que marcan su cuerpo, con una sola idea en mente: ellas hacen parte del “alfabeto secreto que narra la historia de quien eres”.
Versátil a la hora de construir historias de ficción, en esta ocasión Paul Auster se aventuró a “desdoblarse” de su cuerpo para narrar su vida en segunda persona, en un viaje literario de ida y vuelta que evoca los placeres de la adolescencia, pero ante todo enfatiza en los dolores y debilidades del cuerpo cuando llega a la senectud, ahí cuando el vigor físico va cuesta abajo.
En una ocasión, F.S. Fitzgerald habló de la vida como proceso de ruptura y demolición. Apelando a vívidos recuerdos, este diario de invierno es un tour de forcé por un cuerpo que se abre paso en medio de su precariedad.
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