Aunque en la actualidad no resulte tan evidente constatarlo, lo cierto es que en la historia política de Occidente el acto del juramento siempre jugó un rol fundamental. Hoy en crisis, en parte por el carácter acomodaticio del hombre público a los partidos de turno, en parte también por la incapacidad del hombre en general a ser fiel a su palabra, la decadencia del juramento sería la expresión del declive del hombre moderno como animal-político.
En El sacramento del lenguaje, arqueología del juramento de la editorial Adriana Hidalgo -un sucinto y vigoroso ensayo que marca la continuación de Homo Sacer- el filósofo italiano Giorgio Agamben, rastreando textos del derecho y el mundo cristiano, reconstruye las modulaciones a partir de los cuales el juramento se erigió como acto lingüístico garante de verdad y de vínculo social eficaz.
En una coyuntura actual marcada por el proceso de reconciliación con las Farc, bien valdría preguntarse por las nuevas formas de vínculo y asociación política para que la paz y la justicia sean compatibles. El ordenamiento jurídico tiene sus límites. Ya lo planteó recientemente en entrevista con Yamith Amat (El Tiempo, 08/02/15) el presidente de la Corte Suprema José Leonidas Bustos: “el derecho no debe ser un obstáculo para la paz, y ninguna institución jurídica puede ser una camisa de fuerza para impedir la construcción de la paz”. En medio del disenso y las posiciones encontradas que sucita la Justicia Transicional y el Marco Jurídico para la Paz, este libro se convierte en una buena oportunidad para repensar el cariz de vínculo solemne y veraz de la palabra y las formas de asociación política por-venir.
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Una versión anterior a este texto fue publicada en El Rincón de la Academia de
El Espectador 04/08/13