Desde el fogón

Publicado el Maritornes

¿Quién es Maritornes?

Esta Maritornes que nos concierne, un poco menos contrahecha que la original, se mueve también, como la de El Quijote, en el ámbito doméstico y desde este, concretamente desde el fogón, desde la lumbre de sus quehaceres hogareños, que eligió por voluntad, observa la realidad, reflexiona sobre ella, la remasca, y siempre tiene una opinión. Maritornes nació con ganas de opinar. Su deseo de analizar los acontecimientos, y de encontrar con quién debatirlos, tuvo un largo período de hibernación. Se embarazó, perdió dos hijos, ganó tres y ganó el gran premio que se desprende de amar, y de enfocarse con denuedo en ese propósito de amor. Corrió, no obstante, y sin haberlo medido, el riesgo de perder la voz. Sus cuerdas vocales dejaron de funcionar y su hablar se convirtió en un murmullo que aún hoy trata de modular para que otros la escuchen. Podría decirse inclusive que estuvo en peligro de perder su capacidad de pensar. Empero, logró reaccionar antes de entrar en estado catatónico.

Aun así, a Maritornes no le pesa haber dejado pasar las oportunidades profesionales, ni el brillo y la posible visibilidad que podrían haber sido suyas. Ha sido una feliz habitante de la cocina, se ha movido con entrega alrededor del fogón, ha criado a sus hijos y ha velado por conservar en estado de luminiscencia el espacio sagrado del hogar.

En una vida alterna, Maritornes podría haber elegido la vida política. Le fastidia dejar que las cosas que le molestan pasen sin intervenirlas. Habría querido poder movilizar cambios apalancada en alguna de las formas democráticas, para mejorar la vida de otros, pero redujo el ámbito de su influencia al de su hogar y abriga la esperanza de que desde su fogón, desde donde trató de enseñar y de formar, y al pie del cuál procuró seguir ejerciendo su insaciable curiosidad y su avidez de conocimiento, se extiendan ondas de buena voluntad por medio de sus hijos para que ellos sean los herederos, y seguramente  ejecutores mucho más diestros, de su deseo de incidir para bien en la vida de los demás.

Es Maritornes, no Dulcinea. No aspira a ser embellecida y transformada por la delirante mirada poética de nadie. Es orgullosamente Maritornes, en lo suyo, en una serena reivindicación de que desde el fogón se puede vivir la vida, mirar la vida, cambiar la vida y gozar la vida. Maritornes es tanto como cualquier otra persona dueña del derecho de prestar atención, de expresar su modo de pensar y de disentir o estar de acuerdo. Goza de la revolucionaria libertad de pensamiento de quien no tiene ni afiliaciones, ni deudas que pagar, ni adulaciones indispensables para poder continuar con su oficio.

También podría haber sido poeta, o novelista, o seguir siendo periodista, o ser cuentista. Finalmente, es de todo un poco. En medio de una pausa en su labor, Maritornes está sentada en su cocina, en una butaca sin espaldar, y sonríe. Aunque ha vivido a gusto muchos años sin hablar, está contenta de poder comunicarse. Ella que es de todo, y que no es nada, empieza a asomarse a la puerta de su cocina y descubre, con sorpresa, que una que otra persona, se detiene a escucharla.

 

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