En la esquina del viento nos encontramos
para hacer de nuestras miradas
remolino de olvidos jugando a la lleva en el aire.
Donde se cruzan dos aires nos despedimos,
tu mano en la mía se hizo
jirón de nube
y como acostumbra hacer con nosotros
la corriente de la vida nos fue separando.
En una esquina —que es siempre la misma—
donde sin hablarse pasan la ausencia infinita y el recuerdo obstinado
se encontraron un mediodía canicular
los fantasmas de nuestros suspiros.
Se miraron un instante por fuera del tiempo antes de tomar rumbos opuestos,
antes de proseguir a amar lo posible
por la calle de su vida.