Me gusta llegar tarde
a las primaveras
encontrarlas decantadas
―estivales―
no ser la primera en la fiesta.
Prefiero los brazos
perfectos de la promesa
o el deshilvanado abrazo de la memoria.
Demasiado resplandor
bajo el cénit de la perfección
me encandila el sentimiento,
me trastorna los pasos
y me confunde la vida.
Quiero dejarme ganar
por el tiempo,
e ir a la zaga del viento
para llegar a todo tarde
y despeinada
pero enamorada.