La literatura suele explorar la frontera entre las capacidades humanas extraordinarias y los poderes sobrehumanos. Lo que marca el paso entre lo mortal y lo divino. Suele marcar el terreno de lo mágico. Canta la línea (muchas veces delgada) que separa los héroes de la fuerza destructora de su egolatría suicida y destructora. El delirio, la poesía, las artes son maneras usuales de explorarla.
Ya Labatut ya me había marcado con su monumental “Un verdor terrible”. Me traía mal acostumbrado. Las narraciones de este libro me contaron las proezas de “Prometeos” como Fritz Haber, Alexander Grothendieck, Karl Schwarzchild o Albert Einstein. También el inmenso poder de esas creaciones poderosas y los descubrimientos sublimes cuyas consecuencias se extienden hasta lo menos probable de imaginar. Ese “efecto de mariposa” es natural en el mundo moderno, tan conectado. las consecuencias incalculables ya se han comprobado como codependencias en tragedias y milagros. Esa intensa hyperconectividad me quedó faltando en este último libro.
Extrañé en “Maniac” el tono de un quiromante que descifra el poder de una magia ajena. Solamente pude ver el de un buen y detallado cronista de fuerzas sublimes. Ojo, extrañar no es sinónimo de desilusión. Sigo dándole seis estrellas (sobre cinco) al trabajo de este autor. En “Maniac” también se tejen de manera hermosa diferentes géneros de escritura: el ensayo, el cuento, la biografía y la crónica. Frente al poder y las consecuencias sublimes de quienes protagonizan estas páginas, los géneros literarios se extienden hasta crear nuevas formas para que los efectos de la hybris sean expresados. Cada relato aqui parte de realidades dolorosas e impactantes que causa la ciencia. Muchos descubrimientos se exponen aquí desde el efecto en mentes, corazones y cuerpos de quienes han protagonizado el “avance” de las tecnologías.
Atrás queda el viejo dilema de aprovechar el impulso militar para impulsar los campos de producción y la investigación. Labatut cuenta aquí cómo la mente de los líderes científicos suelen pagar buena parte del precio del desarrollo. Los científicos nos sirven de espejo para reconocer nuestra fragilidad y nuestros alcances. En estas páginas la conciencia de estar sobrepasando límites existenciales se sufre desde diferentes ángulos.
En estas páginas vemos un vértigo ante lo inconmensurable del potencial destructivo del hombre. Entonces la transformación de los vínculos entre humanos y de estos frente a la naturaleza es una problemática que hermanan los relatos. Oficios de químicos, físicos, matemáticos o programadores ocupan la misma embarcación valiente, pero a la deriva, que flota, se sacude y en ocasiones se hunde.
Robert Max Steenkist
(1982). Escritor y educador. Opiniones sin ataduras.