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Una reflexión sobre Eros y Civilización (1955) en tiempos del ocio y la salud en la pandemia

Eco y Narciso. Autor: John William Waterhouse, En es.wikipedia.org

Por: Jerónimo Carranza

Desde que largó la carrera del corona-virus, intelectuales de toda gama han formulado críticas al sistema económico global y elevan demandas al orden político que lo sostiene, y que también está en riesgo.

Confrontadas por la enfermedad respiratoria que llegará pronto a las doscientas mil muertes, las economías familiares, nacionales y bursátiles caen entre decisiones erráticas de los gobiernos, mientras que la humanidad se halla en estado de sicosis y desesperación.

El poder de los regímenes parlamentarios y presidencialistas más estables se desarticula o concentra, sin poder tomar medidas radicales o efectivas. Los mandatarios acuden al despotismo “desilustrado”, ya sea para el retorno a la anormalidad que hubo antes del 2020, o para poner en marcha la represión.

El dilema es darle fin al modelo neoliberal que abandonó al campesinado a su suerte, menospreció a los trabajadores de los servicios públicos y del Magisterio, redujo la salud a una inversión privada que escatimó en tapabocas, hospitales, médicos y enfermeros, o esperar confesados el Juicio final del Covid.

Tomando la teoría del equilibrio de John Nash aplicada a sistemas económicos, los regímenes democráticos sufren el “dilema del prisionero”, el cual enseña que la decisión unánime es indispensable para salvar a un grupo amenazado.

Expertos como el economista y antropólogo David Harvey (Política anticapitalista en tiempos de coronavirus) destacan la ruina del capitalismo en el marco de la pandemia y la incapacidad en que se encuentra para reproducirse a partir del consumo a corto plazo, de la deuda inagotable de los trabajadores y de los Estados y de su sometimiento a las corporaciones multinacionales.

La escritora Paul B. Preciado (Aprendiendo del virus) ahonda en la biopolítica que formulara Foucault en Vigilar y Castigar: El nacimiento de la prisión (1975) y demás trabajos, para ver los alcances del control puestos en acción en las epidemias, dominación efectuada a través de dispositivos que permiten el renovado sometimiento político del cuerpo.

Hoy, ese control se halla en el tratamiento “farmacopornográfico” de las tecnologías del poder inoculadas hace más de medio siglo, y cuyo modelo de vida horizontal fuese patentado por Hugh Hefner desde su Mansión Playboy de California vista en directo.

Elixir necesario para conducir el discurso reaccionario en nuevas facetas, la adicción también se alimenta de teorías conspirativas cercanas a la imaginación milenarista y su impacto altera el sueño de la ciencia, devanada en experimentos para controlar el organismo, de los más simples de la creación.

Incertidumbre racional del más eterno presente, las proyecciones del mundo infeliz que nos rodea habían sido consideradas en el siglo pasado por la Escuela de Frankfurt, durante el auge del capitalismo europeo tras la Segunda Guerra Mundial.

En 1955, el filósofo Herbert Marcuse publicó Eros y Civilización, una crítica desde la sociología a la práctica psicológica. En la obra cuestiona la eficacia del método terapéutico, en tanto que los padecimientos mentales del individuo contemporáneo provendrían de la determinación de una cultura basada en la realización libidinosa de los impulsos eróticos como forma de la libertad personal y la única emancipación posible del sujeto.

Reflejada en la cultura clásica griega, la civilización de Eros se expresa en el carácter de dos mitos disímiles, el plácido cantante Orfeo, quien tal como Dionisio celebra la fiesta, mientras el lacónico Narciso se observa en la contemplación.

Orfeo y Narciso se oponen al modelo prometeico de la fuerza y el sacrificio porque son seres del placer y la satisfacción y, en tanto sus vidas son objeto de deseos sublimados, en ellas no tienen más fin que la felicidad.

Sometida a los designios del mercado en favor del control oligopólico, la libertad se afianzaría en la esfera privada del ocio gracias al hedonismo, compartido por medio de imágenes y fantasías, de sueños que desplazarían la represión tradicional de las instituciones a una vigilancia incisiva del individuo.

Pero a diferencia de los sublimes griegos, los hijos del capitalismo tardío serán sometidos por la explotación económica y no tan sublimada de un sistema que era ruinoso pero funcional hasta hace poco.

Casi setenta años han pasado desde la publicación de Eros y Civilización, siendo criticada por Bourdieu a raíz de su falta de método científico y una carga metafísica influida por los trabajos de Bergson. Pero la tesis de Marcuse no deja de ser actual en el enfermo presente globalizado, época que se podría definir como el tránsito de la internacionalización decimonónica –era fundada en el liberalismo clásico establecido entre naciones independientes- al mundo totalitario de la segunda posguerra mundial.

En estos años de imposición del neoliberalismo, doctrina opuesta al programa socialista y a la reforma adelantada por medio del Estado para componer las incorrecciones de la economía liberal, ya concebimos la alternativa farisea establecida entre el autoritarismo del modelo bipolar de la Guerra fría.

Los que vivimos bendecidos por la democracia nos encontramos en rebaja desde el tiempo que desmantelaron los hospitales y las universidades públicas, pero como cada crisis del capitalismo engendra su resurrección, quizás provenga la era Post-Covid, aunque no quede evidencia de un cambio semejante después de que la gripa española asolara el planeta en 1918.

El mañana podrá ser el del Fénix, ave rostizada que vuela al rescate del sistema financiero global, en manos de la reserva federal norteamericana y el Fondo Monetario Internacional, los jugadores y talla de un casino que colapsó en 2008. Mientras vivimos la escasez y carestía de lo fundamental, el sistema bursátil pasó de los cuidados intensivos a los santos óleos al prescindir de lo superfluo repentinamente.

Quizás la realidad que venga será una Medusa de la que nacerán cabezas ponzoñosas en forma de autoritarismos reforzados, al estilo de Trump y Duterte en Filipinas, o nuevos modos de explotación, como el de la mensajería por internet, que ya afirma al estadounidense Jeff Bezos como el más rico del mundo, o las entregas a domicilio al estilo del “rappitenderísmo” criollo, negocio acelerado al tiempo que se expande el call center en interconectada masa.

O Prometeo, que con su hígado arrancado de cada día hará el fuego de una civilización inteligente. Revolución agraria y ambiental es la alternativa a la muerte anunciada.

Voluntad popular o necesidad obligada de los gobiernos, se harán secundarias las industrias intensivas en trabajo y recursos: Petróleo, aviación, automóviles –de alta gama en especial-, cruceros y lujos de todo alcance, maquilas para la ropa de temporada.

Las fuerzas del mercado, que están suspendidas temporalmente por la corrección automática en favor de productos necesarios, deberán someterse por la intervención del Estado para adquirirlos, distribuirlos y controlar su precio.

Los esquemas de salud y pensión también deben ser revisados por los males de la privatización del modelo de aseguramiento, política destructiva debido a las deudas que genera sobre los hogares.

Capitales puestos en finanzas engañosas que han provocado un endeudamiento irracional, deberán ser destinados a la ciencia, para desarrollar medicinas, y a la tecnología para suplir las transformaciones en el consumo de bienes.

Seguiremos adquiriendo productos para vivir conectados e informados, pero estaremos en la misma medida limitados en nuestros desplazamientos y relaciones sociales. A cambio de la realidad del mundo globalizado y cercano, se desplegará el atavismo religioso de la cuarentena en modo patriótico.

Por lo pronto, limitaciones físicas y psicológicas sobre el movimiento y la reunión nos vuelven mansos corderos concentrados en el espacio individual.

Hasta aquí llegamos: Virtualidad, imaginación, simultaneidad, diversidad en una pantalla, información y ficción, la vida cotidiana sometida al teletrabajo y al tele-ocio. No es algo nuevo, pero será radical su interiorización. Al valorar las imágenes de Orfeo y de Narciso, quedará el tiempo para hacerlas realidad

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