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Setenta años de Colombia en la Copa América

De los Argonautas del Pacífico a los Legionarios del Atlántico

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Foto: www.kostazul.com

Por: Rafael Jaramillo Racines [1]

La épica de Colombia en la Copa América se inició hace setenta años, precisamente en Chile. Fue en el año 1945 cuando el fútbol colombiano hacía su presentación en sociedad en el continente suramericano. Entonces el nuestro era un “fútbol joven”, incipiente, ingenuo. La Asociación Colombiana de Fútbol –Adefútbol– llevaba apenas nueve años de su reconocimiento ante la Federación Internacional de Fútbol Asociado –FIFA– y su carácter de entidad dedicada a desarrollar el fútbol aficionado en Colombia contrastaba con el momento deportivo de una buena proporción de organizaciones nacionales de la región sudamericana, las cuales contaban con un fútbol más competitivo, con ligas profesionales debidamente organizadas, panorama que marcaba distancias siderales entre Colombia y el sur del continente.

Así que Chile sería el primer escalón en esa gran travesía que iniciaría desde entonces el fútbol de “los Cafeteros” a lo largo de siete décadas de participaciones en un evento que se celebra desde el año 1916, lo cual lo califica como el torneo de países más antiguo del mundo del balompié.

Con matices de novela, con los rasgos propios del “carácter nacional”, poniendo de relieve las disputas y los celos de los dirigentes del fútbol en torno a la forma como debía escogerse un seleccionado nacional, esta avanzada de pioneros del fútbol se enfrentó a un viaje lleno de peripecias y obstáculos, utilizando todas las formas de transporte de la época –barco, bus y tren- durante un mes, llegando a escasos días de la inauguración del evento al puerto de Valparaíso, para luego empalmar hacia su destino final, Santiago, y jugar su primer partido, un dieciocho de enero, frente a un poderoso seleccionado brasileño, el cual no tuvo el menor problema para vencer, en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, a los “muchachos de la selección nacional de Colombia”, por un categórico tres a cero.

Eran los tiempos de Roberto “El Flaco” Meléndez, Antonio Julio de la Hoz, Roberto “Perro” Gámez, Gabriel “Vigorón” Mejía, Láncaster De León y Rafael Gabino Granados. Nombres perdidos en el túnel del tiempo, lejanos e imperceptibles para el aficionado de la Colombia del siglo XXI, del país de los Rodríguez, los Falcao Garcia, los Armero, los Pékerman y Compañía. Hoy el fútbol es otra cosa en comparación con aquellas épocas.

Siempre habrá una primera vez, dice el filósofo. Aquellos “argonautas” empezaron a abrir el camino. Empezaron a construir una épica que configuró un imaginario en las siguientes generaciones que tuvieron como referentes aquel Suramericano –en aquellos tiempos al torneo se lo denominaba así- del año 45, en Santiago de Chile. El nuestro era un fútbol aficionado, imbuido en los ideales del coubertanismo deportivo. Lo importante no es ganar sino competir.

La entidad rectora del fútbol en ese momento en Colombia, la Adefútbol, tenía su sede en Barranquilla, y como la Costa Atlántica gozaba de buenos exponentes en el plano de la competición deportiva, se optó por escoger una selección cuya base sería de jugadores oriundos de la Costa Caribe. Aunque esa decisión generó polémica a nivel nacional fue un criterio que predominó durante las siguientes participaciones de Colombia en los Suramericanos.

Colombia participó en las Copas del 47 y 49 sin mayor novedad. Serían consideradas como experiencias, como aprendizajes con saldos en lo numérico poco alentadores en los balances finales de cada competición, resultados que reflejaban las realidades de un fútbol sin personalidad, sin identidad, un fútbol imitativo, que veía hacia afuera modelos que dieran solución a sus propios vacíos y falencias futbolísticas.

Es tan solo en el Campeonato Suramericano del año 57, en la capital peruana, en donde el fútbol colombiano registra una jornada memorable hasta la fecha, cuando con un equipo conformado teniendo como base a la Selección Valle del húngaro Jorge Orth, que se consagró campeona en el campeonato nacional de ese año, logra vencer al seleccionado uruguayo por 1-0, con gol de Carlos Arango, a los 27 minutos.

No obstante, el gran salto de calidad en participaciones de Copa América lo daría Colombia hasta los años setenta. Aquella selección del “Caimán” Efraín Sánchez que en el año 75 llegó a disputar la final con el seleccionado peruano, aquel equipo de Sotil, Chumpitaz, Cubillas, Mifflín, Meléndez, Oblitas, “Cachito” Ramírez.

Los cafeteros llegaron a la final y, luego de tres juegos, declinaría el título ante los incas, no sin antes dejar la sensación de ser una de las mejores selecciones del continente. Una generación de grandes jugadores como Willington Ortiz, Ernesto Díaz, Pedro Antonio Zape, Miguel Escobar, entre otros, dejó su huella en el concierto suramericano.

Los años 80 marcan nuevamente un momento especial para el fútbol colombiano en el marco de las competiciones suramericanas. Un fútbol que llega a la mayoría de edad. Los procesos de selección arrojaban una generación de jugadores de excelente nivel y, por primera vez en su historia, el fútbol colombiano se enfrentaba de tú a tú con los grandes, generando lo que a nivel internacional se denominó como “el boom del fútbol colombiano”.

En este contexto se destaca el nombre de Francisco Maturana como el símbolo de un segmento de la historia del balompié colombiano que se conoció con el nombre de “el estilo y la identidad”. Fue la generación de Valderrama, Higuita, Leonel Álvarez, el asesinado Andrés Escobar, Freddy Rincón, hombres que con su clase y jerarquía escribieron la historia del fútbol colombiano en letras de molde.

El tercer puesto logrado en la Copa América de 1987, en Argentina, confirmaba un momento brillante de la Tricolor, destacándose su espectacular victoria (2-1) frente a la selección gaucha, con Maradona a la cabeza, recién coronada campeona del mundo en México 86.

La segunda parada de Colombia en territorio chileno, en el marco de la historia de las Copas América, se registra en 1991. Colombia logra ubicarse apenas en el cuadro de honor. Ya no era “el Benjamín” de otras épocas. Nuestro fútbol había dado pruebas de sus progresos en el ámbito internacional. Si bien pasó la primera fase a la cabeza de su grupo, por encima de Brasil, en el cuadrangular final resigna posibilidades frente a los “Auriverdes” y los argentinos, y solamente logra un empate frente al local, Chile.

Diez años después, siendo Colombia por primera vez país sedede esta copa, lograría su mejor performance en la competición suramericana, cuando se corona campeón con unos guarismos óptimos: seis partidos jugados, seis ganados, cero empatados, cero perdidos, once goles a favor y cero goles en contra. Ingresa al cuadro de campeones en el historial de la Copa América. Tan solo tres países no han tenido ese honor: Chile, Ecuador y Venezuela han quedado con las manos vacías en cuanto a títulos se refiere.

“Yo tengo claro cuáles son las selecciones favoritas para ganar la Copa América. Esta siempre ha sido una competencia difícil e igualada. Pero ahora, más que nunca, hay rivales como Colombia, que no en vano fue quinta en el Mundial. Uruguay y Chile están en gran nivel y serán los rivales más difíciles”. Lionel Messi hace una baraja de candidatos y en esta aparece Colombia. Los tiempos han cambiado y esta generación que podemos llamar como la “generación del 2005” hoy en día es respetada y temida.

Hablamos entonces de la generación de los Falcao García, los Zúñiga, los Aguilar, los Guarín, los Zapata, los Dayro Moreno, los Rodallega, los Valdés, los Valencia, jugadores que ganaron el Sudamericano Juvenil Sub-20 en su vigésima segunda edición del año 2005 y que tuvieron como destino jugar en el fútbol internacional. Es una generación que se circunscribe en las dinámicas del mercado futbolístico en la Colombia de los años 90, las cuales determinan, lentamente, el paso de un país que, tradicionalmente, era importador de jugadores de fútbol a un país que en la actualidad exporta jugadores a todos los continentes del orbe futbolístico.

Por eso recordamos en la distancia del tiempo a aquellos “argonautas” que viajaron por el Pacífico, durante más de un mes, desde fines del año 44 hasta enero del 45, para cumplir su primera cita futbolística en el ámbito suramericano. Hoy, setenta años después, hablamos de los “legionarios del Atlántico”, aquellos jugadores de hoy, que han viajado allende los mares para jugar en las ligas más importantes del continente europeo.

La Colombia de hoy, bajo el mando de José Néstor Pékerman, aspira a los sitiales de honor de esta cuadragésima cuarta edición de la Copa América de Chile 2015, la cual se desarrollará en el contexto del más grande escándalo que haya tenido el fútbol mundial en toda su historia. En medio de esta peste que se podría etiquetar como el “ébola futbolístico”, el evento del país austral se nos aparece como una especie de “oasis” en medio de las sombras de corrupción que hoy tocan la esfera futbolística; esperamos que este once de junio, cuando la pelota se ponga en movimiento en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, aquellas muchedumbres, que siempre creyeron en la magia y espectacularidad del deporte rey, encuentren un aire fresco de belleza futbolística frente al aire enrarecido del momento actual.


[1] Sociólogo, investigador e historiador de los estudios sociales del deporte [email protected]

 

 

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