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Los Panama Papers en cuatro actos. Tercera parte

Foto: https://elpais.com

Por: Jerónimo Carranza Bares

IV

Después de una lucha estudiantil renovada cada tiempo, el 31 de diciembre de 1999 se hizo realidad el sueño de la nación latinoamericana signado por la Alianza Popular Revolucionaria Americana –APRA-, programa fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre en 1924, al reconocerse la entrega del Canal Interoceánico a la República panameña.

La movilización social en contra de la existencia de la Zona interoceánica condujo a la unificación del país o el fin de la quinta frontera, tras la entrada en vigencia de los tratados Torrijos- Carter firmados en 1977 por los mandatarios de ambas naciones.

Retrayendo el relato a la construcción de un Estado panameño mantenido por los EEUU en la provisión de servicios de infraestructura, como carreteras – Transísmica y Panamericana -; acueducto, alcantarillado, hospitales y contrabando, la fractura interoceánica se volvió un “rollo”, diríase.

A raíz de los variados problemas sociales de orden local producto de la brecha territorial, las autoridades estadounidenses pactaron con la dirigencia la aplicación de políticas financieras ajustadas a las líneas del poder global que surgiría tras la convención de Breton Woods, en 1944.

Con desfase en la era del asedio moral de Joseph McCarthy y del longevo director del FBI Edgar Hoover, el Estado norte americano no tuvo a buena cuenta reprimir el nacionalismo nazi del cuatro veces presidente Arnulfo Arias Madrid, cirujano de la Universidad de Harvard y quien fuera vencedor de las elecciones presidenciales de 1968.

Arias quiso imponer en aquél gobierno una constitución xenófoba que él mismo ya había instaurado en 1941, para ser depuesto, no una sino dos y hasta tres veces: 1951, 1968, 1984.

Al ganar en la contienda del 68 el Departamento de Estado puso en su lugar a un joven oficial de formación normalista, el coronel Omar Torrijos Herrera, para implantar la “Alianza para el Progreso”.

Piloto y agente de inteligencia oriundo de la provincia de Veraguas – la única con costas en los dos océanos-,Torrijos nació en una sociedad sometida al poder terrateniente de la élite colonial, y se entusiasmó con el discurso desarrollista más que con la contrainteligencia de la Escuela de la Américas de la base militar de Gulick, próxima de la ciudad de Colón.

Torrijos puso en marcha políticas de modernización a un nivel que no se había notado desde los gobiernos de Belisario Porras (1856-1942) en los albores republicanos. La infraestructura en saneamiento y educación, reorganización electoral en corregimientos, acceso democrático a la oferta del Estado, son legados de una dictadura que nunca refrendó su popularidad allende la consulta que sentenció la devolución de la franja interoceánica al territorio de la Nación.

Pero la generosidad se camuflaba en el carisma de Torrijos, ya que desde 1970 se estableció sin disimulo el centro bancario internacional frente a las vitrinas de la zona de libre comercio de Colón, terminal donde se transan las camisetas estilo Polo, el ron  y los perfumes empacados en  “duty free”.

El comercio local dominado por extranjeros radicados en el país ha estimulado el flujo de capitales materiales y financieros, que gotean en el proceso de operación del tránsito interoceánico, que existe desde antes de que los dividendos de los peajes llegaran a las manos de la insaciable burocracia panameña.

La flexibilidad comercial sumada a la entrega paulatina del Canal, acabó por sustracción de materia con el contrabando hecho por los soldados y trabajadores de “La Zona” hacia las ciudades principales.

Superando sus expectativas locales, el tráfico ilegal de mercancías alcanzó las magnitudes internacionales de la práctica del credo del libre mercado, sofisma de la globalización desatada.

Así es como existe una telaraña de empresas constituidas en distintas jurisdicciones para comerciar con los géneros del comercio. No es extraño el sinfín de sociedades anónimas constituidas en el enclave de la globalización “Pro Mundi Beneficio”, como reza el escudo nacional coronado por el águila harpía.

El encanto del paraíso fiscal se basa en la habilidad jurídica para guardar las ganancias del capital, con mínimas condiciones para constituir los negocios de fachada.

En la era del neoliberalismo en su vena narcótica y al modo de cualquier sistema que tiene doble vía, por una parte le entra el consumo realizado en cocaína que sobrevoló al Darién con rumbo a Centroamérica en los años de 1980, operación de las Fuerzas de Defensa de Manuel Antonio Noriega, amigo y verdugo de Torrijos.

Y se refinó en el otro lado del sistema la oferta monetaria del lavado de dólares en lucro de venta de licores y perfumes hasta tráfico de armas, la especialidad del multimillonario árabe Adam Kashoggi, buen amigo de las fiestas del “cara de piña”, como sardónicamente cruel le decían a Noriega.

El periodista de la sección judicial de El Espectador, Fabio Castillo, asistente de Guillermo Cano Isaza (1925-1986), reunió en 1987 la crónica de 15 años del narcotráfico en una novela presurosa, Los Jinetes de la Cocaína, en la cual emplaza la guarida del narco en ese auto lavado donde se cruzaron las cuentas del Chase Manhattan Bank de New York con pagos a testaferros de los capos Rodríguez Orejuela, así como del Banco Cafetero con el rimbombante First National Bank, propiedad de los narcos caleños.

Por causa de la benevolencia del sistema tributario, que impone sólo a las empresas y personas que laboran, hay tantas compañías en el registro comercial como barcos con la bandera panameña alrededor del mundo, y esto no es porque haya vuelto la flota de galeones, sino para evadir los impuestos de tránsito interoceánico.

Ejemplo de esa obsecuencia del Estado con los financistas, el Partido Republicano Democrático –PRD-, fundado en 1979 por el establecimiento alrededor de Omar Torrijos, cuenta entre sus filas con prospectos de la teoría ortodoxa de Friedrich Hayek &Milton Friedman, los ex presidentes Nicolás Ardito Barletta (1934), alias “Nicky” o “Fraudito”, quien gobernó desde 1984 hasta 1985, y el administrador de empresas chiricano Ernesto Pérez Balladares (1946), elegido en 1994.

Ardito Barletta es doctor de la Universidad Chicago y fue director del Banco Mundial. Llegó a la presidencia de Panamá a órdenes del general Noriega cuando labró otro fraude contra el presidente eterno Arias Madrid, reelecto en 1984.

Intermezzo despiadadamente perdido, Guillermo Endara (1936-2009) fue considerado un presidente pésimo, aunque tierno “pan de dulce”.

Era representante de la estirpe de abogados de las sociedades anónimas, posesionado en una base gringa en plena invasión aérea, terrestre y marítima de 25,000 marines que barrieron el istmo en la búsqueda del verdugo de la CIA, el 20 de diciembre de 1989.

En 1994, el presidente sería de este modo Ernesto Pérez-Balladares González-Revilla, (tara compuesta del arribismo genealógico de las burguesías), vencedor con las banderas del partido de la dictadura y que regresó tras el gobierno del “Cuchungo” Endara.

Pese a cargar con el PRD de Torrijos y de Noriega a sus espaldas, el “Toro” Pérez fue el más efectivo promotor de la venta del sector público al entregar la telefonía a inversionistas canadienses por el precio de 567 millones de dólares, cuando hablar por teléfono no valía un real.

Y corolario de sus logros, no dudó en dar larga concesión de los puertos terminales de Balboa, Cocosolo y Manzanillo a la sociedad anglo hongkonesa de Hutchinson-Whampoa, asegurando la neutralidad de la ruta interoceánica, pese a los reproches de políticos como el finado senador de los EEUU, John Mccain (1936-2018), quien veía con terror la amenaza oriental, pero que por burla del destino estaba impedido a la presidencia de su país al haber nacido en Panamá ya que su padre era el almirante de la guarnición.

 

V

Ha sido tal la pródiga confesión de los Papers que no detienen sus algoritmos sucios, que ya sabemos que todos y cuasi cada uno de los millonarios de la tierra son evasores del fisco de sus naciones.

Sabemos por fuente fiel que la más exitosa de las sociedades fraudulentas de Panamá, la firma Mossack-Fonseca, nació del hijo de las entrañas de un agente de la SS alemana, Jurguen Mossak, asociado con un reputado abogado panameño con brotes literarios, Ramón Fonseca Mora.

Aunque sea insólito, este modelo ejemplar de las firmas hechas para la evasión fiscal tuvo la precaución de rechazar el dinero de los bonos Carrasquilla, o bonos del agua del ministro eterno Carrasquilla Botero, también experto en la materia evasiva y tributaria, las dos cepas de la epidemia antisocial que se ha impuesto sobre la ciudadanía, repleta su cabeza de fútbol y terror.

Para cerrar el exordio que comenzó con la causa de Julian Assange expulsado de un país bolivariano –Ecuador como fruto de la gesta independentista que creó las repúblicas de Colombia y Bolivia hace 200 años-, señalamos la unión fraterna de los pueblos de Colombia y Panamá reunidos en la migración de trabajadores hacia el istmo a causa de la dolarización de su economía, y de las ansias de las empresas colombianas en búsqueda de mercados lucrativos, como el departamento de ventas por donde transita medio millón de hijos de la tierra.

Así como en Colombia los oligopolios alimenticios de Nutresa y Bavaria engulleron diversas empresas y marcas del siglo pasado, estos mismos cacaos han absorbido las industrias panameñas de productos cárnicos, lácteos, bizcochos y bebidas -Kiener, Bonlac, Pascual, Cervecería Panamá, etc.-.

Los dólares de estos oligopolios son guardados por los pulpos financieros vinculados a los bancos que ahora menos que nunca abundan en la tropical panacity, el arrabal acostumbrado a transar los verdes como moneda corriente desde el origen de la República, aunque en la imaginación contable panameña se denomine el “Balboa”.

La denominación guarda toda la honra de la plata que reproduce la efigie del mencionado Vasco Núñez, “el sanguinario” de Balboa, matarife que cebaba a los mastines con el olor de los nativos y originó la leyenda malinche de Panamá, tendida en la persona de Anayansi, hija del cacique Careta.

Decapitado en 1519 por órdenes del Gobernador Pedro Arias de Ávila a causa sus desmanes, el relieve del “cuara” rememora el destino de este aventurero de la conquista, quien al igual que los demás, fue el primero en pretender alcanzar la fuente del oro.

Escarnecido como pocos en la salvaje conquista de América, la imagen de Balboa se impone en un país cuyo panteón de los mártires corresponde a los colegiales que izaron la bandera nacional en territorio yankee, el 9 de enero de 1964.

Con orgullo se considera el balboa en el diario trajín de las calles y cuando se pretende cancelar una compra la pregunta es:

-¿Cuánto cuesta?

-Un balboa-.

– Ey Chino, no seas duro y fíame el dolita, mañana te pago todo, te juro por Dios.

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