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La historia según el presidente de Millonarios, Felipe Gaitán

Archivo de El Espctador
Archivo de El Espctador

Por: Rafael Jaramillo Racines

El señor Felipe Gaitán, presidente del club deportivo de “Los Millonarios” ha manifestado la intención de devolver las estrellas ganadas por la institución en los torneos profesionales del fútbol colombiano celebrados en los años 1987 y 1988. Según él esos campeonatos no fueron ganados en forma limpia como corresponde a los lineamientos de la justa deportiva enmarcada dentro de los parámetros del juego limpio.

Esta decisión no tendría mayor trascendencia de no ser porque se refiere a una época marcada por lo que los analistas y observadores de nuestra historia nacional han dado en calificar como “la negra noche en la cual el fenómeno del narcotráfico corrompió a la sociedad colombiana”. Todas las esferas de la sociedad colombiana serían permeadas por el fenómeno de los dineros del narcotráfico y el fútbol, como espectáculo deportivo de gran arraigo popular, no podía estar al margen de esta dinámica. Este deporte también observaba cambios importantes en su estructura organizativa.

Es bueno recordar que el fútbol, como todas las prácticas competitivas modernas provenientes de Europa a fines del siglo XIX y comienzos del XX, fue impulsado por las élites locales dando lugar a la aparición de las organizaciones deportivas expresadas en la figura del club como un espacio de diferenciación social, de clase, frente a otros sectores que, esencialmente, se veían excluidos del acceso a su práctica. Posteriormente la organización del fútbol se abriría a otros espacios de la sociedad, adquiriendo visos de popularidad frente a otras prácticas que, en principio, eran más importantes que el mismo balompié.

Las primeras décadas del siglo XX dieron lugar a las instituciones futbolísticas que posteriormente se arraigarían en la cultura popular configurando esa gran masa de  fidelidades, simpatías y pasiones en la sociedad colombiana. Sin embargo, esas organizaciones deportivas, a pesar de haberse enraizado en el sentimiento popular, seguían conservando ese carácter elitista en cuanto a su manejo y dirección administrativa. Hombres importantes de la alta sociedad se constituían en el soporte material que permitía la sobrevivencia de los clubes de fútbol ejerciendo un mecenazgo que conducía a consecuencias poco positivas para el futuro de estas entidades deportivas. El carácter de ser sociedades sin ánimo de lucro llevó a los dueños a realizar operaciones contables que permitieran salvar sus capitales so pena de caer en la bancarrota. En esos primeros tiempos del fútbol hubo gente que ganó grandes fortunas como también hubo quien perdió grandes  capitales.

Poco a poco esos primeros mecenas irían desapareciendo de la escena del fútbol dejando el espacio libre para que aparecieran nuevos personajes que irrumpían en la sociedad con ese halo de misterio sobre su verdadero origen. Eran, como bien los denominó Alfonso López Michelsen en su momento, los personajes de las nuevas “clases emergentes” que irrumpían en los clubes de fútbol en busca de reconocimiento y prestigio social.

Esos nuevos advenedizos llegan al fútbol a los ojos de todo el mundo sin tener el más mínimo reparo y objeción. La sociedad los aceptó y convivió con ellos consintiendo todas sus excentricidades y disfrutando de toda la generosidad y ostentación que exhibían como nuevos ricos. Habían accedido a un espacio que antaño estaba reservado a una élite social y ahora gozaban del privilegio de ser propietarios de instituciones de hondo reconocimiento  en el alma popular.

El presidente de Millonarios ha recordado a la opinión pública una época de la historia del fútbol en Colombia pero deja de lado su correlato con la historia del país. Gaitán no es historiador, es administrador de empresas. No podemos exigirle que revise la historia en toda su magnitud. Desconoce, por ejemplo, como fueron esos primeros tiempos del fútbol rentado en Colombia a fines de los años 40 y comienzos de los años 50. Desconoce que Millonarios ganó el campeonato del 49 merced a “un papelito” que les hizo firmar a los dirigentes del América en donde se estipulaba que, fuera cual fuera el resultado, los puntos en disputa serían para los azules. Y así fue. A pesar de que perdió dicho partido los puntos fueron para Millonarios logrando así empatar en puntaje al Deportivo Cali, equipo que en ese momento era el líder solitario del torneo, forzando así a una serie extra de dos partidos, después de la cual saldría campeón.

¿Habrá considerado esto el señor Gaitán para ver si se puede quitar otro de la fecunda galería de trofeos de la institución azul acumulados en su rica historia deportiva? Porque ese fue un título en el cual tuvo gran peso la omnipresencia de un dirigente como Alfonso Senior, el cual personificaba el poder en toda la extensión de la palabra, y lo que decía Senior en su momento en el ámbito del fútbol colombiano era palabra sagrada que debía obedecerse sin reparo alguno.

Otra cosa que habría de considerar Felipe Gaitán sería lo concerniente a la validez de esos títulos logrados entre el 49 y el 54. No olvidar que la Dimayor, que era la organizadora del torneo profesional, había sido desafiliada por la FIFA y, por consiguiente, era considerada como una liga “pirata” en el concierto del fútbol internacional por sus actividades “non sanctas”. Había conseguido la presencia de una serie de jugadores provenientes del sur del continente, birlándose las disposiciones jurídicas que implicaba traer dichos jugadores al medio colombiano; es decir, sin tener el permiso internacional de sus respectivos clubes de origen.

Fuera de eso fueron campeonatos realizados en medio de uno de los períodos de más altos niveles de violencia política en la historia de la Colombia del siglo XX. Gaitán debía considerar esto al respecto ya que nos ha dado muestras en estos días de una gran sensibilidad con la memoria histórica.

Si bien es cierto el considerar que la década de los 80 se destacó por la presencia de los capos de la mafia en el fútbol colombiano esto no debe conducirnos a caer en la trampa de creer que antes, e incluso después, no hubo prácticas mafiosas en el manejo del fútbol en Colombia. Son “vox populi” las condiciones que imponían en algún momento “personajes honorables” del fútbol a otros equipos cuando se trataba de prestar jugadores, no permitiendo que estos jugaran cuando llegara la oportunidad de enfrentarse en el terreno de juego. La historia de nuestro fútbol está plagada de contratos leoninos, amañados, desventajosos para el trabajador del fútbol, lo que muestra su naturaleza dañina y nefasta para el desarrollo de una ética que armonice las relaciones jugador-dirigente, dirigente-jugador. El fútbol colombiano presenció en más de una ocasión el saboteo de dirigentes conocidos  por sus actuaciones “transparentes”  y “correctas” al más mínimo intento de una organización del futbolista colombiano en defensa de sus intereses gremiales.

Todo lo anterior nos da pie para considerar la doble moral que se maneja en torno al futbol. Nuestra sociedad piensa que el fútbol es el espacio en donde podemos expresar nuestras propias miserias. Es el “chivo expiatorio” ideal. Condenamos al fútbol como si fuera la causa y no “la resultante de…”. Vivimos el síndrome de la expiación de la culpa y no nos damos cuenta de que en el fondo no somos más que una sociedad que históricamente ha recurrido en muchas ocasiones a actitudes mafiosas para resolver sus problemas.

También la dirigencia de Millonarios debería recordar el episodio del Palacio de Justicia, aquel 5 de noviembre de 1985, cuando el gobierno, a través de su ministra de comunicaciones, Noemí Sanín, hoy flamante miembro de la junta directiva de Los Millonarios, programó un partido de fútbol en la noche entre Millonarios y Unión Magdalena. El resultado no importa. Es secundario. Lo que es preciso resaltar es la forma como el gobierno de la época utilizó el fútbol como mampara para minimizar los gravísimos hechos que estaban sucediendo en la Plaza de Bolívar en esos momentos. Es decir, el gobierno, a sabiendas de ser Millonarios un equipo cuyo propietario era el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, recurre a sus servicios para proporcionar “un momento de distracción” al país, como bien lo expresó la doctora Sanín ante los familiares de las víctimas del Palacio de Justicia, en una reunión en Madrid cuando era embajadora de Colombia ante el gobierno español.

Respecto a esto, ¿habrá considerado Gaitán la salida de la doctora Sanín de la junta directiva de Millonarios al ser ésta un personaje que requirió, a nombre del Estado colombiano, ayuda de una institución reconocida por sus nexos con el narcotráfico para tapar los cruentos hechos que sucedían en la retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985? Más coherencia, dirigentes.

En síntesis, siempre existieron, antes y después, en el fútbol prácticas de corte mafioso que marcaron los vaivenes a los cuales estuvo sometido en su momento. Una sociedad con instituciones frágiles como la colombiana siempre estará expuesta a fenómenos como los que se dieron en el fútbol en la década de los 80. La cuestión radica en que mientras sigan existiendo esos factores que permitieron su presencia avasallante sus secuelas seguirán horadando su devenir, no solo institucional sino deportivo. En este sentido los análisis se quedan cortos al no establecer la estrecha relación entre fútbol y sociedad, ubicándose en una tramposa moral sin tener en cuenta los universos en los cuales se ha movido el mundo del balompié. Considero que el tema tiene mucha tela para cortar y lo importante es encontrar el espíritu reflexivo e imparcial capaz de analizarlo.

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