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Historia de una pasión: América, la Era profesional bajo la maldición de Garabato. (1948-1978)

Foto: América 1967. Revista Vea deportes.

Por: Rafael Jaramillo Racines[1]

 

“Porque el ‘América’ es uno…El de

ayer, el de hoy o el de mañana. Porque

el nuestro no es un equipo de fútbol

solamente. Es una explosión humana,

una pasión aberrante, una arbitrariedad

 del corazón”.

(Fragmento de Alfonso Bonilla Aragón tomado de Occidente febrero

11 de 1967 de la columna “Birlibirloque”).

 La “maldición de Garabato” hace parte del rico anecdotario de historias y fábulas que atesora una de las instituciones futboleras más querida por los colombianos. Es una mezcla de lo casual y lo imaginario, que es construida por comunicadores los cuales elaboran un relato, que, en la medida en que tiene “soporte lógico”, con base en evidencias empíricas dadas por el acontecer de episodios y situaciones que signan un destino ligado al fracaso, a la derrota, a lo intrascendente, a lo inútil para una determinada comunidad, termina por aceptarse como cierto dentro del conjunto de creencias que hacen parte de lo que se conoce como “filosofía popular” o “sentido común”.

“Que lo vuelvan profesional, que hagan con el equipo lo que quieran, que, por mi dios, América nunca será campeón”. Frase lapidaria expresada por el odontólogo Benjamín Urrea “Garabato” cuando supo que el presidente de la institución roja, Humberto Salcedo Fernández, Salcefer, primer presidente de la institución escarlata en la era profesional, había inscrito el equipo para participar en el primer torneo rentado en la historia del fútbol profesional colombiano.

Este episodio tiene el encanto de un hecho bucólico. Se manifestaba en medio de la gran discusión del momento, cual era la de conservar los principios y valores del deporte amateur, frente a los nuevos retos valorativos que exigía el deporte profesional, que eran considerados por algunos como atentatorios frente al espíritu ético y moral de la práctica aficionada.

La leyenda tomó cuerpo cuando, tiempo después, Armando Bohórquez, destacado periodista de Cali, conoció la versión del propio Garabato, divulgándola públicamente, expandiéndose en el imaginario colectivo la explicación por la cual el América no lograba ganar campeonatos en el rentado colombiano. El mismo Benjamín Urrea, años después, aclaraba que su maldición no fue contra el equipo sino contra los jugadores en virtud de haberle cobrado los intereses de su préstamo para la compra de unos uniformes para el equipo, ante lo cual obtuvo el rechazo del grupo, siendo echado a las patadas.

Esta historia, de tono surrealista, tiene su desenlace cuando, en 1979, un narrador deportivo, Rafael Medina Corrales, y el cantante Antonio del Vivar, junto a Benjamín Urrea “Garabato”, realizaron un ritual religioso en pleno estadio Pascual Guerrero para levantarle la maldición al América, acontecimiento que, curiosamente, coincidió con el logro de su primera estrella el 19 de diciembre de ese año.

Aunque el club rojo en estos primeros treinta años de profesionalismo no corona aspiraciones campeoniles, es preciso destacar pasajes y eventos que hicieron crecer el fervor por la institución americana. Grandes figuras y hazañas que enriquecieron el historial americano.

Lugar especial merecen nombres como los de Edgar Mallarino y Dimas Gómez, los cuales hicieron parte de la transición deportiva del amateurismo al fútbol profesional. Edgar Mallarino -El Maestro-, un avanzado de la época, fue jugador desde 1942 y, posteriormente, fue técnico en distintos periodos además de ser designado para la organización de las fuerzas básicas del club, con base en los conocimientos que había adquirido en el Río de La Plata cuando, por circunstancias inesperadas, debido a una lesión de meniscos y ligamentos, tuvo oportunidad de estar al tanto de la estructura de las divisiones menores de los clubes argentinos. Toda una vida en el América.

Nacido en 1921, a los 14 años ya jugaba con el primer equipo del América. Dimas Gómez. Según los cronistas de la época, nunca hubo alguien que centrara sobre la línea de cal en forma perfecta. Hombre rápido, de poderoso golpe. Humilde, de origen obrero, trabajó en los Ferrocarriles Nacionales hasta jubilarse, nunca abandonó su trabajo. Según Guillermo Ruiz Bonilla, en su “ABC del fútbol colombiano”, actuó en el profesionalismo entre 1948 y 1949, jugando 31 partidos y anotando 14 goles. Un auténtico ídolo de la entraña americana.

Hombres como el costarricense Felow García, el peruano Felix Castillo, además de los arqueros incas Rigoberto Felandro y Víctor Pasalaqua; Alejandro Mur, Julio Tócker y Camilo Cervino, argentinos, Julio “Shinola” Aragón y Efraín “Caimán” Sánchez, entre otros, hacen parte de ese grupo de figuras estelares que durante los comienzos del profesionalismo le dieron renombre al América patentando un estilo, unas maneras de fútbol bien jugado, que con el tiempo fue reconocido como La Academia Roja. No se ganaron títulos pero su fútbol generaba simpatía y admiración en las plazas donde los diablos rojos se presentaban.

Problemas económicos impidieron que la institución americana saliera a la competencia en el año 1953. Sin embargo, para evitar su desaparición, realizó giras tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Entre 1948 y 1959 la mejor campaña fue la del año 1954 en donde ocupó un quinto lugar. En el imaginario popular se estableció el dicho de “jugar como nunca y perder como siempre”.

No obstante, el fútbol siempre trae revanchas y el torneo de 1960 marca lo que para la historia americana viene a constituirse como uno de sus hitos más importantes. Por intermedio de Aníbal Aguirre Arias, conocido empresario antioqueño, el América se hizo a los servicios del Maestro Adolfo Pedernera, cumpliendo una brillante campaña, que culminó con el subcampeonato, detrás del Independiente Santa Fe. Era la mejor presentación del América hasta ese momento en la historia del fútbol rentado en Colombia.

Una postal de la época nos reencuentra con Juan Vairo, Arcángel Brittos, Jaime “Charol” González, Carlos Montaño, Benito Cejas, Miguel Zazzini, Julio “Shinola” Aragón. Grandes jugadores que recuperaron la autoestima y el orgullo de una afición y un equipo que parecía destinado a los puestos de medianía en el torneo de la Dimayor, además que fue la mejor respuesta al empeño de dirigentes que, a la cabeza de Manuel Correa Valencia, quien era vicepresidente de la Dimayor, lucharon para que el equipo no fuera desvinculado del torneo profesional, en vista de las modestas campañas realizadas en años anteriores.

Otro momento épico en la historia de la divisa escarlata lo encontramos en el año 1961, cuando vence a su rival de patio, el Deportivo Cali, por 5 goles a 0. Fue un 29 de junio en el cual América, como local, establece la mayor goleada en la historia de los clásicos de La Sultana del Valle con 2 goles del paraguayo Máximo Rolón más el aporte goleador de Luis Carlos Paz, Manuel blanco y Camilo Cervino. Fue el desahogo a una regular campaña después del magnífico campeonato realizado en el año anterior. Una victoria moral. Esa histórica victoria terminó en carnaval en el Barrio Obrero.

Los siguientes años muestran un equipo que apenas cumple sus compromisos ocupando sitiales secundarios en el rentado colombiano. Cuarto lugar con 52 puntos en 1962; en 1963 ocupa el octavo puesto con 48 puntos; es sexto en el 64 logrando 48 unidades; sexto en 1965 con 50 puntos; puesto 10 en el 66 con 48 puntos. Los resultados iniciales del vigésimo campeonato del fútbol profesional colombiano no prometían nada alentador. Julio Tócker, “el filósofo del fútbol” toma la conducción del equipo en la tercera fecha, ubicado en el último lugar, con apenas un punto.

“Los hombres pasan, las instituciones quedan…A lo mejor me voy mañana, pero quiero que quede algo…que no pase desapercibido mi trabajo. Eso busco desde que llegué al club; y espero cumplirlo”. Tócker llega a tomar la dirección del equipo a partir de la tercera fecha y el ambiente que encontraba no era nada halagador. En los primeros juegos el equipo no ligaba buenos resultados y cada vez se hundía más en la tabla de posiciones. Trajo de Buenos Aires un zaguero central, un volante y un centro delantero. Alberto Rojas, Dardo Migone y Julio San Lorenzo fueron vitales en el armazón, en la columna vertebral que fue construyendo el técnico Tócker que empezó a dar sus frutos hasta la fecha trece, que es cuando empieza un ciclo fantástico de 22 partidos invicto que lo encumbra del último lugar a un tercer lugar en el tablero general de posiciones, recuperando la fe en una afición que con resignación se acostumbraba a ver a su equipo en posiciones discretas en la clasificación del campeonato. Esta racha positiva fue cortada un 27 de agosto en la ciudad de Santa Marta por el Unión Magdalena por un categórico 4-0. Finalmente, el América ocupa el tercer lugar detrás del Deportivo Cali y de Millonarios, equipos poderosos con nóminas de verdadero lujo a la sazón.

América registra una marca histórica de 22 partidos sin perder, ganando 12 juegos y empatando 10; logró 42 anotaciones a favor y su valla recibió 17 goles. Indudablemente la huella marcada por el “Filósofo del fútbol” se constituyó en un hito, en un hecho de la mayor importancia en su vida deportiva, un logro que ha perdurado en el tiempo en la memoria del hincha fiel y sufrido, amante de “la mechita”.

Finalizando la década de los sesenta, en 1969, la divisa escarlata logra, por segunda vez en su historia, el subcampeonato. Después de un año 1968 en el que se obtiene un meritorio cuarto lugar en la reclasificación de la temporada, en esta oportunidad los diablos rojos adquieren el derecho de participar en el evento más importante a nivel de clubes, como es la Copa Libertadores de América.

Pueden mencionarse como hombres importantes en esta campaña del 69, jugadores como Norman “Barby” Ortiz, Hugo Horacio Lóndero (goleador de la temporada con 26 anotaciones), Gilberto Cuero, Guillermo César Reynoso, Julio San Lorenzo, y Pedro Nel Ospina. La dirección técnica estuvo a cargo de Ángel Perucca, “El Portón de América”.

América termina su actuación en Copa ubicado en un quinto lugar con 5 puntos, un balance modesto, sin colmar las expectativas, a pesar de los esfuerzos de sus directivos por lograr una mejor actuación. Una experiencia que sirvió para corregir hacia el futuro.

El América sigue su andadura competitiva a lo largo de los 70 con actuaciones irregulares aplazando el sueño de una hinchada que anhela, cuando frisa el medio siglo de su fundación, un título para la institución roja. Obtiene un noveno puesto en los años 1970 y 1971; en 1972 logra el puesto once; en 1973 clasifica decimotercero; en 1974 logra el cuarto lugar; en 1975 octavo; decimotercero en 1976; sexto en 1977 y cuarto en 1978. La década de los 70 fue una década de búsqueda permanente por tratar de emular y superar a su rival de patio -el Deportivo Cali- que, como si fuera poco, atravesaba por el momento más significativo de su historia futbolística. Muchos proyectos y propuestas se realizaron por parte de la dirigencia americana, esfuerzos que terminaron en la decepción de no ver cristalizados los resultados esperados.

Contrataciones importantes se realizaron. En atención a la memoria de épocas pasadas se contrató al Maestro Adolfo Pedernera para la dirección técnica. Sin embargo fue un intento que desembocó en el fracaso. También llegaron jugadores como Dragoslav Sekularac, Aurelio José Pascuttini, Jorge Olmedo, Oscar “Pinino” Mas, Víctor Campaz, Jorge Ramón Cáceres. Siempre quedó el sinsabor del fracaso.

A nivel dirigencial, dentro de las personas que trabajaron por coronar una gran campaña, se acentúa la figura de José Sangiovanni Russo, conocido como “Pepino”, quien no escatimó esfuerzos por ver a su América del alma en los sitiales de privilegio del fútbol colombiano. Terminaba 1978 con el desencanto de no conseguir nada, con el estigma de un conjuro que se hizo fórmula para explicar los intentos fallidos. Ya en la psiquis colectiva se aceptada como una verdad infalible. Faltaba quien pulverizara el mito de “la maldición de Garabato”

[1] Sociólogo e investigador de los Estudios sociales del deporte

 

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