Llegamos a Gondar, punto de partida para explorar las montañas Simien, aunque yo esta visita la deberé dejar para otra ocasión.
El viaje en avión me permitió darme cuenta que Etiopía no es ese país todo color café como me había imaginado, en mi casa, aunque de aquí saliera el café. Gracias a las clases que ya comenté en el viaje de 4 días en tren transiberiano, dónde aprendí a hablar sin conocer una sola palabra del idioma de mi interlocutor, pasé un viaje muy entretenido con esta mujer. El tatuaje que lleva ella en la frente es muy común en Etiopía y representa la cruz de san Jorge. Suelen llevarse en la cara como ella o en otras partes del cuerpo.

Salir de la capital, y es darse ya cuenta del porque de la frase que se repite en todos los blogs sobre Etiopía: «hablar de Etiopía es hablar de niños».
El 16 de octubre del 2012 el gobierno etíope suspendió todos los procesos de adopción que fueran cursados posteriores a esa fecha, razón por la que las adopciones en Etiopía están paralizadas actualmente. Otros niños, hace ya más de 10 años, no sufrieron tal restricción y éste era el motivo principal de mi viaje.
Gondar es una ciudad del norte de Etiopía de unos 200 mil habitantes con una pequeña congregación religiosa de «Missionaries of Charity» que fundó la Madre Teresa en Calcuta. En su momento fue orfanato, ahora las religiosas que lo regentan también cuidan niños pero según los recuerdos de quien estuvo ahí hace ya más de 10 años existen muchos menos niños y así también nos lo confirmaron las madres de la congregación con quienes hablamos. Nos comentan que solo dejan alojar niños enfermos sin recursos, también ayudan a familias de la zona que carecen de medios esenciales para vivir pero que se acercan a su puerta semanalmente para pedir limosna. En realidad siguen haciendo lo mismo que llevan haciendo desde hace más de 10 años según me confirma mi compañero Etíope que actualmente ya no necesita de esa ayuda pero que en su momento le mantuvo vivo.
Después de tal experiencia es difícil mantener una opinión firme 100% en contra la adopción. Pues miles de niños corren a su suerte por las calles donde desgraciadamente, en demasiadas ocasiones, lo que en unas partes del mundo: una caída en bici de un niño se curaría con agua, jabón y un beso; en Etiopía no habría tal bici sino que quizás un tropiezo puede que nunca llegue a curarse sino a infectarse e inflamarse. Pero también es difícil mantener una opinión firme 100% a favor de llevar un niño a un país que no reconoce ni elige (háganse la idea de que se sube a un avión con gente que no ha visto jamás, que no se puede comunicar con ellos y que encima desconoce hacia dónde se dirige); al seno de una familia que la quiere y que en un futuro ambos se confesaran amor eterno pero que nunca podrá borrar el recuerdo de la familia que una vez tuvo. A una mesa donde no reconocerá ni sabores, ni comida. A un colegio donde muy probablemente la gran mayoría de los estudiantes no tendrá su mismo color de piel y que muy seguramente alguno se lo recordará desafortunadamente…
La estadía a Gondar debe incluir una visita al recinto real de Fasil Ghebi, declarado por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Se trata de una ciudadela amurallada con el palacio del rey Fasilides como principal edificio además de otros tantos castillos del siglo XVII. Un oasis de las continuas entrañables persecuciones de niños pidiendo ayuda, comida o simplemente ofreciendo conversación pero que tras varios días pueden llegar a cansar. Un espacio lleno de vegetación, silencio y soledad frecuentado por pocos etíopes aunque tengan la entrada un 90% más económica que el resto de turistas. Eso sí, primero deberá superar la proposición de un guía que quizás explique a la perfección la historia del rey Fasilides y sus hijos que vivían ahí pero que pide lo que un profesor gana en un mes para una visita de una hora.
También declarada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO está la abadía de Debre Birhan Selassie a poco más de un kilómetro del centro de la ciudad. Solo el paseo hasta la abadía es un auténtico espectáculo. Niños que te siguen durante todo el camino jugando contigo, monjes que van y vuelven de su rezo diario, gentes y gentes que van y vienen o simplemente curiosean en la calle el turista perdido. Durante este corto camino uno tendrá tiempo de encontrarse de frente con todo: lo divertido, lo triste, lo agradable y lo desolador del país.
Se trata de una pequeña iglesia con agradable entrada, sin recargos ornamentales y de una sencillez deslumbradora a primera hora de la mañana.
Y dentro, con el abrumo inicial de ser el único turista, seremos bienvenidos a entrar, observar las mujeres como rezan con gran elegancia a ras del suelo, tocándolo de rodillas con la frente y labios en diversas ocasiones mientras los hombres rezan sentados en la periferia de la iglesia. Además seré invitado o más bien animado a sacar fotos del lugar, eso sí! sin flash pues las pinturas del techo podrían dañarse. De todos modos pienso que siendo una iglesia declarada patrimonio de la humanidad debería desarrollar mayores acciones para la protección de esas pinturas.
Para el regreso a la ciudad una divertida opción, aunque no necesaria pues el camino es corto, puede ser tomar las mototaxis azules de tres ruedas. Nosotros la tomamos ya que en breve nos sale el transporte hacia Bahir Dar, próximo destino de este blog.
P.D.: En mi anterior capítulo etíope hablé de un señor llevando varios colchones en la cabeza, pues finalmente encontré la foto entre mis fotografías que creo merece compartir, aún con la baja calidad de la foto tomada.