Hay quienes están conmocionados porque a los asalariados de este país les pagarán $123.500 más en 2025. El nuevo salario mínimo quedó en $1.423.500. El país no se desplomó cuando Duque aumentó el 11%.
Hay quienes están conmocionados porque a los asalariados de este país les pagarán $123.500 más en 2025. El nuevo salario mínimo quedó en $1.423.500. El país no se desplomó cuando Duque aumentó el 11%.
“Los pobres son pobres porque quieren. ¿No te das cuenta de que si encima de ser pobres, invierten en artículos de mala calidad, siempre van a ser pobres?”: Susanita (amiga de Mafalda)
Pensé que la congresista Katherine Miranda era economista, pero no: Es politóloga, aunque, eso sí, pertenece a la Comisión Tercera que trata los asuntos económicos.
Las Kathy están de moda en el Congreso de la República en este cierre de año. Ambas del Partido Alianza Verde: la una (Catherine Juvinao) por fumar (vapear) en recinto cerrado contraviniendo una ley que esa misma Corporación aprobó hace 15 años, y sin que hasta ahora la hayan sancionado o multado por violarla. Y la otra (Katherine Miranda) por faltarle al respeto al presidente de la Cámara de Representantes, su copartidario. “Usted no puede venir a la sesión a decirme marica”, le dijo Jaime Raúl Salamanca. El video lo publicó El Espectador.
La Ley Antitabaco (Ley 1335 de 2009) es clara: “Se prohíbe el consumo de tabaco en las áreas cerradas tanto de los lugares de trabajo, como en los lugares públicos”. Las multas van desde un salario mínimo hasta cien salarios mínimos legales mensuales vigentes.
Para no quedarse atrás de ciertos “padres de la Patria”, las “madres de la Patria” también dan mal ejemplo, sin que pase nada, como si las leyes hechas por ellos y ellas fueran para los de ruana.
El día de Navidad, mientras nos atiborramos de natilla y buñuelos, la misma doctora Katherine Miranda ponía el grito en el cielo por el aumento del salario mínimo que fijó por decreto el gobierno nacional, quedando en $1.423.500 a partir del 1º de enero de 2025. Esto dijo la congresista:
Si fuera un personaje de la tira cómica Mafalda, por su cabellera rubia –con o sin bucles- vendría siendo la insufrible Susanita, cuyo nombre completo es Susana Clotilde Chirusi.
Según Wikipedia, Susanita es “parlanchina, pendenciera, chismosa —nada de lo que pasa en su vecindario ocurre sin que ella se entere— y en ocasiones altanera”.
“Susanita puede llegar a ser agobiante para el resto del grupo, aunque ella no lo percibe”.
También se le describe –estoy hablando de Susanita, para que luego no me vengan con reclamos- como “despectiva de los pobres”, “admiradora de la oligarquía”. Solo alguien clasista como ella pudo insinuar que los pobres aman su pobreza.
“Parece ser de clase alta y no duda en presumirlo cuando dice que su padre gana más que los padres de sus amigos, a pesar de no saber cuánto ganan”.
Aunque la que gana más que cualquiera de nosotros es ella, me refiero ahora sí a la doctora Katherine Miranda, no ya a Susanita.
A nuestra Susanita criolla —y a tanto Zutanito quejoso por el “escandaloso” aumento del 9.54% decretado por el gobierno de Gustavo Petro para los asalariados de este país—, hay que recordarle esta perla de la ley 5a de 1992: “El salario de los congresistas no puede ser mayor a 23 salarios mínimos legales mensuales vigentes”.
Calculen: Mal multiplicados vendrían siendo $2.800.000. ¡Dos millones ochocientos mil pesos! Es decir, el solo aumento mensual para los a veces no tan honorables legisladores es el equivalente a dos salarios mínimos del colombiano raso. Y todavía tienen el descaro de salir en las redes sociales quejándose del “exagerado” aumento para los demás, sumándose a las voces de los gremios y el empresariado que advirtieron ya, cual Nostradamus, que el país se irá a la debacle, como si no estuviéramos en esas desde hace 200 años.
No se nos olvida que el aumento decretado por Iván Duque para 2022 fue mayor (11%) y en ese momento nadie chistó. “Eso permitiría, no solamente tener más ingresos, sino estimular la demanda agregada del país”, dijo en su momento el expresidente.
Por consiguiente, la ecuación es simple: Es bueno viniendo de la Derecha, pero es malo viniendo de la Izquierda. No fue populista Duque, pero sí es populista Petro.
Hasta Dios metió la cucharada en el tema por anticipado. “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Pero no confundamos pobreza de espíritu con la pobreza del bolsillo; en este mundo tan terrenal, el capitalismo nos enseñó que sin dinero no somos nada.
A la representante Miranda, tan preocupada por el empleo formal, le vendría bien leer “País posible, un pensamiento diferente sobre la socioeconomía y la política”, escrito por Ernesto Rojas Morales, quien fue director del DANE y consejero presidencial para la erradicación de la pobreza. Él nos refresca la memoria en la página 122: “… los periodos de alto desempleo en Colombia han sido muy prolongados a pesar de que la economía haya atravesado períodos extensos de crecimiento”. Y controvierte la tesis según la cual “son los empresarios, a su voluntad, quienes crean el empleo” (página 126).
Más adelante, página 127, recoge otra verdad dicha por John Keynes, el famoso economista británico: “… el desempleo no se corrige con una reducción de salarios, sino con una mayor demanda”, esto es “más compradores, la presencia de más personas con capacidad de comprar lo que producen las empresas”.
En su bien sustentado ensayo, el doctor Rojas insiste en lo que otros pensadores han dicho: la necesidad de redistribuir la riqueza para reducir la desigualdad social. El mundo ya está hablando del tema, y aquí ¿para cuándo? Colombia es el país más desigual de América Latina y el tercero más desigual del mundo. Se me ocurre, sin ser empresario, que salarios mínimos más dignos es un camino loable para redistribuir la riqueza en favor de los que menos tienen.
Es mi deseo de año nuevo que en las largas vacaciones remuneradas (¡dos meses!), que tendrán los legisladores colombianos, saquen tiempo para leer antes de opinar a la ligera. Leyendo a expertos, quizás se les ocurra alguna buena idea para ayudar a solucionar otro drama del que poco se habla en el Congreso: el del empleo informal, personas sin prestaciones sociales, ni derecho a vacaciones, que sobreviven de puro milagro y vestidos de ruana para espantar el frío y cumplir la ley. O tal vez sea suficiente con pagarles un salario mínimo a nuestros congresistas a ver si se les despierta un tantico la sensibilidad social.
Después de todo, los pobres no necesariamente son pobres porque quieren, como sugiere Susanita. Son pobres también porque el sistema agranda las brechas sociales en vez de cerrarlas.
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