Con Vicky Dávila de candidata presidencial, ganó el periodismo y perdió la clase política.

Ya no tengo dudas de que Vicky Dávila sí tiene la garra que se necesita para ser y hacer política: sabe mentir sin despelucarse. Lean lo que dijo al renunciar a la revista Semana: Soy una mujer simple que dice lo que piensa y hace lo que dice. Cumplo mi palabra y estoy lista para encarar, una vez más, una nueva etapa de mi vida”. Le sobraba el “una vez más” y en cambio le faltó poner lo que dijo el 15 de agosto pasado cuando varios columnistas la criticamos por su actitud solapada: No voy a renunciar a Semana. Los tibios hipócritas pueden seguir presionando todo lo que quieran con columnas de ´opinión´, comentarios en X y notas de prensa”.

Ya está oficialmente bautizada y nosotros advertidos para no tragar las nuevas mentiras que dirá en adelante la novel candidata.

De la noticia nos enteramos por su jefe Gabriel Gilinski, dueño de la revista. Si la razón la mandó con él, ¿eso significa que el Grupo Gilinski tendrá arte y parte en la campaña? Paciencia, que con el pasar de los días sabremos si él sigue como jefe o ex jefe, a menos de que su salida obedezca a los malos resultados de audiencia en que queda la revista tras su renuncia o a otros motivos que desconocemos. Con Vicky en la portada de Semana esta semana, no es descabellado pensar que seguirá siendo su jefe.

Sólo tengo preguntas, que es lo único que hacemos bien los periodistas, eso lo sabe Vicky. ¿Por qué confirmó su candidatura justo la misma semana lúgubre y lluviosa en que hubo garrotera en el Centro Democrático por una encuesta en la que supuestamente Miguel Uribe les saca ventaja a María Fernanda Cabal y Paloma Valencia? Calma otra vez, porque la pelea será peleando y con Vicky en la palestra habrá cabellera suficiente de dónde agarrarse. Tengo una hipótesis al respecto. Ya llegaremos allá.

Que Vicky Dávila por fin se quite la máscara, después de tildarnos de embusteros a quienes se lo pedimos, significa que gana el periodismo con su retiro de Semana y a la vez pierde la clase política, porque se confirma, por un lado, que los partidos están en vertiginosa decadencia, con cero credibilidad, desprestigiados por su propia incompetencia, escándalos y corrupciones, y por otro lado, queda claro que en este país cualquiera puede alimentar el sueño ser presidente de la República, sin estar obligado a demostrar experiencia alguna en la cosa pública. ¡Pero vaya un pobre y postúlese a ver cómo le va!

La única salida que le queda a los partidos de Derecha es reinventarse antes de que figuras ajenas terminen por desaparecerlos, como podría suceder en Estados Unidos con el Partido Republicano tras la victoria del populista Donald Trump, que ha mostrado su repudio público contra la élite política estadounidense.

Ya hay congresistas que quieren encasillar a Vicky en la Centro Derecha cuando la realidad muestra que ideológicamente es más cercana a la extrema derecha, representada en Colombia por el Uribismo, y -en el caso de ella- reafirmada con más razón por la admiración que  profesa hacia figuras como Javier Milei de Argentina y Nayib Bukele del Salvador.  Sólo hay que  ver lo que estos dos personajes han hecho en sus respectivos países para tener una idea de lo que nos espera en Colombia si la bugueña se pone la banda presidencial el 7 de agosto de 2026.

Cabe aclarar que en este país los propios políticos se inventaron el cuento del tal Centro simplemente para parecer más decentes que los demás, y supuestamente para tomar distancia de la polarización que representan Uribe y Petro, para al final estar todos metidos en la misma colada.  Que nadie se llame a engaños, sabiendo que a la postre son los mismos de siempre, bien sea porque han militado en partidos de Derecha o porque han participado en gobiernos de Derecha o hecho alianzas con éstos, caso, por ejemplo, del exministro Alejandro Gaviria, del exalcalde Sergio Fajardo y la misma exalcaldesa Claudia López. En resumidas cuentas, en Colombia el apelativo de Centro lo manosean unos y otras con fines meramente políticos, y no necesariamente por identificación programática o ideario político. En la Colombia descuadernada de hoy, hace rato las ideas no tienen importancia. De esto hablaremos en otra columna.

Habiendo ya certeza de la candidatura de Dávila, habría que preguntar, con todo respeto, claro, si pertenece, al menos, al consejo de administración del edificio donde vive, porque bien lo dijo una vez Enrique Peñalosa en tono despectivo refiriéndose a sus rivales: “Hay candidatos que no han administrado ni un parqueadero”.

Pero qué tiene eso de de raro en un país donde tantos anhelan llegar lejos con la ley del mínimo esfuerzo (¡para qué hablar de los delfines!) y otros caen de pie como Vicky, con la diferencia de que su rostro es familiar para miles de personas, pues llevamos 30 años viéndola saltar de un medio de comunicación a otro, incluida su salida por la puerta de atrás de La FM; sí, hemos envejecido tanto como ella. Se repite la misma estrategia de Andrés Pastrana que usó el Noticiero Tv Hoy, de propiedad de papá Misael, como trampolín para ser alcalde de Bogotá y luego presidente de la República. Sería un buen mentor para Vicky. Primer consejo gratis para la candidata.

La Vicky que ayer se acostó siendo periodista, hoy se levantó mirándose en el espejo de los presidenciables, diciéndose a sí misma lo que ya sabemos: que nos salvará del comunismo. Porque si ya hubo papisa en Roma alguna vez, ¿Por qué no puede haber una “Mesías” con faldas en Colombia? Varias hay haciendo fila con ganas de disputar el título de primera mujer presidenta de Colombia. Veremos cuántas quedan clavadas en la cruz de mayo de 2026, fecha de la primera vuelta presidencial y sabremos también si el machismo doméstico que impera en Colombia se traslada a las urnas, que ya una vez le dijeron no a María Eugenia Rojas (1974); tres veces no a Noemí Sanín, dos veces no a Regina Betancourt de Liska y una vez no a Clara López e Ingrid Betancourt.

Sus contrincantes, los de Vicky, ahora sí podrán sacarle los trapitos al sol sin temor a que ella los censure o lapide en la revista de los Gilinski. Estando de tú a tú…  ¡Qué empiecen los nuevos Juegos del Hambre… de poder!

Mi teoría de por qué la noticia de su candidatura se conoce esta semana: Tan cercana a los afectos de Uribe, -lo que no significa que sea una uribista pura sangre, ese calificativo lo pelearán con las uñas María Fernanda Cabal y Paloma Valencia-, es muy posible que la ahora ex periodista Dávila quiera ganarse el guiño del ex presidente, por los favores recibidos, y amargarles de paso la vida a los uribistas con carné, y muy especialmente al joven Miguel Uribe, a quien ya ha tenido entre ceja y ceja.

Sin embargo, con lo que nadie cuenta es que esta vez, más importante que el que diga Uribe, todavía envainado judicialmente, será el que diga Gustavo Petro, que por ahora es quien tiene la sartén del poder por el mango.

La campaña habrá empezado cuando Petro anuncie a su candidato.

Siendo el animal político que es, Petro no tiene por lo pronto ningún afán en señalar a su ungido o ungida, a sabiendas de que quienes ya mostraron las ganas, lo han hecho a destiempo, sin medir las consecuencias de su desespero. Eso le otorga un margen de maniobra amplío al presidente para que la Izquierda llegue fortalecida al 2026 con un rival de quilates, incluso una figura disruptiva, el o la outsider que todavía no aparece. Es decir, la campaña habrá empezado cuando Petro anuncie a su candidato. En todo caso, por el momento los únicos beneficiados son, como no, los mismos de siempre: los encuestadores, a quienes les llegó la Navidad de manera anticipada, con contratos y trabajo para rato. La encuestitis nos sabrá a cacho, acuérdense.

Si es cierto que Vicky Dávila renunció por iniciativa propia -y no que fue obligada a renunciar por su vinculación con el escándalo del software espía Pegasus, tesis que algunos esgrimen-, entonces erró, quizá mal aconsejada, al presentar su nombre con tanta prisa. Pero eso resulta apenas comprensible en alguien con su inexperiencia política.

Quede claro que ser político y entrevistar a políticos no son la misma vaina. La candidata de la bella provincia de Buga tendrá que demostrar competencia e idoneidad en asuntos de Estado, Alto gobierno, Administración Pública o macroeconomía, porque si bien un mandatario no necesita ser un sabelotodo para gobernar (para eso están sus súbditos), a la hora de los debates los otros animales políticos pondrán a prueba su talante, y esta vez no podrá responder preguntas con preguntas. Jubilada la reportera, la candidata tendrá que mostrar que tiene con qué, más allá de su trasnochado discurso macartista…. o se la comerán viva.

A partir de ya su realidad es otra y todo lo que diga podrá ser usado -¡y se usará!- en su contra. Los papeles se cambiaron y la novata aspirante estará en el paredón sometida al escrutinio de una opinión pública y unas redes sociales que no perdonan media, con ansías de crucificar sin piedad a quien se mete de redentor. Ya la veremos de rodillas ante el Señor de los Milagros de Buga pidiendo que se le haga el milagrito de llegar en tacones y con su tumbao valluno a imponer el pandebono y el sancocho de gallina en la Casa de Nariño. Veo venir esa selfie entre buñuelos y natillas, o antes de que el gallo cante tres veces, y Vicky niegue que ella dijo esto o lo otro.

Quiero creer que con su salida de Semana quedó abierto el camino para devolverle el prestigio a esa revista, que fue referente de la prensa latinoamericana antes de caer en sus manos. Levantarla del nada halagüeño quinto lugar en que la deja (según las mediciones del último Panel de Opinión de Cifras y Conceptos 2024), es el reto que tendrá quien se le mida a semejante odisea, en momentos en que el negocio de la prensa anda de capa caída.

Restaurar la credibilidad, con apego a los valores y principios inherentes a este oficio, es difícil más no imposible. Si la línea editorial continúa siendo la misma significará que para los Gilinski el periodismo es lo de menos y que les importa un comino mejorar sus números, más si se tiene una chequera abultada, que alcanza para derrochar y hasta patrocinar una candidatura presidencial, aunque es temprano para saber a qué costo.

Si el interés de Semana no es hacer buen periodismo, el camino se mantiene despejado para que Cambio siga afianzando el liderazgo en materia de revistas, y consolidándose como una alternativa de información seria al lado de El Espectador y El Tiempo, y medios independientes como Vorágine, Revista Raya, Razón Pública, Cuestión Pública, La Silla Vacía o el podcast de María Jimena Duzán, quien pondrá bajo la lupa a Dávila, a menos de que Gilinski le ofrezca la dirección de Semana para ponerla de su lado. (¡Qué ocurrencias las mías!)

Saliendo Vicky de Semana, la movida periodística se anticipa interesante, y veremos a más de un colega haciéndole coquitos al joven empresario Gilinski, porque el desempleo en este oficio galopa y todavía tengo mis dudas de que Yesid Lancheros sea nombrado en propiedad. Si eso ocurre, la candidata tendrá en su ex pupilo a un aliado.

Como directora de esa publicación, Dávila le apostó a dos candidaturas, poniendo la revista al servicio de Fico Gutiérrez primero y luego de Rodolfo Hernández: con ambos perdió. Con la doble derrota, al tiempo que quedaba en evidencia su falta de olfato político, sacó corriendo a la audiencia. La revista por la que Gilinski pagó 18 millones de dólares va a la deriva… es el rumor que corre por ahí. No se sabe aún si ese sea otro motivo de su temprana salida.

Pero la Vicky candidata ya no necesita lectores sino votos y electores. Millones de votos. Nada está dicho y todo está por hacerse; faltando año y medio para las elecciones, lo único que hay -y habrá por largo rato- son preguntas y meras especulaciones.

¿Cómo figurará la candidata en el tarjetón y en las vallas: Vicky Dávila o Victoria Eugenia Dávila de Gnecco? ¿Habrá fotoshop como en la portada para que no se vea de 51?

¿Quién será su fórmula presidencial? ¿Acaso el general Zapateiro o un Alex Char para ganar el fervor Caribe?

¿Cuánto dinero pondrá la familia Gilinski en esta campaña y cuánto en las otras? 

Si Vicky Dávila no gana la Presidencia de la República, y ni siquiera queda de segunda para obtener curul en el Senado como premio de consolación, ¿Qué medio la reencauchará en el periodismo después? ¿O ya la bolita de cristal le anticipó la victoria a Victoria? El eslogan es gratis, tengo otras ideas que la ayudarían a perder.

¿Habrá en Semana trato preferencial con ella sobre sus rivales?

¿Apostamos cuántas portadas tendrá Vicky Dávila a partir de esta primera?

¿Ahora si está preparada Colombia para un gobierno de faldas y taconeo?

¿Cómo toca decirle a Vicky Dávila en adelante? ¿Colega, doctora, Vicky, Victoria o candidata a secas? 

Mi voto no será por ella. Ya una vez pusimos de presidente a un presentador de noticias y eso salió muy mal. ¡A votante advertido no lo capan dos veces! ¡Que el Milagroso de Buga nos proteja de una Vicky Dávila inexperta!

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