Van pa´l cielo y van llorando, dice el dicho

El mismo día que Pulzo nos contaba que “Sarmiento Angulo sacaría de Colombia uno de sus negocios más rentables por dura situación” (según ese medio, el Grupo Aval busca nuevos horizontes en los negocios de infraestructura), El Espectador nos informaba quiénes son los más ricos de Colombia, según la lista Forbes, y ahí está el doctor Luis Carlos, el rey Midas de la banca y la construcción, además de dueño del diario El Tiempo, con una fortuna que rondas los US$6.400 millones.

Calculadora en mano, me puse a fantasear. Si el banquero repartiera su fortuna entre todos los colombianos (51.600.000 personas, según el DANE), a cada uno nos correspondería, manos o menos, de a $522 mil, aunque nos iría mejor con el señor Jaime Gilinski, el más rico de Colombia: recibiríamos de a $873 mil, más o menos. ¡$oñar no cuesta nada!

Si el doctor Sarmiento Angulo está preocupado por la situa, imagínense la preocupación de la inmensa mayoría de colombianos que, a pesar de trabajar como burros, más que la gente de cualquier otro país de la OCDE, difícilmente logran salir de la pobreza, y en cambio entran a engrosar otra lista para nada glamorosa: la de los pobres y pobres extremos.

Según el economista Eduardo Lora, autor del libro “Los colombianos somos así” (sello editorial Debate, 317 páginas), 22 millones de personas “le dedican largas horas a ganarse la vida produciendo algo o prestando servicios a los demás”, y el 42% (9,5 millones) “trabajan como independientes, no como asalariados”. Así, mientras “el alemán promedio trabaja 1.340 horas al año, el colombiano promedio le dedica al trabajo 2.405 horas cada año”.

A partir de un análisis riguroso de las estadísticas, esta obra retrata todos los aspectos de la vida en Colombia: familia, uso del tiempo, religión, educación, trabajo, política, calidad de vida (qué tan felices somos), entre otros. Unos hallazgos sorprenden y otros deprimen.  Es un libro de lectura obligada para entender por qué somos como somos.

El Espectador reprodujo apartes del capítulo sobre las élites colombianas. “La persistencia de los apellidos se refuerza notablemente por el hecho de que los miembros de familias con apellidos de élite se casan entre sí”.

Eduardo Lora, economista. Foto: Cortesía Penguin Random House.

“Los colombianos son madrugadores y muy trabajadores, más que casi cualquier otra nación del mundo”: Eduardo Lora, en el libro Los colombianos somos así.

De los salarios ni hablar. “Las desigualdades salariales son mucho mayores en el mundo de las microempresas e incluso de las pequeñas empresas que en las medianas o grandes empresas”, dice el exdirector de Fedesarrollo, y columnista de El Espectador.

La realidad está resumida en la canción de la Billo´s Caracas Boys: “Tanto trabajar y no tengo na”.

La vida se nos está yendo detrás de un sueldo para poder sobrevivir, muchas veces sin derecho al goce que proporcionan el tiempo libre, bien sea para dedicarlo a la familia, a la vida social, a la recreación personal o a los placeres intelectuales, de los que habla el economista en esta columna, que les recomiendo.

Una sociedad que no dedica tiempo a los placeres intelectuales arriesga su propio desarrollo. La falta de pensamiento crítico, la limitación del conocimiento y la disminución de la capacidad analítica son las consecuencias directas del poco tiempo dedicado al intelecto”, nos previene.  

La cuestión es preocupante. “Casi el 40% de los trabajadores colombianos reconoce que ´recientemente simuló estar enfermo para no ir un día al trabajo´”: Eduardo Lora, economista.

La gente es infeliz en el ámbito laboral. “Uno de cada seis asalariados y uno de cada tres trabajadores independientes quisieran cambiar de trabajo”, porque se sienten mal remunerados o haciendo labores por fuera de sus capacidades.  Estos datos coinciden con un estudio de la Universidad de la Sabana que midió el ambiente laboral en el mundo del periodismo, tema de otra entrada de este blog.

De acuerdo con el libro Los colombianos somos así, “menos del 30% de los ocupados (asalariados e independientes) se sienten muy satisfechos con la vida laboral”; las mujeres son las más insatisfechas.  

Nos podríamos conformar con que los empresarios se pongan en los zapatos de los demás y apoyen decididamente una reforma laboral que acorte desigualdades e infelicidades, que piensen menos con sus billeteras llenas y más con el corazón. 

La conclusión del doctor Lora “es que ni siquiera uno de cada tres trabajadores se siente totalmente a gusto con su trabajo”. ¿Mi conclusión? ¡Yo también quisiera llorar como los ricos!

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