Imágenes: Presidencia de la República y escena de “Bodyguard” (Netflix)

El último thriller político a la colombiana que el país recuerde fue el llamado Proceso 8000. Se dice que hasta la prensa conspiró contra Ernesto Samper. La prueba es el libro “El presidente que se iba a caer”, escrito a seis manos por periodistas de la antigua revista Semana; incluso, el periodista Felipe Zuleta Lleras, quien formó parte de aquel gobierno (1994-1998), se confesó en su libro de memorias, “Más allá de la familia presidencial”, de Intermedio.

Página 80: “Un grupo grande de periodistas se unió para tumbar, como fuera, al presidente” ´Los conspiradores´, les puso Samper. Los ´conspis´ arremetían en contra del presidente de una manera violenta. Mauricio Vargas, María Isabel Rueda, Enrique Santos C., estaban entre ellos”.

Página 81: “Se creó un comité de crisis que se reunía todos los días en Palacio (…) No hubo un solo día en que no pasara algo malo y se nos ocurriera algo para cambiarle la agenda al país”.   

El nuevo thriller político tiene como protagonista al presidente Gustavo Petro (2022-2026), con detractores que no ven la hora de llevarlo a juicio político y con periodistas que lo zarandean de día y de noche, entre ellos el mismísimo Felipe Zuleta Lleras, nieto del presidente Alberto Lleras Camargo, que ahora juega en la cancha contraria.

Luego del primer consejo de ministros televisado, la prensa se está dando su buen banquete, buscando escándalos aquí y allá. El diario El Colombiano, de Medellín, se adjudicó la siguiente “exclusiva”: “Así fue la salida de ocho escoltas de Presidencia que pasó de agache tras el Consejo de Ministros”. Publimetro encabezó: “Nuevo escándalo por los escoltas de Petro que fueron despedidos durante el consejo televisado”.

En mi condición de ciudadano, sólo tengo preguntas:

Si el presidente tiene potestad para relevar a los ministros de sus cargos, ¿no la tiene para prescindir de sus escoltas?

Si, como dice el dicho popular, nadie es imprescindible en esta vida y todos somos reemplazables, ¿acaso les habían escriturado el puesto a los guardaespaldas del primer mandatario?

Si los escoltas conocen mejor la vida de sus protegidos, ¿Qué razones tuvo el presidente Petro para apartarlos del cargo? Y, especulando un poco, ¿acaso conspiraban contra el gobierno?

Añade El Colombiano: “…los escoltas que accedieron a hablar lo hacen bajo reserva por temor a represalias en su contra, incluyendo la no eventual contratación para futuros empleos en ese sector”.

Al tiempo que los escoltas reclaman porque no les dan una segunda oportunidad como a Armando Benedetti —“nosotros que no hicimos nada”—, según el mismo periódico, un funcionario “le confirmó a Noticias RCN que (…) el mandatario ha tenido que utilizar aviones privados por ´fuga de información y seguridad´. Incluso, según ese medio, habría tenido que cambiar itinerarios a última hora (… )”.

En este momento de la lectura, recordé los extraordinarios diálogos de la serie británica Guardaespaldas (Bodyguard, Netflix, 2018), en la que el veterano de guerra David Budd, (Richard Madden, Juego de Tronos), es ascendido a escolta personal de la ministra Julia Montague (Keeley Hawes).

En mi experiencia –dice un investigador de la ficción- la fuga de información ocurre por una de dos razones: los policías no pueden comunicarse de forma segura o un oficial susceptible al soborno o chantaje es responsable de que se divulgue”. 

—”Si hay una fuga policial debe quedar entre nosotros”, responde la ministra.  

En otra de las secuencias, conversan el escolta y su protegida:

“Hice una evaluación de riesgo y dado el nivel actual de amenaza, recomiendo desviarnos (…) Mi trabajo es salvarla. Yo no le digo cómo hacer el suyo”.

—-“No, pero puede complicármelo”.

“… no digo solo lo que la gente quiere escuchar. Yo debo hacer lo correcto y tomar las decisiones difíciles”. (Serie Bodyguard, Netflix)

La tensión entre ellos aumenta y a medida que avanza la serie quedan expuestos los intríngulis del poder y las arrogancias dentro de él, pasando por la atracción romántica. Es fácil imaginarse lo complejo que resulta que un extraño esté pendiente hasta de tus entradas al baño, y los niveles de confianza o desconfianza en los que se puede caer bajo estas relaciones obligadas.

—”A ver, -le dice Julia Montague a su escolta- no digo solo lo que la gente quiere escuchar. Yo debo hacer lo correcto y tomar las decisiones difíciles (…) La cosa es que no necesito que vote por mí, solo que me proteja“.

En la serie, las conspiraciones son pan de cada episodio. Cuando despiden a una funcionaria (Rachel) del equipo de la ministra, ella no tiene problema en ir a los medios a contar lo que dice saber.  

Rachel: —“Solo quiero evitar que se dejen llevar por la creencia de que ella es una buena política (…) es una sociópata, la persona más peligrosa en el país, más peligrosa que las personas que ella llama enemigos de la libertad. (…) Lleva agenda para aumentar el miedo, para destruir el debate y tomar el poder (…) trabajé dos años en su oficina central”. 

Periodista: —¿Te despidieron ¿no? 

Rachel: —Sí.

Es inevitable el paralelo con el exministro Alejandro Gaviria. Desde que fue sacado del gabinete acusado por el presidente de falta de lealtad, no ha dejado de vociferar contra Petro y su gobierno. Para sacarse la espinita, hasta publicó un libro sobre lo que vio de puertas para adentro. Según él, “La explosión controlada” es la perspectiva de alguien que estuvo adentro (en el vientre de la ballena, por decirlo de algún modo), que tuvo un conocimiento de primera mano de los asuntos de gobierno”.

Tengo una duda: ¿Alguien sabe si también escribió las intimidades de cuando fue ministro de Salud de Juan Manuel Santos?

En el célebre consejo de ministros, el presidente dijo: “Mi mayor error fue haber puesto de Ministro de Educación a Alejandro Gaviria”:

Al día siguiente, Gaviria se despachó en X: “Los consejos de ministros, que usualmente eran los lunes al final de la tarde, eran desordenados, caóticos a veces. Las discusiones parecían siempre alargarse en muchas direcciones. Las lluvias de ideas pueden ser útiles de vez en cuando, pero por momentos, con alguna frecuencia, todo aquello parecía más un naufragio, el naufragio de las grandes ambiciones”.

Con ambos personajes —Rachel en la ficción y Gaviria en la vida real— aplica el mismo dicho: ¡Con amigos así, para qué enemigos! La mano que hoy te da de comer, es la misma que mañana querrás cortar. Pero así funciona la política en cualquier parte. Un thriller, con buenos y malos según el ojo que ve, capaz de superar cualquier buena serie de Netflix.

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