Paloma Valencia Laserna, candidata presidencial. Foto tomada de sus redes sociales.

 “Yo soy la de Uribe”, dijo la candidata presidencial Paloma Valencia en Ibagué.

Y entonces el problema de ella son dos: Uribe y un partido político que perdió su brillo. Tan deteriorada está la imagen del expresidente, que mejor para ella si no los ven juntos.

Pero ¿Es Paloma Valencia la que dijo Uribe? Yo no creo. Es más bien la que dijo una encuesta interna. Habría que preguntarse por qué esta vez el expresidente escondió su dedo todopoderoso. Quizás los afectos y las esperanzas de él estén puestas en otro lado. De momento, el mecanismo de la encuesta sirvió como estrategia para quedar bien con aquellas mujeres (Valencia, Cabal y Holguín), que tan fieles escuderas han sido… hasta ahora.

En realidad, fueron dos encuestas internas: en una participaron 2.109 personas, de las cuales el 64%, o sea la mayoría, no se inclinó por ninguna de las tres candidatas. En la otra encuesta votaron 2.259 militantes.

Recordemos que en la encuesta de Cifras y Conceptos, a la pregunta de a cuál candidato apoyaría, ganó la respuesta de Ninguno (70%). Le siguieron en orden Miguel Uribe papá, (12%); Paloma Valencia, (9%); María Fernanda Cabal, (5%); Paola Holguín (2%) y Andrés Guerra (2%).

No deja de ser paradójico que una mujer llamada Paloma se haya opuesto al proceso de paz. Por estas fechas, el 13 de diciembre de 2014, fue una de las promotoras de la marcha contra el proceso de paz del presidente Santos.

Sin embargo, hoy la quieren vender como una política moderada y de centro. “Una mansa Paloma”, habría dicho mi abuelita. ¿Acaso estamos asistiendo al desdoblamiento del uribismo como si a última hora descreyeran de todo aquello en lo que ha creído a lo largo de su vida? ¿O se trata más bien de una operación cosmética del Centro Democrático?

Mientras la senadora María Fernanda Cabal quedó vestida y alborotada —bajada del bus cuando recién estrenaba un libro sobre su vida y obra—, ahora resulta que la senadora Paloma Valencia, la más uribistas entre los uribistas, es una especie de Uribe II que le hace ojitos a los centristas, y viceversa. Si Uribito llamaban al exministro Andrés Felipe Arias, ¿Cómo llamaremos a la doctora Paloma en adelante?

Por este perfil de Cuestión Pública, sabemos su nombre completo: Paloma Susana Valencia Laserna. Por otra parte, La Silla Vacía habla de su linaje político por el lado de los Valencia del Cauca y por el lado de los Laserna del Tolima. 

Intuyo que ella viene a hacer contrapeso a la candidatura del abogado Abelardo De la Espriella; es posible que en ese trance encuentre afinidades con el exministro Juan Carlos Pinzón, tan cercano a Álvaro Uribe, otro opositor al proceso de paz de Santos, su exjefe.

Mi tesis es que esta elección presidencial será una guerra a muerte –en el sentido político de la expresión- entre la centro-derecha y la centro-izquierda. En ese ring, pensaría uno, la ultraderecha que representan la paloma y el tigre, no tendrían mayor juego; tendrían que hacer maromas para cambiarle la piel al lobo y, ante todo, hacer que la gente se lo crea.

Un cambio extremo debe empezar por el tono de voz. De no bajarle a los decibelios, en lo que resta de campaña nos obligará a usar tapones auditivos. Una elección presidencial no la gana quien tenga mayor capacidad pulmonar, sino quien tenga esa mezcla entre ecuanimidad, liderazgo y simpatía ciudadana, que rara vez se dan en la misma persona.

Poco a poco, irán saliendo los videos que delatan su carácter de mujer pugnaz que con facilidad se descompone. “No me vaya a mandar a matar”, le gritó al senador Iván Cepeda durante un debate en el Salón Elíptico, y de una estallaron los memes.

El problema con ella es que tiene pose de mamá regañona, a diferencia de María Fernanda Cabal con ínfulas de mandamás. (“Estudien vagos”).

Todavía no olvido aquel momento incómodo en que, en medio de la pandemia, mientras hablaba sobre castigos, su hija Amapola le reclamó en vivo y en directo: “Entonces, ¿tú por qué me pegas?, le dijo. En otra ocasión, la pequeña le gritó “Te odio”, mientras la senadora atendía una sesión virtual. No lo digo yo, los dijeron los medios.

¿Es esta la prueba de que los niños siempre dicen la verdad y los políticos no siempre?

En la última encuesta de la firma Cifras y Conceptos, la imagen desfavorable de Paloma (37%), le gana a su imagen favorable (apenas 16%), por debajo de la imagen de figuras como Claudia López o Vicky Dávila, cuya imagen positiva tampoco es muy alta.

Sabedores de que este es un país patológicamente machista, sinceramente veo todavía muy lejana la hora en que los colombianos le confíen su destino como nación a una mujer; además, las tres candidatas en contienda, López, Dávila y Valencia, están lejos de la pole position que lidera Iván Cepeda.

En doce años como senadora, Valencia ha concebido apenas tres leyes, según la web del Senado, y en cambio ha sido una furibunda opositora a las reformas sociales que demanda el país.

Orgullosa declaró en una revista: “He sido una opositora muy férrea del Gobierno Petro, y diría que nadie tiene tantos logros como yo en ese sentido: logré hundirle el Ministerio de la Igualdad; paré muchísimos proyectos en el Congreso”. No obstante, cada afirmación de la hoy candidata presidencial debe agarrarse con pinzas. Tatiana Acevedo, columnista de El Espectador, la cogió en seis mentiras tras una entrevista con María Jimena Duzán el 9 de octubre de 2025.

Siendo payanesa y nieta de expresidente caucano, sus paisanos nos podrían decir qué ha hecho por esa región durante tres periodos como congresista. Siempre me he preguntado por qué no ha sido candidata a la gobernación de su departamento, una región convulsa, harto golpeada por la violencia, pues así tendríamos alguna idea clara de sus capacidades para poner orden en materia de seguridad, que es lo que ahora promete.

En 2015, según recoge El Espectador, Paloma Valencia propuso dividir el Cauca en dos mediante un referendo: “uno para los indígenas y otro para los mestizos, mientras que, para ella, las negritudes deben escoger a qué territorio quieren pertenecer”. Es decir, mientras unos buscan reconciliar al país, ella ha encontrado razones para estar juntos pero no revueltos. Cada quien juzgue si hay un ánimo clasista en afirmaciones como esa.

El otro día la candidata dijo: “vamos a recuperar las cuatro erres”, y yo sinceramente pensé en el viejo trabalenguas de mi infancia: “Erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido ruedan los carros cargados de azúcar al ferrocarril”.

También anunció que eliminará siete ministerios, quizás siguiendo la idea de aplicar la motosierra como Javier Milei, figura con la que se identifican los uribistas pura sangre, a pesar de que la economía argentina está haciendo agua.

Por ahora, antes de soñar despierta con la banda presidencial, tiene por delante el reto de resucitar a un moribundo Centro Democrático, tan golpeado con los enredos del expresidente Uribe. Los candidatos que se hacen llamar de Centro tendrán que ser cuidadosos a la hora de hacer tratos con el uribismo, que necesita causar implosiones en otras toldas para renacer de sus cenizas como el ave (¿o la Paloma?) fénix.  

Me refiero al quinteto que conforman, bajo el pomposo nombre de La Gran Consulta, Vicky Dávila (3,7%); Juan Manuel Galán (1,6%); Aníbal Gaviria (1,3); Mauricio Cárdenas (0,6%); David Luna (0,6%) y Juan Daniel Oviedo (0,5%). Sumados los cinco (8,2%), ni siquiera superan al tercero en la misma encuesta de Invamer: Sergio Fajardo, con el 8,5%, por debajo de Abelardo De La Espriella (18,2%) e Iván Cepeda, que lidera con el 31,9%.

Se le abona a la periodista Victoria Dávila que supo encubrir con una alianza temprana su pírrico 3,7%. A última hora, Daniel Palacios sumó su 0,2%. En X alguien los bautizó como el Cartel de los Solos. Eso es lo bueno de los políticos colombianos: no hay día en que no nos hagan reír. Hablando de Centro, ¿sí hay cama para tanto ego-centrismo? Esperemos a ver a quién caen primero de la cama.

También toca esperar para ver si la senadora Paloma alza vuelo o es desplumada en su primer avistamiento por El Tigre De La Espriella, que sin alas va volando en las encuestas como el candidato ultraderechista.

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