Gabo y su esposa Mercedes Barcha (fotografía del Centro Gabo) y Melquiades (personaje de la serie “Cien años de soledad” de Netflix).

Cien años de soledad es un libro totalmente pisciano, porque Piscis rige la magia y lo trascendente”, sentencia el astrologo bogotano Mauricio Puerta, El señor de las cartas astrales, con quien converso telefónicamente.

Entonces me pongo a pensar: ¿Habría dejado de ser el genio que fue, si Gabo nace bajo otro signo?

Paciencia, ya podrán sacar conclusiones.

Así como Gabriel García Márquez es un personaje más dentro de su Crónica de una muerte anunciada, lo es también en Cien años de soledad, pero no por la mención que hace de sí mismo casi al final de la obra. “Aquel fatalismo enciclopédico fue el principio de una gran amistad. Aureliano siguió reuniéndose todas las tardes con los cuatro discutidores, que se llamaban Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel, los primeros y últimos amigos que tuvo en la vida”.

No por esa mención, repito. Desde hace rato venía alimentando la sospecha de que Gabo era el gitano Melquiades. O Melquiades es Gabo, como quieran verlo, y por razones no precisamente literarias, sino más bien esotéricas, por así decirlo, relacionadas con la superchería y su personalidad de hombre tímido e introvertido (que así lo describieron quienes lo conocieron, aunque otros le endilgaron la fama de arrogante); aquel que estaba destinado a convertir la realidad en algo fantástico, y convencernos de lo contrario gracias a su pluma prodigiosa. Con su realismo mágico embrujó a los señores de la academia sueca, que en 1982 lo elevaron al Olimpo de los escritores al concederle el Premio Nobel de las letras.

He venido recogiendo pruebas sobre las que quiero hablarles.

Todo comenzó cuando leí una frase del escritor que llamó mi atención: “Mi signo es Piscis y mi mujer es Mercedes. Esas son las dos cosas más importantes que me han ocurrido en la vida, porque gracias a ellas, al menos hasta ahora, he logrado sobrevivir escribiendo”. (‘Retratos y autorretratos’, 1973)

Ahí, en el hecho de haber nacido un día como hoy, 6 de marzo, de hace 98 años, bajo el signo Piscis, están las claves de estas pesquisas. De mil formas se ha dicho lo importante que fue para él su esposa, la Gaba (Mercedes Barcha), pero nadie se ha preguntado qué tuvo que ver su signo zodiacal con su consagración literaria y cómo conecta en esta historia el personaje de Melquiades.

“Melquiades es de las entrañas del misterio que es Piscis”, añade Mauricio Puerta, que ha sido el astrólogo de cabecera de políticos y celebridades. Lleva más de 50 años haciendo cartas astrales.

Mauricio Puerta, astrólogo colombiano, en su apartamento de Bogotá. Primero fue antropólogo y en un trabajo de campo conoció Tierradentro, Cauca, se enamoró de este territorio ancestral y lo convirtió en su segundo hogar. Desde allí ha contribuido a impulsar los sueños de la comunidad Nasa. Es su deseo morir en este lugar mágico, donde también fue enterrada su señora madre.

Gabo fue un auténtico Piscis. Dice Mauricio Puerta: “Piscis es el signo de las EMES: la Magia, el Misterio, los Milagros, la Meditación, el Misticismo, los Movimientos de solidaridad, la Metafísica que está Más Allá de lo físico… Es el signo de personas que, como Gabo, viven en otro mundo, como en el País de las Maravillas. Piscis también es el signo de las ESES… Soledad, sensibilidad, sexto sentido, si quisimos, sueños…”.

Desde la página uno de la novela ya conocemos a Melquíades: ”… gitano corpulento de barba montaraz y manos de gorrión” que llega a Macondo cada mes de marzo (mismo mes en que Gabo llegó al mundo en 1927), y sorprende a sus habitantes con “una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia”.

Esta descripción puede emparentar a Gabo con el personaje por algo que dijo de sí mismo una vez: “Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la de prestidigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura. Ambas actividades, en todo caso, me conducen a lo único que me ha interesado desde niño: que mis amigos me quieran más”. (‘Retratos y autorretratos’, 1973).

Dice el Centro Gabo que “por superstición Gabo no revelaba las ideas de sus libros”, excepción hecha en 1997 con En agosto nos vemos, su novela póstuma que se publicó en 2024, a diez años de su muerte.

Su personalidad de hombre de premoniciones y corazonadas quedó manifiesta en las conversaciones que sostuvo con el periodista Plinio Apuleyo Mendoza y consignadas en el libro El olor de la guayaba. Página 119: “Mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme. Para estar seguro necesito tener flores amarillas (de preferencia rosas amarillas) o estar rodeado de mujeres”, le dijo a su amigo.

Curiosamente, el escritor asociaba el oro y el color oro con la mierda y los malos presagios, por lo que según reveló nunca llevaba puestas pulseras, cadenas, anillos o relojes de oro, ni había en su casa objetos con ese metal.

Su hermana Aida, autora del libro Gabito, el niño que soñó a Macondo, confirmó el asunto en un reportaje que le concedió al periodista Gustavo Tatis, de El Universal de Cartagena. Eso fue en 2013, un año antes de la muerte del escritor en su casa de México.

Gabito es muy supersticioso”, dijo ella.

Tatis revela el posible origen de esa personalidad. “Entre los guajiros y los sucreños que conforman sus ancestros maternos y paternos, hay matices de supersticiosos. Mientras entre sus familiares guajiros es común dialogar con los muertos, entre los familiares sucreños, es común reencontrarse con los fantasmas de los muertos”.

Lo corrobora el astrólogo Mauricio Puerta: “Los nativos Piscis son quienes tienen la más sincera tendencia religiosa en la más alta acepción del término”.

Dijo Aída: “Alguien dice que la familia García Márquez es una partida de locos” (…) “Pero entre los locos nacen genios como Gabito”.

Gabo sentía curiosidad, incluso cierto respeto y hasta temor, por la astrología, los horóscopos y las cartas astrales, por lo que podríamos relacionar esto con otro hecho: en Cien años de soledad, Melquiades se queda a vivir con la familia Buendía y en casa de ellos escribe los pergaminos en sánscrito donde está se descrito el destino de cada miembro de la familia… de la misma forma que la gente acude a la lectura de la carta astral para conocer su destino, con base en la hora y fecha de su nacimiento.

Podemos decir entonces que Cien años de soledad es una extensa carta astral que anticipa el final de los Buendía. Del mismo modo que Melquiades se adelanta al futuro con sus pergaminos, García Márquez anticipó el futuro, que es este presente, a través del mismo personaje: “´La ciencia ha eliminado las distancias´, pregonaba Melquiades. ´Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de casa´”.

También sabemos que fue Melquiades quien, contrariando a Úrsula, introdujo a José Arcadio Buendía hasta la obsesión en el conocimiento de la alquimia, definida por la Real Academia Española como el “conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a la transmutación de la materia, que influyó en el origen de la materia”, y en las que la astrología desempeña un papel importante.

En una ocasión, Gabo visitó al astrólogo Mauricio Puerta en su apartamento de Bogotá. Sucedió que en la revista Semana del 3 de mayo de 1993, él predijo que ese año matarían al narco Pablo Escobar, lo que efectivamente ocurrió el 2 de diciembre. La anécdota la cuenta Gabo en su libro Noticia de un secuestro. Publicada en 1996, la obra relata un capítulo de horror de la violencia que Pablo Escobar y Los Extraditables desataron en el país a principios de 1991.

“García Márquez me dijo: sólo vengo a entrevistarlo, no quiero que me diga nada de mi signo porque yo le tengo terror a eso”, recuerda Puerta más de treinta años después.

Y es que la astrología fascinaba y asustaba con la misma intensidad al escritor, tanto que un personaje como Nostradamus, el famoso médico vidente francés, capturó su atención, hasta convertirse en el referente para dar vida a Melquiades.

En el libro “Tras las claves de Melquiades”, su hermano Eligio García Márquez sugiere que quince años antes de publicarse Cien años de soledad, Gabo había retratado “la figura de Melquiades, y sus artes adivinatorias”, en dos columnas de opinión que escribió para el diario El Heraldo, de Barranquilla, una bajo el seudónimo de Septimus (tomado del personaje de “La señora Dolloway”, la novela de Virginia Wolf), y la otra escrita bajo el seudónimo del vidente de Aviñón.

Así que desde 1950 ya rondaba en su mente Melquiades, “aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus”, como se lee en la novela.  

Más aún: –escribió Eligio- el propio García Márquez reconoció con posterioridad que Melquiades estaba inspirado en este personaje misterioso del siglo XVI. Lo dijo en Cartagena de Indias, en abril de 1992, a bordo del barco francés Melquiades, que había arribado a la ciudad, en una misión cultural…”.

Eligio añade que Gabo leyó la vida de aquel hombre mientras estudió en el internado de Zipaquirá, en Cundinamarca.

En algún momento de Cien años de soledad nos enteramos de que Melquiades muere durante una epidemia en Singapur pero regresó luego a la vida y a Macondo, porque no puede soportar la soledad, y de paso prepara una bebida que cura a todos los habitantes de la peste del olvido. 

García Márquez, que renegó de la muerte y la convirtió en uno de los temas centrales de su obra, murió por otra peste del olvido que la ciencia conoce con el nombre de Alzheimer “cuando ya no se acordaba ni de su nombre”. Pero no se equivoquen, porque en realidad nunca murió. Gabo vive en sus libros y seguirá vivo hasta donde la memoria de los vivos alcance para recordarlo y celebrarlo.  

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