Imágenes tomadas de las redes sociales del Centro Democrático.

Repetía mi abuelita, en son de regaño y antes de partir hacia lo desconocido, que el loro viejo no aprende a hablar. Va a ver uno la realidad y sí. Entonces, el problema no es del loro, sino de aquellos que están a su alrededor intentando adivinarle los pensamientos.

En materia de candidaturas presidenciales, el Centro Democrático es hoy un enfermo terminal. Lo dicen con distintos números tres encuestas diferentes: Cifras y Conceptos, Centro Nacional de Consultoría e Invamer.

¿Qué otra evidencia necesitan antes de la extremaunción?

Cada nueva encuesta es una cachetada sin contemplaciones al orgullo del uribismo y a su máximo líder, Álvaro Uribe Vélez, aquel que quita y pone candidatos, y si se resisten, los obliga al retiro forzoso sin tiempo de patalear.

Pero el país y sus costumbres políticas están cambiando. El expresidente de los diminutivos no se ha dado cuenta de que, disminuido como está, es quien, quizás, debe hacerse a un lado para dejar a los otros ser. Al parecer, tampoco hay alguien capaz de decírselo, porque todos se sienten maniatados, temerosos de enfadar a los dioses.

Uribe ya debe saber que el teflón que lo protegió alguna vez, de tanto usarse ya no se adhiere a la piel.  Ningún cuerpo aguanta el uso y el abuso, también lo decía mi abuela que cuidó el suyo con esmero. Sus enseñanzas vienen al cuento porque son (eran) la de una mujer sabia con tercero de primaria. Nos enseñó, por ejemplo, a estar donde uno no estorbara.  

Ojalá los políticos hubieran tenido una abuelita como la mía. No diré más. No es justo con ella tales comparaciones.

Volvamos al doctor Uribe. Él, que ya gobernó dos veces (la segunda haciendo tachaduras en la Constitución con la ayuda de terceros), es el único, junto con su círculo más cercano, que no quiere entender que el país está entrando en modo hartazgo hacia la clase política y que los escándalos que preceden y anteceden sus dos gobiernos (2002-2010), son una cruz pesada que hoy carga a cuestas sobre sus huesitos de hombre montañero, hacendado y septuagenario.

Ninguna encuesta y ningún candidato puede cambiar la historia de su presente complicado, atado a un pasado pecaminoso: el pecado del poder -¿o del abuso del poder?-, otra extensión del pecado de la carnita y, se me ocurre ahora mismo, el octavo de los pecados capitales. Creo que los políticos cometen seis de los siete conocidos. Nadie les diga que pecan de perezosos. Ese jamás. Nunca se cansan de cansar. Pero eternos tampoco  son, menos mal.

Los resultados negativos de una encuesta son la factura que la sociedad le pasa a los partidos, el ajuste de cuentas con los políticos por sus malos comportamientos. Para qué buscarle la comba al palo.

El único con la sapiencia para pasar de agache fue Belisario Betancur. Tuvo la precaución de enclaustrarse a tiempo, con todo y Dalita, con todo y las cerámicas de ella, y con todo y los poemarios que tanto le gustaban a él. Cuando el hombre de Amagá salía a dar entrevistas, amagaba recitando poemas. ¿Audaz no? Supo cómo no hacer de sí mismo un estorbo para el país.  Sólo falta que el doctor Uribe se ponga a trovar.  

El desdén se posa sobre el uribismo. Uribe no quiere entender que él representó un modelo de país en un momento de nuestra historia y de nuestro conflicto interno, pero ese país ya no existe. Los demás nos hicimos viejos y el doctor Uribe sigue creyendo que a él los años no le pasan. Pues le pasan y le pesan políticamente hablando. Ahí están las encuestas enrostrando verdades incómodas.

El legado de Uribe, si lo hubo, está quedando sepultado bajo acusaciones de tipo penal que lo tocan a él de alguna forma, porque en medio del escándalo están miembros de su familia y personas de su entraña política. Hace rato el expresidente se cayó del pedestal en que otros lo habían puesto.

En un debate en el Congreso de la República, Iván Cepeda (candidato del Pacto Histórico), preguntó si el expresidente era el apóstol número 13, en referencia al clan de los 12 apóstoles, tras la condena de su hermano Santiago Uribe a 28 años de cárcel por paramilitarismo. “En una sentencia de segunda instancia, los magistrados determinaron que el empresario y ganadero antioqueño era responsable de los delitos de concierto para delinquir agravado, por la conformación del grupo paramilitar Los 12 apóstoles, y de homicidio agravado, por el asesinato de Camilo Barrientos”, reporta el diario El País.

El abogado Jaime Granados afirmó que lo del grupo de los 12 apóstoles es un mito que se creó para afectar políticamente al expresidente Uribe, según recoge Presunto Pódcast.

Con las idas y venidas de tantas personas influyentes hacia y desde su finca, el país terminó por acostumbrarse a un estilo muy campestre de hacer política: el expresidente funge de capataz y los demás son peones. Así mismito funciona su partido político, bajo la lógica de una rara monarquía criolla, digamos. A lo que ordena el rey, los súbditos escuchan y obedecen.  Se ubican donde él diga. Cuidadito con chistar. A las buenas o a las malas siguen instrucciones, como si una mano invisible manejara sus voluntades. Uribe simplemente señala con el dedo. Hay quienes comparan su estilo autoritario con el de Stalin.

Y así, un poco a las malas, acaban de expulsar a Miguel Uribe Londoño del Centro Democrático. Lo canté hace quince días en este blog: el uribismo le hizo pistola a Miguel Uribe papá cuando iba liderando las encuestas como potencial candidato presidencial del Centro Democrático. Pues resultó cierto. Salió por la puerta de atrás y los medios casi ignoraron sus pataleos. “Me intentaron clavar el puñal del asesinato político”, dijo Uribe Londoño, lamentando lo que le hizo su partido más el irrespeto a la memoria de su hijo.

Pero así funciona el poder en las democracias, qué le vamos a hacer. Como colofón, podría decirse que el Centro Democrático ni es de centro ni es democrático, al menos en lo que respecta a la toma de decisiones.

Ni siquiera lo tuvieron en cuenta para formar parte de la lista del Centro Democrático al Senado, en la que el propio Uribe figura en el puesto 25, de acuerdo con esta gráfica de La Silla Vacía. “Estoy en la puerta del infierno”, dijo. Si él lo dice, así debe ser. No estoy aquí para contradecirlo.

La salida del señor Uribe Londoño es el cierre de un espectáculo lamentable que tuvo dos entremeses adicionales: la romería de personajes a la clínica donde su hijo Miguel Uribe se debatía entre la vida y la muerte y, tras su deceso, la cámara ardiente en el Capitolio Nacional, donde el papá le entregó las banderas del difunto senador a Álvaro Uribe. Ciertos medios transmitieron los funerales en vivo y en directo.

Entonces, entre una noticia y la otra, entre la encuesta y la expulsión, rapidito olvidamos que al Centro Democrático le fue como los perros en misa en el último sondeo de opinión de Invamer. Había que voltear los titulares de prensa y para eso están los hilos del poder: para tensarlos hasta donde toque y cuando toque.

¡Qué semanita, pues, tan tensa, tesa e intensa! Creo que el uribismo lleva días de no pegar el ojo.  Pero, démosle al partido el debido crédito, pues fueron hábiles tapando una derrota al sacrificar una candidatura. Lo único malo de la estrategia es que el país entero se dio cuenta. ¡Al cerrar la puerta, corre las cortinas también!

El periodista Carlos Ruiz dio en X una versión sorprendente de los hechos: “El ´Sisma´ que estalló hoy en el uribismo se veía venir. Fuentes del Centro Democrático me confirmaron que tarde o temprano esto iba a ocurrir. Es más: si estuviera vivo Miguel Uribe Turbay algo parecido a lo de hoy le iba a ocurrir”. Fuerte, ¿no?

Capítulo 2: El comunicado de prensa del Centro Democrático

Hablemos del comunicado. Lo dejo aquí, como ejemplo de las cosas que se piensan pero no se escriben, las cartas que se escriben pero al final no se mandan, para evitar vergüenzas.  

Hice una rápida autopsia al texto y el resultado es el siguiente textículo

Punto 1 del comunicado. “El Dr. Abelardo de la Espriella acaba de informar al expresidente Álvaro Uribe que ayer el Dr. Miguel Uribe Londoño lo llamó a expresarle que renunciaba al Centro Democrático para apoyar al Dr. De las Espriella”.

Como quien dice: “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Muchilanga, Le echó burundanga, Les hinchan los pies, Monina”.

Nadie ha dicho quién hace las veces de Bernabé en el Centro Democrático, queda a la imaginación del lector.

De los puntos 4 y 5 del comunicado, no entendí cómo personas adultas que todo el tiempo se hablan por WhatsApp mandan razones con terceros. Nadie firma la carta en todo caso. Como estarán de complicadas las cosas allá dentro, con los dimes y diretes, que mañana revivirán los telegramas, porque de la falta de filtros a la ridiculez mediática no hay más que una carta de por medio.

Lo concreto es que el señor Uribe Londoño les ganaba en todas las encuestas a los demás candidatos del uribismo y el uribismo, como premio, lo puso de patitas en la calle, en un episodio en que la verdad nunca se sabrá, porque ya hay demasiadas versiones de la misma. Hay cuentos con varios finales posibles. Pues este es uno de ellos, aunque tiene más tintes de fábula con moraleja para quien quiera entenderla. 

La revista Cambio tituló: “La expulsión de Uribe Londoño: el tiro en el pie del Centro Democrático”. Siguiendo con el símil, cabría preguntarse si todavía tienen más balas, que las deben tener.

Solo falta decir que no hubo un mínimo de respeto por la memoria del senador Miguel Uribe. Lo usaron antes, durante y después del sepelio. Habiendo sacado a su papá del camino, creo que le quedará muy mal al uribismo pretender sacar algún provecho adicional del difunto.

Capítulo 3: Uribe es el menos uribista de todos los uribistas

Llevamos 20 años hablando con intensidad de Álvaro Uribe Vélez, pero él lleva al menos 40 en la vida pública. Al ver los números de las tres encuestas, el expresidente debería estar preguntándose por qué los colombianos ya no lo quieren como antes, o lo quieren pero más poquito.

Del amor ciego e incondicional de otros tiempos, queda un 2.8%, según Invamer: El 1,1% de María Fernanda Cabal, el 1,1% de Paloma Valencia y el 0,6% de Paola Holguín. Las tres se siguen creyendo el cuento de que entre ellas está la futura primera presidenta de Colombia. Pero también creo que las tres están en espera del momento más digno para retirar sus candidaturas. Ese tiempo depende de las movidas de Uribe para reducir daños, haciendo que los reflectores enfoquen hacia otro lado.

Saben, aunque se hacen los que no, que el pasado no perdona. Y si los números no mejoran, el uribismo podría enfrentar incluso un revés en las elecciones legislativas de marzo, anticipando la derrota mayor en mayo.

Pero Uribe no se resigna. Y de él siempre se espera una jugada nueva, porque cada ficha movida viene acompañada de un titular de prensa.

Titula La Silla Vacía: “Tras sacar a Miguel, Uribe insiste en alianza de Fajardo a Abelardo”.

Es decir, Uribe diciéndoles a los demás —“salten” y los demás preguntándole —“¿cuánto?”.

¿Sabrán los unos y los otros cuáles son las intenciones ocultas de Uribe?  Porque si ya sacó a Uribe Londoño del ajedrez, mediante una jugada de laboratorio, con ayuda o no de Abelardo De La Espriella, no vayan a creer que no hará lo propio con ellos. Uribe es un zorro político y con los restos que le quedan, está rumiando lo que puede (trasquilando candidaturas, por así decirlo), de forma hábil y solapada.

A los demás candidatos no se les debe olvidar que el partido de Uribe, hoy está sumido en el desprestigio, repito, avaluado en un insignificante 2,8%. Si algo puede lograr el expresidente es que los demás partidos salven al suyo, porque el uribismo técnicamente no tiene cómo salvarse a sí mismo y, por extensión, no tiene cómo salvar a nadie. En política los primeros auxilios pueden convertirse en puñaladas disimuladas por la espalda.

Visto desde otro ángulo, las cifras lo que muestran es que un candidato de Centro, léase Sergio Fajardo, Claudia López o hasta el mismísimo Roy Barreras, pueden perfectamente quedarse con los votos de la derecha antiuribista, pero para eso tendrán que alejarse lo más posible de la figura del expresidente.

Esta elección, más que una lucha de egos o de clases, será una guerra de élites. Por algo Uribe le dijo al expresidente Juan Manuel Santos: “Guárdese su solidaridad cargada de veneno y cinismo”, cuando aquel lo invitó a conversar. El show y los tratos en tiempos de campaña y redes sociales no son muy distintos al lenguaje callejero.

Acercarse a Uribe, sin conocer sus segundas intenciones, es exponerse a quemar una candidatura, vaya a usted a saber en beneficio de cuál candidato en la sombra. Si el candidato de Uribe está por fuera del uribismo -y todo indicaría que sí-, Uribe sería el menos uribista de los uribistas.

La expulsión de Miguel Uribe papá podría ser la primera señal de una estrategia bien calculada por parte de Uribe en una carrera larga de encostalados con zancadilla. Él sabe que en ese propósito la prensa puede cumplir un eficiente papel de aliado o idiota útil, no lo sé.

Porque si algo tienen que aprender los ciudadanos y los rivales políticos es a leer entre líneas aquellos titulares de prensa donde Álvaro Uribe es la fuente de información. Para la muestra, otro encabezado de Caracol Radio: “¿Están buscando presos en las cárceles para acusar a De La Espriella?”. Con esa pregunta, Uribe le respondió al senador Cepeda los señalamientos de ser el treceavo apóstol.

Quien encuentre las costuras en la pregunta formulada, habrá descubierto el modo sutil en que Uribe acomoda los reflectores, a tiempo que se entromete en las candidaturas ajenas para dinamitarlas. Una jugada a dos bandas. Hoy por hoy quienes más deberían cuidarse de esa táctica billarista son los candidatos De La Espriella y Fajardo. 

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