No sé si el señor presidente sea persona de escuchar consejos, pero en todo caso le daré este: ¡No vaya a las urnas! Hacerse contar es servirles más papaya a sus detractores.

No existe fórmula conocida para conciliar el corazón y la razón. El corazón nos dice que el país necesita unas reformas sociales profundas para corregir en algo tanta desigualdad. Y la razón, que siempre se opone a lo que el corazón siente, dice que el palo no está para cucharas. Que el gobierno y el presidente se enfrentan a una oposición feroz que habla, no con la razón un mucho menos con el corazón, sino con la voracidad electoral del año que se avecina.

Es mejor escuchar a los viejos: del afán no queda sino el cansancio. Traducción: de la sagacidad o de la torpeza del presidente Gustavo Petro depende el futuro de la Izquierda de cara a la campaña presidencial de 2026. 

El presidente ha dicho que irá a las urnas para que el pueblo sea el que apruebe las reformas. Necesita 13 millones de votos para que el milagro ocurra. En realidad podrían ser más. “La ley 1751 del 2015 dice que una consulta es válida cuando haya participado no menos de la tercera parte de los electores que componen el respectivo censo electoral. Con corte a 4 de marzo de 2025 el censo electoral de Colombia es de 40.963.370, la tercera parte sería 13.654.546”, dice el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien no gusta ni cinco del presidente. Sobre la consulta popular ha dicho que esta es “una pataleta más de niño consentido, o de paranoico avanzado”. Ya saben: hay escritores que aman la hipérbole.

Lo cierto es que para llegar a presidente, Gustavo Petro obtuvo en 2022 alrededor de 11.200.000 votos.  Quiere decir que necesita 2.4 millones de votos adicionales entre aquellos que votaron contra él. Lo veo francamente difícil, para qué llamarse a engaños. Con una popularidad sobre el 37%, ni siquiera hay garantía de que los once millones que le dieron el triunfo salgan en masa a respaldarlo otra vez, sin contar el brutal abstencionismo, que sigue siendo el eterno defecto de nuestra maltrecha democracia.

Precisemos algo: A ningún demócrata le debería molestar la idea de consultar al pueblo, porque ese es el espíritu mayor en una democracia: contar con la opinión de los gobernados. Pero pasa y acontece que estamos en Colombia y en nuestra imperfecta democracia es un riesgo confiar en unos ciudadanos que permanecen apáticos en medio de sus penurias, porque no confían ya en nada, ni en nadie, y por lo tanto no participan de nada, como si creyeran que su suerte está echada. Insisto en las cifras sobre los abstencionistas.

Así las cosas, estamos perdiendo el tiempo con discusiones vanas que causan desgastes innecesarios. Estoy casi seguro de que en par días estaremos enfrascados en otra controversia, porque si algo nos encanta a los colombianos es el rollo y el embrollo.

En lugar de exponerse a una casi previsible derrota, mi consejo es que el gobierno siga adelante con el trámite de las reformas hasta demostrar que definitivamente hay unos partidos de oposición que le niegan a Colombia su modernización en materia de leyes y transformaciones sociales. Sin voluntad política, jamás llegaremos a ningún Pereira.

Téngase en cuenta, además, que la idea de una consulta popular vendrá acompañada por la campaña del No de esos mismos opositores, que ya una vez, a punta de mentiras y miedo, lo hicieron con el Plebiscito por la Paz de Juan Manuel Santos. Mientras la verdad va en patines, la mentira vuela en cohete, logrando su efecto perverso de causar temor para que nada cambie.

¡Para qué alebrestar más los ánimos! No hay que ser adivino cuando de antemano se conocen las segundas intenciones de una clase política tradicional que se colgará de cualquier artimaña con tal de acariciar el poder otra vez. Pasó lo mismo con el referendo anticorrupción de 2018 que no pasó nada, pues no alcanzó los votos. Es que los colombianos somos buenos quejándonos por todo y del tilín tilín no pasamos.

Si fracasa en las urnas la consulta popular, Petro resucitará ese muerto viviente que es la Derecha.

Colombia es un país sin memoria y especialmente sin conciencia social. Los casi once millones de votos contra la elección de Gustavo Petro demuestran que aquí una buena parte de la sociedad prefiere que todo vuelva a ser como antes. El país de los mismos con las mismas. Dudo mucho que al menos uno de esos ciudadanos haya cambiado de opinión.  

Quienes votaron contra Petro saldrán jubilosos a negarle sus reformas. En mi familia hay más de uno con ganas. Es la oportunidad perfecta que han estado esperando para decirle en su cara y en las urnas que no lo quieren o que lo quieren lejos. Es hora de aplicar la inteligencia matemática, señor presidente. Si fracasa en las urnas con la consulta popular, al otro día sonará como himno nacional el grito furibundo de “Fuera Petro”, hasta quedar afónicos, y resucitará a ese muerto viviente que es la Derecha.

Entonces, la historia se puede evitar cuando todavía no ha ocurrido. Sáquese la consulta popular de la cabeza, señor presidente. Está a tiempo de soltar los fósforos.  

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