La escritora y profesora de literatura irrumpe en los terrenos de la política y la psiquiatría. ¿Con quién se está juntando la bogotana que está hablando tan feo? Una crítica constructiva a la señora crítica.
La escritora y profesora de literatura irrumpe en los terrenos de la política y la psiquiatría. ¿Con quién se está juntando la bogotana que está hablando tan feo? Una crítica constructiva a la señora crítica.
Imágenes: tomadas de la cuenta del presidente en X y YouTube.
La escritora cachaca se metió con el presidente costeño.
Dice Carolina Sanín que mientras los demás asistíamos en vivo y en directo a un consejo de ministros, ella asistió en diferido a la misa negra de Gustavo Petro. Y como uno a las misas va es a criticar, ella se despachó en revista Cambio con lo que vio y hasta con lo que no vio, pero lo supuso o lo imaginó; para eso es escritora.
Y como buena escritora, tiene la habilidad de envolver dulcemente a la audiencia por medio de la lengua o el lenguaje, es probable que muchos de sus seguidores no la entiendan, pero a un antipetrista le debió sonar bonito cada cosa que dijo.
Picada por el bichito de la política en su rol de crítica literaria, la escritora la emprendió contra el presidente en su último monólogo y, de manera tangencial, contra Vicky Dávila y Laura Sarabia.
La palabreria que le crítica a Petro es la misma palabreria a la que ella acude sin resolver nada de fondo. Les resumiré los 36 minutos para evitarles la fatiga de verla.
Refiriéndose al consejo de ministros y al mandatario usó las siguientes expresiones: “Exhibición obscena del delirio”, “tortura auditiva”, “algo satánico”, “misa negra”, “teatro del absurdo”, “película de terror”. “sadomasoquismo con muchos tonos sexuales”, “morbo televisado”,”Petro daba miedo” “alguien sin alma’. “crimen a la hospitalidad”, “la persona que está a la cabeza del Estado está loca”, “la enajenación del loco” (y aquí trató de orate también a Vicky Dávila); “un adefesio’, “un abusador sexual”, “deseo de sodomizar a hombres”, “manifestación de un deseo reprimido de penetrar a hombres en la violencia de su monólogo”, (…) hasta hacerlos decir como dijo Gustavo Bolívar ´yo a usted lo amo, presidente´”; “Marqués de Sade”, “un sacrilegio”, “palabras sin significado”, “la puesta en escena del puro resentimiento social”, “sancocho de mierda”, “excrementos con vómitos”.
En especial, las dos últimas oraciones constituyen una forma poco seria de argumentar. La oradora que habla y escribe con floridez se tira todo al final; queriendo ser castiza, rebaja el discurso dentro su propio show. Ah, pero es que no solo de pan, también de palabrería viven ciertos escritores, máxime en estos tiempos en que las diatribas, rebajadas como a la leche, las rinden con el lenguaje de la rabia.
Creo, sinceramente, y con falso respeto, que leer literatura está afectando el estilo refinado de Carolina Sanín. ¿Qué es lo que está leyendo o con quién se está juntando para que ahora hable tan pobremente, tan vulgar, tan del montón?
Todos estamos hablando y escribiendo desde la bronca. Al sugerir con facilismo que al presidente lo habita la locura, Hitler le quedó en pañales a Petro, como si el mundo no estuviera plagado, ayer como hoy, de gobernantes realmente dementes que llevan sus delirios a extremos infernales. Carolina: ¿Te suenan los apellidos Netanyahu o Putin?
Oyéndola entre líneas, y asumiendo que la gente quedó de psiquiátrico luego del consejo de ministros, como lo dio a entender exageradamente, considero que lo que tiene a tanta gente intranquila –ella incluida, por supuesto-, es el hecho de que un país se vea retratado en eso que cada cual critica desde los pedestales de la “superioridad moral”.
Ahí, en esa amplía habitación de Palacio, estaban reflejadas nuestras propias vergüenzas, debilidades y comportamientos. Lo que callamos o lo que gritamos. En ese cuarto unos le protestaban al presidente –las mujeres especialmente-, mientras otros callaban.
Los ministros del gabinete se convirtieron en ese espejo en el que, inconscientemente, nos podemos ver, porque fíjese usted que gente de la Derecha salió en defensa de algunos exfuncionarios de la Casa de Nariño, no necesariamente Benedetti o Sarabia, tan cercanos a ellos ideológicamente.
Lo que vimos fue nuestra muy colombiana manera de descalificar a otros o nuestra forma de defendernos de los demás: en la casa, en la escuela, en la oficina, en la calle, en las redes sociales… Preguntémonos qué somos cada uno de puertas hacia adentro y si aguantaremos la transmisión en vivo de nuestra intimidad. Yo creo que no. Eso únicamente lo hacían las Kardashian, y por muchos fajos de los verdes. O aquellos famosos criollos que por unos pesitos se someten a los realities para que los demás los conviertan en ropa de trabajo, y luego queden con la autoestima por el suelo; ellos sí de psiquiátrico, aunque todo sea producto de un libreto.
Nos aterramos de lo que vimos por televisión el 4 de febrero, pero no nos ofende el espectáculo que ofrecen senadores y representantes en el Congreso de la República. Los hemos visto celebrar en vivo y en directo el hundimiento de reformas sociales o transmitiendo por redes sociales hechos ofensivos, como aquel día que Miguel Polo Polo se burló de las madres de Soacha al tirar a la basura las botas intervenidas artísticamente para honrar a las víctimas de los falsos positivos.
Mostrarnos como no somos es parte del juego de la doble moral (las caretas que cada cual usa para sobrevivir, yo digo tal cosa o defiendo esta otra, pero al mismo tiempo hago lo contrario), y más en esta época en que las redes sociales inventaron los filtros, porque no nos basta con nuestra esencia. Mejor si la maquillamos un poco aquí y otro poco allá para agradar más. Las mentiras que nos decimos son necesarias para satisfacer a una sociedad hipocrática, empezando por nuestra propia hipocresía.
Carolina Sanín habló como ñera (y aquí me disculpo con los habitantes de la calle), para burlarse de Laura Sarabia. Con su inocultable clasismo, pordebajeó a otra mujer en cuestión de segundos, y prosiguió con su retahíla como si nada.
La escritora bogotana posa de ser la perfección con piernas para pisar con ellas al que le da la gana. Pura verborrea todo ese monólogo último. Para llenar tiempo, hasta se mofó de la ese (s) final y alargada que usa el presidente, otorgándole significados absurdos, como si las muletillas fueran el gran pecado, y no algo tan humano como las babas. No el chorro de babas de algunos.
Aceptemos que buena parte de lo que se escribe corresponde a la esfera de las especulaciones. Y no se nos olvide, esto si es real, que Gustavo Petro llegó donde la inmensa mayoría de nosotros no ha llegado ni llegará jamás, así que él ya puede morir en paz, mientras una fila larga de gente compite hoy por ese sueño. Los demás debemos contentarnos con usar el hierro candente de la palabra (la frase es de Stefan Zweig) para juzgar y condenar.
Carolina, no escuches más al presidente porque de pronto terminas en un manicomio. Basta con que te escuches a ti, pues al fin de cuentas vives dentro de un monólogo. No me consta si dentro de una burbuja también.
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