Con-versaciones

Publicado el Bat&Man

Una Navidad que no fue

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.

-Charles Dickens-

Snow tango de Alan Hogan.
Snow tango de Alan Hogan.

Bat: Uno de ellos se llama Matías. Otro, John Jairo. Uno más lleva por nombre Jeisson.

Matías dice que hubo un momento determinante en su vida. Al mismo tiempo es su primer recuerdo. Tenía cuatro años. Se ve a sí mismo corriendo detrás de su papá loma abajo, por donde vivían. El padre le gritaba que se fuera otra vez para la casa, pero Matías no hacía caso. Así que el hombre echó a correr, para siempre. Nunca volvió.

Matías, recuerda, quedó al cuidado de su madrina. Su mamá era desde entonces una persona enferma y huraña que no estaba precisamente orgullosa de su maternidad. Antes de llegar a IDIPRON, el muchacho robaba celulares. “Por odio”, dice, pero se le quiebra la voz.

John Jairo en cambio habla poco y no parece agresivo. Todo lo contrario: se muestra apocado y distante. A él su padrastro lo ponía bajo el chorro de una manguera y lo golpeaba con una varilla. Eso fue antes de que decidiera irse de la casa. No roba, pero sí consume marihuana desde los siete años.

Jeisson solo se acuerda lo humillante que era cuando su mamá lo obligaba a ir hasta la casa de su padre para pedirle dinero.

Man: ¿Y todos están ahora en IDIPRON?

Bat: Sí. Todos. Ellos formaban parte del grupo de 30 a los que el distrito les regaló un día de diversión en “Salitre Mágico”.

Man: ¡Me imagino la dicha de esos chinos!

Bat: Sí, estaban felices. Ninguno de los 30 conocía el parque por dentro. Mucho menos se habían subido en esas atracciones mecánicas. Eso fue hace poco más de una semana.

Man: Esa es la magia no del Salitre, sino de la infancia y de la juventud. Fíjese Bat, ¡con semejantes historias de vida y felices por ir a un parque!

Bat: Tal cual. La vaina es que no todo salió como esperaban…

Con los niños y los muchachos fueron la psicóloga, la enfermera y la directora de la Unidad de IDIPRON Bosa. Todos estaban más que felices, eufóricos. Pero no había pasado media hora cuando llegó un grupo de vigilantes para decirles que tenían que requisarlos.

La directora de la Unidad miró a su alrededor y vio que a nadie más lo estaban esculcando. Entonces se negaron.

La cosa se puso tensa y después de un intercambio nada amable de palabras, los vigilantes los dejaron en paz. “Pero quedaron ardidos”, me dice la psicóloga.

Man: ¡Típíco, Bat! ¡El clásico vigilante que se cree el dueño del edificio!

Bat: Algo así, Man. Ahí se puso en juego también la típica mirada que juzga por el vestido, por la pinta, por el tatuaje, por la forma de llevar el pelo… Mejor dicho: el prejuicio puro y duro en acción.

Pero la cosa no paró ahí. El paseo incluía una empanada y una gaseosa para cada muchacho y para las acompañantes. A medio día la enfermera fue a pedir lo suyo y la encargada le contestó: “No, ahora no. Primero tenemos que atender a las personas”.

Man: No le creo…

Bat: En serio, Man. Es en serio. Así le dijeron. Ella no contestó porque la respuesta la desconcertó por completo… Además interpretó esas palabras como una forma de recordarle que la entrada al parque era “de cortesía”.

01.SalitreMagico

Man: Con esas cortesías, mejor que no sean tan detallistas…

Bat: Es que eso es lo más irónico del asunto: no era “una cortesía”. El distrito había pagado todo. Todo, pero todo. Eran usuarios de un servicio por el que habían pagado.

Aun así, y para no tener un nuevo disgusto, no dijeron nada por lo de la empanada. Esperaron hasta que a la empleada le dio la ganita de atenderlos.

Pero la vaina tampoco paró ahí. Más tarde aparecieron de nuevo los vigilantes con un grupo de muchachos y les dijeron a las encargadas que tenían que desalojar el parque. Que los iban a expulsar. La razón: habían escuchado a los muchachos hablando en el baño. “Estaban diciendo que se la iban a pegar”, dijo uno de los vigilantes con aire triunfal y con cara de “para-que-vean”.

Man: ¿Cómo así que se la “iban a pegar”?

Bat: … que se iban a trabar…

Man: Ahhh… Hombre, pero eso sí es delicado. Ahí sí podían tener la razón. Había que pensar en las demás personas que frecuentan ese parque… En los niños… Las familias… No podían permitir que eso pasara…

Bat: ¿Pero a usted le parece lógico que a uno lo echen de un sitio porque DIJO algo en un baño? ¿Los vieron consumiendo drogas? ¿Los vieron haciendo algo incorrecto? Y, déjeme decirle algo, no entiendo qué hacían esos vigilantes en un baño escuchando las conversaciones de los muchachos…

Man: Bueno, ese es su trabajo, aunque sea antipático para la gente. Ellos tenían que estar pendientes.

Bat: Demasiado pendientes, diría yo. Pero vea, supongamos que sí, que usted tiene razón. Es más, supongamos que no solamente los escucharon decir eso, sino que también los vieron por ahí metiendo bareta. ¿Con qué derecho van a expulsar a todos los 30 muchachos, y también a la directora de la unidad de IDIPRON, a la psicóloga y a la enfermera por algo que habían hecho cuatro o cinco pelados?

Man: Ah, no. Ahí sí usted tiene toda la razón. No tenían ningún derecho a eso. Mucho más si ya habían pagado por ese servicio.

Bat: Le cuento que a esas alturas sí se le saltó la cadena a las tres acompañantes. Les pidieron las pruebas a los vigilantes de que los muchachos estaban haciendo algo incorrecto. Ellos se negaron. Les pidieron los nombres y no se los querían dar al principio. Después sí, a los gritos, y con la actitud de “a ver qué… con cuántos peleo que solo muñecos veo”…

Pero los sacaron. Si usted hubiera pasado por ahí a las 4 de la tarde habría visto a esos 30 muchachos mirando para el piso y a las tres acompañantes muertas de la ira y peleando contra el aire al lado de ellos…

Man: No, cómo así… ¿Los sacaron finalmente?… Eso me parece muy abusivo, realmente. ¿Y nadie hizo nada? ¿Nadie respondió por eso?

Bat: El evento estaba coordinado por un recreacionista de Colsubsidio. Él entró para hablar con la gerencia del parque. La directora de la unidad de Bosa quiso entrar con él, pero se lo impidieron. Literalmente le tiraron la puerta por la cara. Ella se echó a llorar en plena calle. Como una niña. De la tristeza por lo que le habían hecho a los muchachos y de la indignación por la forma como la estaban tratando.

Después salió el encargado del parque y pidió excusas. Que se iba a iniciar “una investigación exhaustiva”, dijo.

Man: ¡Oiga pues!.. ¡Otra p’a la cuenta!

Bat: Otra p’a la cuenta. Y otro abuso p’a la cuenta de estos muchachos que desde niños están sintiendo el dolor de vivir en la orilla, al borde. Lo que iba a ser, probablemente, uno de los días felices de sus vidas, se convirtió en lo de siempre. Un abuso más.

Man: No, Bat. No hay derecho. Mucho menos con un niño, con un menor. Mucho menos en Navidad.

Bat: Ahí tiene. Tanto villancico y tanta joda, pero a la hora de ir a la práctica mucha gente sigue siendo tan excluyente y tan intolerante como siempre. Para esos, la Navidad es solo un pretexto para comerciar. Y claro, para sacar a pasear su hipocresía.

Man: Ni más, ni menos, Bat. Que eso no se quede así. Que no vuelva a pasar nunca más. ¡Con los niños no!

Bat: ¡Con los niños no!

Man: Me cuenta en qué para la cosa. Mientras tanto, en esta fecha no puedo dejar de desearle una feliz navidad, Bat, mi apreciada y perseverante contradictora.

Bat: Lo mismo para usted, mi querido Man. Y para todos los lectores.

Oiga, a propósito, lo invito a leer el blog de “Catrecillo”. Dicen que mañana van a publicar ahí un post espectacular. No se lo pierda.

Man: ¿Ah sí? Perfecto. No me lo pierdo. Leeré el Catrecillo de mañana.

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