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Fútbol y Derecho

Ninguna actividad humana es lejana al derecho. Por eso, no es ajeno en nuestro tiempo aquel aforismo que nos enseña que el derecho es vida, porque se encarga de regular las relaciones entre las personas, los Estados, o entre las personas naturales y las personas jurídicas. El fútbol tampoco escapa al poder regulatorio del derecho, y en un ejercicio lúdico, a propósito del Mundial de Sudáfrica 2010, podemos hasta hacer una corta analogía  entre fútbol y derecho.

En lo Constitucional, por ejemplo, hay elementos del Estado que a pequeña escala se reproducen en el balompié: en primer lugar, está la presencia de una Población, entendida como todos los seres humanos (árbitro, jugadores y espectadores), que habitan un espacio físico denominado Territorio (el rectángulo de juego).

Los jugadores  están sometidos a la Soberanía de ese Estado, es decir que se encuentran al amparo del Reglamento de la Internacional Board, tal como los habitantes del territorio colombiano lo están a la Constitución Política y a las leyes.

Esos tres ingredientes (Población, Territorio y Soberanía) se sobredimensionan cuando las selecciones de cada país concurren a eventos de gran envergadura y tradición como la Copa América, la Copa del Mundo o la Eurocopa; en donde los hinchas son tocados por un profundo sentimiento nacional que ha escrito líneas trágicas en la historia moderna, como el famoso “Maracanazo” o la guerra entre El Salvador y Honduras por un partido de fútbol a finales de la década del sesenta del siglo pasado, y que fue magistralmente narrada por el maestro polaco Riszard Kapuscinsky, en ‘La guerra del fútbol y otros reportajes’.

 Ese sentimiento en Derecho Constitucional, se interpreta como la idea de formar parte de una Nación (sentimiento nacional), actitud que adquiere un especialísimo significado en el fútbol cuando los hinchas se matriculan, de por vida, con una fidelidad pocas veces vista, para apoyar a un determinado onceno.

En el terreno de juego cada equipo ejerce su soberanía,  y solo dentro de él los árbitros ejercen su competencia y poder otorgados por el reglamento. 

EL CASTIGO

Por su gravedad, la acción que origina un penalti, por su gravedad,  puede ser equivalente a la sentencia a muerte vigente en algunos países o  la máxima condena a prisión para un delincuente, que en el caso de Colombia es de 60 años.

Pero se trata simplemente de una posibilidad de equivalencia, porque si un jugador agrediera a otro en el ejercicio de su actividad deportiva hasta el punto de quitarle la vida, esa acción no es punible y por tanto es ajena de responsabilidad penal, por tratarse de un hecho que acaece en el ejercicio de una actividad lícita siempre y cuando el deportista respete las leyes de juego y que sus protagonistas hayan consentido libremente tomar parte en la contienda.

En este caso, la responsabilidad del agresor se limita al castigo previsto en el respectivo reglamento y la sanción le es impuesta por el árbitro que dirige la competencia. Diferente es, cuando la acción supera los límites de la mera infracción del reglamento deportivo para pisar terrenos de la lesión intencional o culposa, caso en el cual el problema de traslada al ámbito del derecho penal. 

El homicidio intencional en el sistema penal es el hecho de mayor reproche por el enorme daño que produce en una sociedad. La falta intencional que un jugador comete a su antagonista en el área de las 18, no solo desemboca en una pena máxima sino que en muchos casos el juez se ve obligado a sancionar al directo agresor expulsándolo del rectángulo de juego, mientras el autor de un homicidio también es alejado del conjunto de la sociedad, al ser condenado a prisión.

En el fútbol, el árbitro (juez) toma las decisiones basado en las reglas de juego dictadas por la Internacional Football Asociation Board; mientras en el campo jurídico los jueces están sometidos a la Constitución Política y a las demás leyes de su respectivo país.

Así como la normatividad del Derecho, el reglamento de juego en el fútbol no es estático sino que evoluciona con el paso de los años, esforzándose por adaptarse al desarrollo de la actividad; mientras el conjunto de normas del Derecho se desarrolla de acuerdo a las exigencias impuestas por la sociedad.

LA JUSTICIA

La Justicia juega un papel fundamental en ambos sistemas. Este complejo tema está presente en toda la historia de la humanidad, pero su concreción en la práctica ha sido bastante limitada en la historia de la sociedad.

¿Pero qué es la justicia? Desde luego, no nos ocuparemos en este ensayo de dilucidarlo puesto que no es el objetivo (pareciera que es más fácil definir qué es la no justicia). Por ahora, quedémonos con el pensamiento de los primeros griegos que la consideran como orden, equilibrio, medida, conjunto armónico del ser natural en el que caben todos los entes. Es fundamental que la justicia no interfiera con el orden al cual pertenece. En consecuencia, la injusticia se produce por alteración de dicho orden. Por eso, la función de la justicia es restablecer el orden alterado.

En el fútbol hay casos sonados de injusticia. La historia moderna dejó grabadas para siempre en la memoria universal, que el general Videla en la Argentina, perpetuó su dictadura militar gracias a la segunda coronación albiceleste en 1978, un hecho notorio en el que la política jugó un papel fundamental.

Otro caso sucedió en el Mundial de Italia-34, cuando el general Vaccao, presidente del Comité Olímpico de ese país, mostró su preocupación por la orden impartida por Benito Mussolini, quien le dijo a su subalterno: “No sé cómo hará, general… pero Italia debe ganar el mundial”. Y lo ganaron.

En ambos casos se rompió con la armonía deportiva y de la sociedad civil, que después debió soportar por varios años más la mano dura de las dictaduras militares. 

Quizá por eso el escritor uruguayo Mario Benedetti afirmó alguna vez en una entrevista que “hace ya cierto tiempo que el fútbol tiene, en términos de sociedad, el significado de una anestesia colectiva. Tal vez no haya mediado premeditación ni alevosía, pero lo cierto es que a los poderosos este frenesí popular, esta arbitrariedad social, les viene al pelo (…) porque sirve para olvidar las incumplidas promesas de los jerarcas, las injusticias o las arbitrariedades del resto de la semana”. 

(P.D.: Mientras tanto, que siga el Mundial en el que Brasil se coronará hexacampeón…)

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