CEBOLLITA DE MI GUISO

Publicado el Mari Sarmiento

Pelillos a la mar, y lo pasado olvidar

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Después de haber recibido un baño bendito de trópico en estas vacaciones decembrinas, no podía menos que compartir mi felicidad trayendo para siempre el caribe a sus mesas. El 2012 se desvaneció, en un atardecer desmesurado, ante nuestras narices enrojecidas, con ese sol que fue más grande y más rosado. La brisa salada zangoloteaba sin piedad las palmeras ancestrales, largas y generosas, como despidiendo lo malo que se va y prediciendo lo bueno que llega. El calor de la costa colombiana no sólo se siente en la propia piel. Es ese vaho que destella en la piel de los nativos, en la sonrisa de hombres, mujeres, niños, perros y chivos guajiros, porque allí hasta los langostinos saben sonreír.

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Los primeros días en nuestra playa, nos pillaron aturdidos, embotados. Fue como si el cuerpo gastara demasiada energía resistiéndose a soltar. Como si las células tan blancas y culi-apretadas se pusieran en guardia ante la cadencia lenta de unos quehaceres demasiado básicos. Todos los elementos se encargaban de recordarnos que no hay razón para correr. La arena, por ejemplo, atrapaba los pies un poco a cada paso. El agua dulce había que ir a buscarla, no se trataba más de abrir una llave, aquí más bien era ella, en su río, quién nos liberaba inminente.

Atrás quedaron los empaques, las botellas, los químicos, las bebidas heladas, las cajas y cajitas. Bueno, no del todo las cajas. Debo aceptar que llegamos a nuestro destino en varios buses, cargando una caja que parecía encerrar un muerto. Asertiva empaqué desde la capital aquellos corotos que sabía, lograrían sazonar aún mejor las bondades del mar. No pensábamos salir de nuestro encierro voluntario en esa playa interminable. El camino al pueblo más cercano parecía demasiado tortuoso, no por la distancia, sino por el cambio de estado mental que implicaba. Así pues, entre menos necesitáramos viajar a surtirnos de abarrotes, tanto mejor.

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Nuestros vecinos de playa, con quienes a regañadientes compartíamos el fogón de leña, envidiaban los aromas de nuestras ollas. Con el pasar de los días, sin embargo, nos fuimos convirtiendo en familia y algo más que los contenidos de las ollas pudimos intercambiar. Unos negociaban con los pescadores, otros escamaban y limpiaban los pescados, otros rallaban el coco para ordeñar su leche y hacer el arroz. Agradecíamos luego nuestros estómagos satisfechos, hinchados de bienestar, alrededor de la mesa comunal.  Al final de la jornada, cómplices de un día holgazán, nos tendíamos frente a un inmenso fuego reparador.

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De la única comodidad citadina y tan colombiana que no logramos desprendernos fue del domicilio. De vez en cuando nos sorprendimos llamando a Jacinto el de la moto, para que nos socorriera unas cervecitas frías que, en ese mundo de perfección, eran los únicos placeres que parecían haberse olvidado crecer directamente de la tierra.

Para evitar que el dolor fuera demasiado grande, decidí hacer mi entrada a la civilización por etapas. Antes de volver a Bogotá pasé por Barranquilla, ciudad que disfruto tanto, a visitar a mi tío Betico. Pasamos el fin de semana visitando esos lugares lindos que me hacían sentir sutilmente en la ciudad, pero respiraba aún brisas marinas. De Barranquilla quisiera hablar largo y tendido en otro momento, por ahora sólo evocaré aquella tarde de sábado en la que llegamos a Puerto Colombia y nos comimos el coctel de Evelinda.

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Típico de la costa caribe, este coctel de mariscos se puede degustar en la modalidad ostras, camarón o chipichipi. Pueden también animarse a probar la bomba, que como indica su nombre, incluye lo mejor de nuestro mar: camarón, pulpo, chipi-chipi, calamar y caracol. Quiero aclarar que el coctel de mariscos en Colombia NO ES UN CEVICHE ni aspira a serlo. Por esa sencilla razón lo llamamos COCTEL. Se han tornado algo intensos los extranjeros con su cantaleta porque el ceviche en Colombia tiene mayonesa. Así que si quieren comer ceviche, están en el lugar equivocado.

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Nuestro coctel tiene mariscos cocinados -a excepción de las ostras- bañados en una salsa rosada de mayonesa, kétchup, cebolla cruda picada, limón, ají, vinagre de ajo y una pizca de licor. Por lo general se come con galletas de soda o crackers a la orilla del mar caribe, con una vista apabullante que, les aseguro, no encontrarán en el Perú.

Yo afiné mi versión, inspirada un poco en el coctel bomba de Evelinda, un poco en el coctel de colitas de langosta de Jorge Rausch. Para preparar el coctel bomba, reemplacen los langostinos por una mezcla de los mariscos que les mencioné anteriormente, repito, previamente cocinados.

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COCTEL DE LANGOSTINOS

6 – 8 personas como entrada

INGREDIENTES

Para el coctel:

1Kg langostinos crudos (descongelados o frescos)

3 Papas sabaneras medianas, peladas en cubos de 1cm

1 Taza de lechuga iceberg, cortada en tiritas (más 1taza para servir)

2 Tomates chontos, pelados y sin semillas en cubitos

2 Aguacates haas, pelados en cubitos

1 Cebolla cabezona blanca o roja mediana

1/4 taza de pepinillos encurtidos en cuadritos chiquitos

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Para la mayonesa:

1 taza de aceite de girasol

1 yema de huevo

1 cucharada de mostaza Dijon

1 cucharadita de vinagre

1 pizca de sal

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Para la salsa coctel:

3 cucharadas de jugo de limón

1 cucharadita de brandy

1 taza de mayonesa casera

¼ taza de salsa de tomate kétchup

1 cucharada de salsa inglesa

1 1/2 cucharada de sriracha o salsa tabasco al gusto o el ají de su preferencia.

INSTRUCCIONES

Cocinar los langostinos, sin pelar, en agua hirviendo con poca sal por 5 minutos o hasta que estén bien rosados. Cuando estén listos, retirar del agua y poner en agua con hielo por 1 minuto para parar la cocción, escurrir.  Pelar y limpiar los langostinos retirando la vena. Reservar.

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Mientras tanto poner las papas en una olla mediana y cubrir con agua fría, agregar una cucharadita de sal y llevar a ebullición a fuego medio alto. Una vez haya hervido bajar el fuego y cocinar hasta que las papas estén cocidas pero aún firmes al pinchar con un tenedor. Escurrir y poner en agua con hielo por 1 minuto para parar la cocción. Escurrir y reservar.

Rallar la cebolla con la parte gruesa del rayo (debe tener 1 taza de cebolla rallada). Enjuagar la cebolla rallada con agua, escurrir y reservar.

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Para la mayonesa

Con la ayuda de una licuadora o licuadora de inmersión o un batidor manual, batir la yema con la mostaza, el vinagre y la sal. Muy lentamente incorporar el aceite en forma de hilo o en cantidades muy pequeñas mezclando inmediatamente. Cuando se haya agregado ½ taza, el resto se puede agregar más rápidamente. Si la mayonesa se corta o se ve demasiado espesa, agregar una cucharada de agua cada vez y seguir mezclando. Mezclar hasta incorporar todo el aceite.

Para la salsa coctel

En un recipiente mediano, mezclar la mayonesa con los demás ingredientes, hasta tener una mezcla homogénea.

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En un recipiente hondo limpio, mezclar todos los ingredientes sólidos del coctel cuidando de que el aguacate no se deshaga. Agregar la mitad de la salsa y mezclar. Agregar salsa hasta que todos los ingredientes estén untados y la mezcla se vea cremosa, sin poner demasiada salsa. Corregir el grado de acidez y de picante al gusto.

En copas individuales hacer una cama de lechuga en tiritas y poner encima el coctel. Servir con patacón.

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