Qué mujer tan especial y admirable fue Margaret Watts Hughes (Reino Unido, 1842-1907). La Inglaterra del siglo 19 produjo un número considerable de mujeres como esta, que se destacaron simultáneamente en la ciencia y en las artes. Se me vienen a la cabeza la matemática precursora de los computadores, Ada Lovelace (1815 1852); la primera fotógrafa…
Qué mujer tan especial y admirable fue Margaret Watts Hughes (Reino Unido, 1842-1907). La Inglaterra del siglo 19 produjo un número considerable de mujeres como esta, que se destacaron simultáneamente en la ciencia y en las artes. Se me vienen a la cabeza la matemática precursora de los computadores, Ada Lovelace (1815 1852); la primera fotógrafa y botánica, Anna Atkins (1799 -1871) y la primera paleontóloga, Mary Anning (1799- 1847).
Margaret Watts Hughes fue cantante de ópera reconocida, pero no se quedó ahí, ni esperando recibir aplausos, ni alimentando su ego. Hay personas que viven para adentro y, hay otras que, viven para afuera. Las que viven para adentro están esperando ver cómo las trata el mundo, las que viven para afuera están viendo cómo mejoran el mundo. Y Margaret Watts Hughes fue de las segundas. Le interesaba dar, pues tenía un espíritu altruista y un cerebro de inventora. Se había propuesto encontrar la manera de pintar con la voz. Estaba llegando a los cuarenta años cuando se inventó un aparato que cumplía ese propósito: el eidófono. Fue la primera mujer en presentar a la Royal Society un instrumento científico de su invención.
El aparato consiste en un tubo de latón, con una boquilla torneada. El tubo es estrecho en la parte de la boca y se amplía hasta terminar en un codo al que se le ajustan diversas cajas de resonancia, sin fondo. En la parte superior va una membrana de goma elástica. El tamaño de la caja de resonancia define el tamaño del dibujo.
Para su invento, Margaret Watts ensayó muchas sustancias que se pudieran pulverizar, que fueran granulares o gelatinosas. El material que mejor le funcionó fue las esporas de licopodio. Las esporas no se volaban y se organizaban obedientemente con la vibración e intensidad de la voz, creando patrones muy extraños, orgánicos y bellos. Por aquella época, por sus cualidades volátiles, las esporas de la flor del Lycopodium clavatum eran muy conocidas, pues se utilizaban en los fuegos artificiales y en los explosivos.
Con una mente inquisitiva, Watts Hughes diseño muchos aparatos y probó con distintos materiales para ver qué resultados podía lograr. Experimentó con diferentes diseños: diversas formas de tubo, materiales como seda fina y goma blanda para la membrana, y arena, polvo de licopodio y semillas de flores para usar como medio. Posteriormente, descubrió que, al utilizar líquidos como el agua, la leche o la glicerina coloreada, podía obtener patrones aún más complejos y detallados. Los líquidos, al vibrar, creaban intrincadas estructuras que ella describía como “flores de voz”. Los patrones respondían a las notas musicales. Todavía quedaba el cómo fijar o registrar las imágenes. Los resultados se podían retratar, pero ella no quería hacerlo con fotos, ella quería algo más directo. Entonces se le ocurrió que podía transferir la imagen que deseaba preservar a una superficie de vidrio. Dejaba que el patrón líquido se secara y lo imprimía en el vidrio. En algunos casos, añadía pigmentos para modificar o realzar los colores.
Lo que más me sorprendió y conmovió de este personaje fue saber que no solo fue una cantante famosa e inventora, sino además filántropa. Inició su carrera altruista dando clases de música en el sótano de su casa a niños pobres, sin hogar o huérfanos. Más adelante, fundó un orfanato en el norte de Londres, con sus propios ingresos de artista. El orfanato, o “hogar para niños pequeños” como ella lo llamaba, estaba decorado con sus patrones de voz.
Existe un libro que en el que se pueden ver los resultados de los experimentos de Margaret Watts Hughes. Se titula The Eidophone Voice Figures: Geometrical and Natural Forms Produced by Vibrations of the Human Voice (Figuras de la voz eidófona: formas geométricas y naturales producidas por las vibraciones de la voz humana), El libro fue publicado en 1904. Sin duda, ella fue una inventora, una mujer increíble que vale la pena conocer.
Ana Cristina Vélez
Estudié diseño industrial y realicé una maestría en Historia del Arte. Investigo y escribo sobre arte y diseño. El arte plástico me apasiona, algunos temas de la ciencia me cautivan. Soy aficionada a las revistas científicas y a los libros sobre sicología evolucionista.
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