Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Un truco olvidado

Para registrar la apariencia de una persona se acudía a la pintura, al dibujo; ambos, métodos costosos. El procedimiento de recortar la silueta presentaba el problema de que solo dejaba ver el perfil, no lo que había dentro. Pero quedaba un método bastante económico: portrait parlé o retrato hablado. Con el invento del daguerrotipo apareció una solución menos costosa pero complicada pues había que posar inmóviles entre catorce y cincuenta minutos mientras la placa de metal se oscurecía por efecto de la luz. Se obtenía una sola copia a través de El pincel del sol, como se llamaba a la fotografía en 1840. Cuentan que con frecuencia el fotógrafo dejaba al modelo solo, en frente de la máquina, y este, que debía estarse inmóvil, se iba a dar una vuelta, convencido de que sin el fotógrafo al frente suyo la máquina no sabría qué hacer. ¿Cómo sabe que no estoy al frente?, cándidamente, el sujeto hacía una extrapolación de la experiencia subjetiva del humano a la máquina.

Ya no somos tan ingenuos al respecto, las “maquinas” son parte integral de nuestras vidas; sin embargo, hemos olvidado trucos de esas épocas, sencillos pero útiles para apreciar las fotografías. Cuando miramos una imagen plana con dos ojos obtenemos una impresión bidimensional. Cada ojo lleva al cerebro la información de que la imagen es plana. Para convencerlo de otra cosa tendríamos que tener dos imágenes parecidas muy cerquita la una de la otra y levemente desplazadas: lo que ve el ojo izquierdo es un poco distinto de lo que ve el ojo derecho. Ponga el lector el dedo índice al frente de sus ojos, con el brazo estirado y cierre un ojo y después el otro. Podrá comprobar cuánto se desplaza en el espacio el mismo dedo que no hemos movido. Haciendo un esfuerzo, posible pero agotador, podemos fusionar las dos imágenes parecidas, creando visión estereoscópica. Hace unos años estuvieron de moda las postales y afiches que aprovechaban estas características de la visión para sorprendernos: en una imagen que a primera vista solo mostraba unos patrones abstractos coloreados y algunas veces solo puntos y rayas, después de mirar durante unos minutos se levantaban los volúmenes mágicamente; la sensación de tridimensionalidad era realmente fascinante.

Así que si queremos tener una experiencia especial al mirar una fotografía debemos cerrar un ojo y contemplarla por un rato, al menos cinco minutos. Entonces la magia surge. Cuando las fotografías se miran con una lupa también se produce esa sensación de espacialidad o tridimensionalidad. ¿Recuerda el lector los llaveros que vendían como suvenires, en las ciudades turísticas: eran plástico, en forma de pirámide, con una lente amplificadora en la parte estrecha y nuestra fotografía en la parte amplia. Se miraba contra la luz, el efecto tridimensional era maravilloso.

La distancia es otro factor importante. Para apreciar una fotografía debemos acercarla y alejarla hasta encontrar la distancia adecuada en la que se aprecia idealmente. No hay más que hacerlo por ensayo y error, ya que las fotografías se toman con distintos lentes. Así que cúbrase un ojo y acérquese y aléjese de la imagen hasta encontrar el lugar mejor.
El tamaño es otro factor. Cuando se amplían las fotografías tienden a perder contraste pero ganan en realismo. Claro que en la era del photoshop es posible recuperar y acentuar las cualidades y borrar los defectos. Una foto muy pequeña no es convincente; agrandada, la impresión de realismo, profundidad y relieve es mayor. Al reducir la perspectiva, nos acercamos más a la situación original de distancia entre cámara y objeto fotografiado. Cuando se trata de una pintura, ensaye el lector armar un tubo de papel, y luego mire por este con un solo ojo. Tendrá un efecto similar al de usar lente, o al de las pirámides a las que me acabo de referir.

Cuando miramos con los dos ojos no podemos engañar la mente. Con un solo ojo, la “mentira” puede convertir el modelo plano en uno sólido frente a nosotros.Y en la tarea de recordar viejos trucos, retomemos los de Leonardo da Vinci y sus reglas de perspectiva “aérea”, útiles para aumentar la sensación de profundidad; los fotógrafos también deben usarlas.

Estas son: controlar grados de tonos desde los más claros hasta los más oscuros, disminuir el contraste de los objetos que se encuentran más lejos, aumentarlo en los objetos que se encuentran cerca, hacer más borroso el fondo, más nítidos los primeros planos, más azulados los colores del fondo, más vívidos los colores cercanos. Ubicar elementos en primer plano, en plano intermedio y en el fondo. Cuando lo que se encuentra cerca como lo que está lejos poseen el mismo contraste, la imagen se aplana. Saber que los objetos que se encuentran a 450 metros o más se verán aplanados, aunque se trate de una edificación.
Ingeniería inversa: antes de tomar la fotografía mire la escena con un solo ojo. Un solo ojo remplaza una sola lente.

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