Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Un mundo mejor para los animales

Los cambios sociales son graduales y lentos, pues la cultura humana para mantener su estabilidad necesita mostrar resistencia a las ideas nuevas. Muchos consideran que si una idea ha prevalecido es porque se justifica, pero no siempre es válido desde un punto de vista ético. Dominar, colonizar y esclavizar pueden ser muy convenientes para una determinada economía, pero no son acciones justas, pues no deseamos que nos ocurran.

Desde el siglo XX, el conocimiento de los animales, de sus comportamientos, inteligencia yfisionomía ha crecido de una manera que nunca imaginamos fuese posible; no solo debido a la observación dedicada de zoólogos y etólogos, sino además por causa de los artefactos tecnológicos, que permiten observar los mundos submarinos, subterráneos, aéreos; por las cámaras de alta velocidad, de baja velocidad, por las micro cámaras, por las de rayos infrarrojos, etcétera. Este conocimiento nos ha ido revelando cómo son los animales y quiénes somos nosotros también. Muchos animales son más inteligentes, más creativos, mas empáticos y más parecidos a nosotros que lo que jamás imaginamos.

A los elefantes no los juzgábamos tan mal, por eso usamos la frase “tener memoria de elefante” para referirnos a tener una gran memoria. Sin embargo, nunca los creímos tan creativos hasta leer las conclusiones del estudio realizado por los biosicólogos Diana Reiss y Preston Foerder.

Estos llegaron a la conclusión de que los elefantes son capaces de utilizar para su conveniencia objetos que nunca han visto; digamos un cubo, para pararse en él y alcanzar frutas que adrede han sido dispuestas de manera inalcanzable. Son capaces de colaborar con otro elefante para lograr objetivos claros, como el de acercar un dispositivo que contiene alimentos, para lo cual deben trabajar dos, y coordinadamente. Son capaces de consolar a otro individuo cuando está afligido. Antes de las más recientes investigaciones, ya se sabía que los elefantes pueden descubrir depósitos de agua situados a distancias de cientos de kilómetros de su hábitat, y recuerdan, después de algunos años, cómo regresar a ellos; se sabía también que utilizan ramas para espantar moscas, que taponan agujeros con bolas hechas de cortezas de árbol que previamente han masticado, para recoger el agua que se filtra y poder después beberla. Además, lo elefantes parecen sentir congoja por sus muertos (véase «When Animals Mourn», en la edición de julio 2013, de la revista Scientific American).

Las mamás elefantes cuidan a sus hijos con esmero, se unen a otras mamás para protegerlos de los depredadores, haciendo círculos de protección. Y si un hijo muere, pasan días a su lado hasta asegurarse del hecho. Los elefantes se comunican entre ellos con sonidos y gestos del cuerpo: empujones, patadas y señales visuales, como inclinaciones de la cabeza o movimiento de las orejas. Se colaboran por el bien del grupo. Joyce Poole es uno de los expertos más importantes del mundo en elefantes, es cofundador de Elephant Voices, una institución que promueve el estudio y el cuidado ético de los elefantes. Plotnik y el reconocido experto en comportamiento animal Frans de Waal han hecho estudios recientes sobre la empatía en los elefantes. Entre animales que viven en sociedades no es nada raro que algunos comportamientos parezcan buscar un tipo de «reconciliación » después de una pelea. En decenas de ocasiones Plotnik y de Waal observaron dos elefantes consolándose entre sí. Cuando un elefante se asusta o está herido, otros lo calman, rozándole el cuerpo suavemente.

Stephen Harris y colegas han hecho un estudio sobre los elefantes de zoológico, y consideran que mantenerlos física y mentalmente allí es imposible. Los elefantes de zoológicos tienen sobrepeso, desarrollan tics, muestran una alta tasa de infertilidad y mueren más jóvenes que los elefantes en libertad. Stephen Harris ha contado 7,828 elefantes en cautiverio en el mundo, de los cuales, 1.654 están en zoológicos, 4.549 en “campos de elefantes” para turistas, 288 en circos, y el resto, en residencias privadas.

Las orcas son los “elefantes del mar”, enormes en tamaño y en inteligencia. La reciente película de Gabriela Cowperthwaite, “Blackfish” nos hace reflexionar seriamente sobre el abuso que continuamos infligiendo a las orcas, a los delfines y, en general, a los mamíferos marinos, para destinarlos al negocio del entretenimiento. En estudios recientes se ha llegado a la conclusión de que las orcas sufren, no solo por el espacio reducido al que se ven confinadas, pues ellas necesitan cientos de kilómetros para nadar, sino además por el trauma que implica su cacería, y el abuso mismo que es recibir un entrenamiento forzado, para aprender rituales y destrezas que hagan reír y asombrar a los humanos.

No existe entre los animales y nosotros la enorme distancia que pensábamos, ni siquiera las gallinas son tontas y frías, también ellas son maravillosas. El estudio (Scientific American de febrero de 2014 “Brainy Bird”) de Carolyne L. Smith y Sara L. Zielinski nos enseña muchas cosas sobre estas.

Las gallinas, se sabe desde hace medio siglo, tienen jerarquías sociales que los etólogos llaman “orden de picoteo”: las de más alto rango picotean impunemente a las de más bajo estatus, y así, en escala descendente. A las gallinas se les reconocen hasta 24 sonidos diferentes, relacionados con eventos específicos; son astutas y saben engañar. En experimentos controlados, en los cuales se las metió en una especie de realidad virtual, se demostraron muchas de sus asombrosas capacidades. Sus movimientos y sonidos son comprensibles para las otras gallinas. El llamado de una gallina puede avisarle a otra sobre la cercanía de un depredador aéreo o terrestre, sin que esta segunda tenga que verlo. Las señales que se envían crean imágenes mentales de un determinado asunto, y las respuestas muestran comprensión del mensaje; son diferentes si anuncian un predador o una fuente de comida.

Las gallinas piensan antes de actuar. Los gallos utilizan una estrategia llamada entre etólogos“compensadoras de riesgos”. Cuando están escondidos, hacen unas llamadas que atraen a los predadores, siempre y cuando las gallinas no corran peligro, pero sí los otros gallos competidores. Ellos mismos también se ponen en riesgo, y sabiendo que al estar escondidos entre un matorral su riesgo es menor que el del otro gallo, evalúan la situación y lo corren. Las gallinas sienten empatía. La mamá gallina se estresa cuando ve en sus pollitos algún tipo de reacción de estrés. En un experimento se ventila a los pollitos y estos se asustan. La mamá gallina con solo presenciar el asunto muestra aumento de los niveles de estrés, medibles en el incremento de las pulsaciones cardiacas y en el descendimiento de la temperatura de sus ojos.

Las gallinas pueden llegar a los diez años de edad, pero las criamos para sacrificarlas a las seis semanas; después de darles tormento de por vida. Las encerramos en jaulas en las que casi no se pueden mover, les recortamos el pico, que posee un entramado rico en terminales nerviosas; no ven la luz del sol, ni respiran jamás aire limpio. El objetivo de la industria de carne, de las cuales ellas son parte fundamental, es proveer de proteína a millones de seres humanos; asunto imposible.

El conocimiento aumenta la responsabilidad. ¿Cómo debería actuar yo si todo el resto del mundo me imitara? Es la pregunta ética que deberíamos hacernos. Después de saber, de entender cómo sienten los animales, no podemos seguir actuando de la manera en que lo hemos estado haciendo. Es necesario estudiar distintas posibilidades para cambiar la situación. Las películas de animales son hermosas y nos enseñan mucho más que viéndolos en los zoológicos. Las series del adorable David Attemborough sobre La vida en la tierra y sus cientos de documentales reemplazan cualquier pobre visión de zoológico, jaula, acuario o aviario. El tráfico de objetos de marfil le cuesta la vida a 35.000 elefantes, que los cazadores matan cada año. La mayoría de los espectáculos con animales, para entretenimiento humanos, no son deseables y no asistir a estos significa a la larga su desaparición. Todo cambio empieza con una postura personal, aunque sea insignificante como lo es el aleteo de una mariposa.

 

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