Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

The Age of Insight o La edad del entendimiento

La edad del entendimiento de Eric R. Kandel, New York, Random House, 2012

The Age of Insight es un libro escrito por un neurólogo, premio Nobel de medicina, interesado en comprender la relación del cerebro con el arte. Aunque el libro es largo, profundo, muy agradable de leer y comenta asuntos variados, es interesante mencionar uno que en este tipo de libro no es nada común: el recuento de las investigaciones que se han realizado con el objetivo de comprender el arte. Así que este escrito está compuesto por aquellos fragmentos seleccionados del libro de Kandel que abordan ese punto.

Kandel recurre a la Viena de finales del siglo 19 y principios de siglo 20 para explicar cómo se gestó esa nueva actitud intelectual, ese gran movimiento que abrió tantos caminos. En esa Viena “Moderna”, la ciudad más moderna del mundo en su momento, empezaron a calar dos ideas: que las verdades del universo podían ser reveladas por los métodos de las ciencias y que el autoexamen era necesario para comprenderse uno mismo y comprender la realidad. El propósito del autoexamen era buscar las reglas que manejan la psiquis.

A pesar de que Kandel está fascinado con el psicoanálisis y no deja a Sigmund Freud por fuera de su libro, piensa que la biología es una manera mejor de acercarse a la verdad sobre la mente. A través de la biología, dice, no se abordan los problemas como lo hace el psicoanálisis, pues este maneja un grado enorme de incertidumbre, y aunque un psicoanalista puede tener algunas percepciones profundas sobre la mente, no puede llevar a cabo experimentos que determinen si sus conclusiones son ciertas. Dado que el arte es un producto de la mente humana, estudiarla abre un camino para su entendimiento. Veamos cuales han sido esas ideas.

Alois Riegl fue el primer historiador de arte que incorporó elementos de la sicología y sociología a la Historia del Arte. Se dio cuenta de que los valores y normas culturales generaban cambios que influían en los estilos y en los juicios estéticos. Esto permitía formular principios comunes a las épocas y estilos del arte, de períodos históricos diferentes. Riegl argumentaba que para apreciar lo que es único de cada período cultural hay que conocer la intención y el propósito de la obra de arte. Riegl descubrió otro aspecto importante: que las obras de arte involucraban el estado emocional y perceptual del espectador, no solo convirtiendo eso que estaba en dos dimensiones en tres (en el caso de la pintura), sino dándole significado y valor, e interpretándolo en términos personales. Alois Riegl y Franz Wickhoff propusieron el arte como una característica que depende del momento histórico: lo que puede ser arte en una época puede dejar de serlo en otra.

Ernst Kris, crítico de arte de Viena, de la misma época, introdujo algunas ideas del sicoanálisis al arte; como la de que la ambigüedad en el arte generaba un proceso consciente e inconsciente de reconocimiento en el observador; donde este responderá empáticamente a la imagen, en términos de su propia lucha y experiencia. Kris influenció al historiador de arte Ernst Gombrich, ambos fueron pioneros en el desarrollo de una sicología cognitiva del arte – una sicología interdisciplinaria de la percepción y la emoción— tenían la idea cierta de que estaban pavimentando el camino para un acercamiento biológico a la percepción, a la emoción y a la empatía; como lo resumió Gombrich proféticamente: “sicología es bilogía” (pag. 62).

Para Gombrich no hay ojo inocente, pues toda visión involucra conceptos de interpretación y clasificación, y los objetos de arte no se escapan. Además, un aspecto de la observación es notar que en esta hay también mucho de invención, pues el cerebro es una máquina creativa. En la apreciación del arte una parte es creación de la mente, y la mente es una serie de procesos que ejecuta el cerebro.

Para el historiador de arte Erwin Panofsky, el arte podía ser interpretado en tres niveles que yacen en la memoria del espectador. Primer nivel: la interpretación preiconográfica, que concierne a elementos intrínsecos como la línea, el color, la forma, el asunto y la emoción; en este nivel, la interpretación depende de experiencias prácticas e intuitivas con esos elementos, sin apelar al conocimiento cultural. El segundo nivel es el de la interpretación iconográfica, que tiene que ver con el significado de las formas y sus expresiones dentro de un marco de referencia universal. El tercer nivel es el de la interpretación iconológica, que tiene que ver con la respuesta del espectador, restringida por su contexto histórico- cultural.

Estimulados en parte por los experimentos artísticos del siglo 20, los científicos del cerebro se hicieron las siguientes preguntas: ¿cómo es la biología común del observador de arte, qué cosa comparten todos los observadores del arte, cómo son las bases de la percepción visual, cómo se responde emocionalmente al arte y cómo se seleccionan y representan las emociones más primitivas?

El biólogo molecular Francis Crick, después de hacer su gran aporte a la ciencia con el descubrimiento de la estructura del ADN, se dedicó a estudiar los misterios de la percepción visual. Asegura que en vez de tener una imagen visual del mundo exterior en nuestro cerebro, lo que tenemos es una representación simbólica del mundo. En sus palabras: “Aquí tenemos un ejemplo de símbolo. La información en la memoria del computador no es una pintura, simboliza la pintura. Un símbolo es algo que pasa por algo, como lo hacen las palabra. La palabra perro pasa por una especie de animal. Nadie confundiría la palabra con el animal mismo. Un símbolo no tiene que ser una palabra. La luz roja del semáforo simboliza “pare”. Claramente, lo que esperamos encontrar en el cerebro es una representación de la escena visual en alguna forma simbólica” (pag. 233).

El neurocientífico David Marr combinó la sicología cognitiva con los conocimientos de percepción visual. Influenciados por Marr, los neurólogos modernos han desarrollado nuevos esquemas para el proceso de la información. La facilidad con la que vemos una figura en unas pocas líneas revela aspectos fundamentales de la manera como las imágenes están representadas en el cerebro. Por eso los artistas pueden deformar una cara y nosotros seguimos siendo capaces de reconocer una cara en ese dibujo distorsionado, por eso identificamos con facilidad los personajes de las caricaturas.

El neurocientífico Earl Miller, quien ha descubierto que el estímulo visual esta categorizado en el córtex prefrontal lateral, ve la categorización como la habilidad de reaccionar cognitivamente y de manera similar a estímulos que son visualmente distintos, y reaccionar diferentemente a estímulos que son visualmente similares. Una manzana y un banano son distintos pero entran en la misma categoría. Una manzana y una pelota de baseball son similares pero están en dos categorías diferentes. El córtex temporal inferior analiza la forma de un objeto y el córtex prefrontal le asigna una categoría. El córtex prefrontal asigna a una casa la categoría específica, por ejemplo, la de que es la nuestra.

El papel de la memoria en la apreciación del arte es fundamental. La memoria es el aglutinante que agrupa todo lo que es nuestra vida mental, ya sea frente al arte o frente a otros eventos. Somos, en buena medida, lo que hemos aprendido y podemos recordar.

Los científicos C. F. Nodine y Paul Locher realizaron un estudio sobre la percepción de obras de arte y encontraron que hay tres etapas. La primera, es la que hace un escaneo perceptivo en el que se examina globalmente el trabajo. La segunda, es la de reflexión e imaginación; en este paso se identifican los objetos y el asunto, se hace consciente, se entiende y se hace empatía con la naturaleza expresiva del trabajo. La tercera, la de la respuesta estética, es la que refleja los sentimientos del observador y sus emociones respecto al trabajo de arte.

El sicólogo Stanley Schacher dice que el cerebro interpreta el mundo haciendo inferencias que dependen del contexto. Schacher confirmó las ideas de Walter B. Cannon, sicólogo de Harvard, acerca de cómo la respuesta consciente emocional de una persona está determinada no solo por la especificidad de las señales fisiológicas en sí mismas, sino también por el contexto en el cual ocurren las señales. Los sentimientos no existen hasta que el cerebro interpreta las causas de las señales fisiológicas del cuerpo, los ensambla en una idea apropiada, una idea creativa que es consistente con las expectativas y el contexto inmediato.

El siquiatra Hugo Critchley y sus colegas de la universidad de Sussex en Inglaterra han encontrado que diferentes emociones pueden de hecho disparar distintas respuestas en el sistema nervioso autónomo, y esas respuestas autónomas producen respuestas fisiológicas específicas en el cuerpo. Ahora sabemos que las emociones son formas de procesar la información; por tanto, son formas de cognición.

Después de muchos experimentos se ha demostrado que en el mundo de las emociones, así como en el mundo de la percepción, los estímulos pueden ser percibidos consciente e inconscientemente. Además de los placeres sensoriales experimentamos placeres de otro orden más elevado, como el artístico, el musical, el altruismo e incluso las sensaciones de trascendencia. En parte nacemos con ellos y en parte son adquiridos. Frente a las obras de arte el cerebro asigna distintos niveles de significación a los elementos del cuadro, a la escultura, al baile. No es una sensación directa y sencilla, como la que tenemos con lo salado, lo dulce, lo caliente, lo frío; no, el cerebro necesita hacer una evaluación más compleja de información sensorial procesada a través de caminos especializados en el cerebro que son capaces de estimar el potencial de recompensa de un estímulo en el medioambiente, en este caso del arte.

Distintos intelectuales críticos y científicos, como Gombrich, Kris, Ramachandran, los sicólogos de la Gestalt y el crítico de arte Robert Huges, están de acuerdo en que nuestra respuesta al arte se deriva de la necesidad irreprimible de recrear en nuestro cerebro el proceso creativo –cognitivo, emocional, y empático, a través de cual el artista produjo el trabajo. Esta urgencia creativa del artista y del espectador a lo mejor explica por qué esencialmente cualquier grupo humano, de cualquier época y de cualquier lugar ha creado imágenes, a pesar del hecho de que el arte no es una necesidad física para la sobrevivencia. El arte es inherentemente un intento placentero e instructivo realizado por el artista y el espectador de comunicar y compartir con el otro el proceso creativo que caracteriza cada cerebro humano, un proceso que nos lleva al momento ajá, el repentino reconocimiento de que hemos visto dentro de la mente del otro, de que este nos deja ver una verdad que ha subrayado por medio de la belleza o la fealdad.

La idea central en la biología de la estética es que el artista crea una realidad virtual del mundo, en gran medida, de la misma forma como lo hace el cerebro del espectador. Para hacer esto, como lo señalaron Kris y Gombrich, el artista manipula esa habilidad innata del cerebro por medio de modelos perceptivos y emocionales de la realidad, con los cuales recrea el mundo externo. Para entender qué claves usa nuestro cerebro para hacer descripciones del mundo físico y humano alrededor nuestro, el artista tiene que ser un maestro intuitivo de la sicología cognitiva, de la percepción, del color y de las emociones.

El placer que procura el arte se explica así: la respuesta de las hormonas dopaminérgicas que se usan para anticipar el placer pueden ser la base fisiológica del placer que experimentamos ante el arte. El arte, a lo mejor aumenta la sensación de bienestar, pues se anticipa a una recompensa biológica; aunque sea una recompensa lejana, el placer de ver o experimentar vicariamente lo que quizás nunca se va a materializar. El arte nos puede conmover porque tenemos sistemas de empatía y porque representa la realidad. Muchas veces el arte es un modelo de la realidad y tenemos sistemas para evaluar la realidad emocionalmente. Se trata de un sistema que activa la emoción, la imitación y la empatía.

John Toby y Leda Cosmides, cofundadores de la sicología evolucionista, han dicho que el arte es universal porque cada ser humano fue diseñado por la evolución para ser un artista, y ha desarrollado su mente de acuerdo con principios estéticos. Desde la infancia, las experiencias orquestadas por cada persona en su interior son el medio artístico y la audiencia primera es el yo. La gran mayoría de las experiencias estéticas son experiencias que se quedan dentro de cada persona, y ocurren cada vez que esa persona imagina una variedad increíble de escenarios. Los seres humanos han inventado vías para expresar sus experiencias artísticas que pueden ser experimentadas por otros, son las distintas formas de arte. Pero las artes reconocidas socialmente son solo una parte pequeña del reino estético humano.

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