Realmente, la respuesta es NO. Muy pocas veces los comentarios publicados en las redes sociales consiguen el efecto deseado, su propósito. Estudios sobre las redes sociales han mostrado que la gente no solo tiende a mantenerse en sus creencias, lea lo que lea, sino que, además, cuando lee recuadros con ideas distintas de las suyas, las propias se afirman, y la polarización aumenta. Así que la indignación moral que exclamamos en Internet no tiene las repercusiones que creemos; es más, puede tener las contrarias. En muchos aspectos esto es negativo, y por eso es importante conocer los siguientes puntos que muchos sicólogos de las redes sociales han estudiado:
1 El problema de la superficialidad. La mayoría de los comentarios en las redes son meras frases superficiales, muchas veces indignadas o burlonas, que solo aumentan la polarización y el odio entre los grupos. Crecen la rabia entre los opositores, fortalecen el comportamiento tribal, multiplican los pensamientos irracionales y la sordera a toda idea diferente. Se aleja al lector de una postura flexible, de la apertura a nueva información y de disposición a la negociación.
2 Falsa ilusión. Cuando se hacen comentarios se cree de forma equivocada que se está participando activamente en la formación de una sociedad mejor, cuando en realidad no se está logrando nada. Es una ilusión el creer que se está haciendo mucho al comentar en las redes, cuando se sabe que no se está cambiando el mundo ni un ápice. Por ejemplo, si se quiere que la gente vote, hay que salir a hablar directamente con las personas, mostrar buenas razones por las que votar, mostrar las conveniencias de hacerlo, y poner empeño en esto. Se ha visto que los carteles indignados, insultantes o chistosos puestos en las redes no lo consiguen. Para cambiar la sociedad e influir en esta, se necesita conocer los hechos y las ideas de los grupos que se oponen, sus fortalezas y debilidades, saber dialogar y evitar ante todo el menosprecio.
3 Cortedad. Los comentarios en las redes no llegan a ser movimientos importantes, que necesitan la atención y la colaboración del grupo social. Se quedan en alaridos insultantes que se olvidan en las primeras 24 horas, que al día siguiente se desvanecen y se los lleva el viento como a hojas secas (además, crean fisuras entre las personas). Un movimiento como el de Me Too empezó en las redes sociales pero se volvió fuerte debido al trabajo serio de algunas mujeres que se propusieron convertirlo en un movimiento real. Para ello, buscaron maneras de atraer a la prensa, para divulgarlo y explicarlo hasta lograr que la gente lo entendiera y lo aceptara como una necesidad prioritaria. Esta sí es una manera efectiva de lograr un cambio social positivo y claro, que sobrepase lo personal.
4 Egolatría. Para muchas personas, las páginas sociales son caminos para liberar su propia tensión, su propia neurosis o alimentar su narcisismo. No importa cuántos “likes” se obtengan, estos no generan cambio social, pero es válido: podrían aumentar el ego de un narcisista. También, puede servir para liberar tensiones emocionales, y en ese caso, algo se consigue; sin embargo, se convierte en un círculo vicioso, pues el insulto genera insultos. A menudo ve uno en las redes sociales escenas de colegio en las que dos “se sacan la lengua” y se humillan con frases tan vacías como usted es un estúpido, y la respuesta: el estúpido será usted. Mutatis mutandis, así de infantil se vuelve la cosa.
Cuando en verdad se busque un cambio social, es necesario definir y delimitar el objetivo, definir cómo conseguirlo, tener métodos para medir los logros, ser profundo y evitar el menosprecio. Si el plan es ser un verdadero activista, lo primero es tener una causa, no cien, pues es una meta imposible. No escribir meras opiniones personales, pues la gente está cansada de leer frases superficiales que no contienen datos, cifras, evidencia, suficiente información ni profundidad.