Desde la primera página atrapa, como si se tratara de una novela de suspenso. Es fascinante Otro fin del mundo es posible. Muy poquitas veces, al leer un libro, uno siente miedo de que se le acabe muy rápidamente, y eso ocurre con este. Alguien me dijo que al leer Otro fin del mundo es posible le había asombrado la capacidad de predicción de Huxley (sin duda, fue un clarividente), pero que este no era un libro sobre el pensamiento de Gaviria. Y en ese punto discrepamos. Al escribirlo, Alejandro Gaviria muestra que sus intereses y preocupaciones coinciden con las de Huxley, y que incluso existe entre ellos una afinidad estética. Cada uno de los ocho capítulos del libro de Gaviria toca algún tema esencial. Se puede decir que un observador del mundo actual, interesado en el presente, se ve obligado a entender, procesar y repensar cada uno de los contenidos tratados allí.
El blog de hoy es un metaescrito: un escrito que reflexiona sobre las reflexiones de un escrito sobre otro escrito.
Vayamos en orden (capítulo uno): Por un lado, las importan, las ideas nos ayudan a vivir mejor, las ideas ayudan a que crezca el bienestar del colectivo. Por otro lado, las ideas pueden lograr lo contrario: pueden manipular, quitar objetividad y, por tanto, libertad. Las ideas sin pensamiento crítico, sin un entrenamiento arduo en el escepticismo, pueden condenar una vida a la miseria, porque se persiguen los ideales equivocados. Es útil elaborar ideas, jugar con ellas, manipularlas, pero es igualmente necesario saber dejarlas a un lado, para vivir el presente y no pasarse la vida meramente en el mundo de la representación.
La lista de penalidades hecha por Gaviria, inspirada en Huxley, es importante tenerla presente:
Sí, vamos a desaparecer y nos vamos a morir, y es una tragedia irremediable, y es necesario tenerlo presente; pero, por esa misma razón, porque somos transitorios, sabemos que estar aquí vivos es la primera lotería que hemos ganamos, la de la existencia (así lo ha dicho muchas veces Richard Dawkins).
Que somos un mero vehículo del ADN es algo que debemos tener presente. Sí, somos un vehículo, una estrategia que la vida ha descubierto o evolucionado para pasar al futuro nuestro ADN, con todas las consecuencias que acarrea el asunto. Por eso es necesario saber cómo funciona la evolución, para entender por qué somos como somos y qué lugar ocupamos en la cadena de la vida. Esto lleva a una posición de humildad, pues no podemos sentirnos el centro de todo, nunca más. Somos solo una pieza más del engranaje de la vida en la Tierra. Sí, una minúscula parte de un todo. De una vez, dejemos a un lado la idea pueril y pretenciosa de que somos amados por un dios que nos gestó a su imagen y semejanza. Nos queda imposible eludir las leyes de la Física y muy difícil ir en contra de los dictámenes de nuestra biología. El cerebro (la mente, su producto emergente) ayuda un poco, después de ser educado, para mitigar las tendencias biológicas. Por medio del uso de la razón algo escapamos del yugo de la biología. La razón es la herramienta con la que se consigue algo de libertad, se ejerce la compasión y se conquista la felicidad. La frase de Jacques Monod, que Gaviria cita en el libro, es bellísima, está en la página 24 (El azar y la necesidad, un título hermoso para un libro imprescindible): “El enfoque científico le revela al hombre que es un accidente, casi un extraño en el universo, y reduce la vieja alianza entre el hombre y la creación a un tenue y frágil filamento”.
Nada tiene un sentido intrínseco (ni la belleza ni la moral ni el arte tienen valor intrínseco). Y es verdad que vivimos en una ignorancia fundamental, y ni siquiera nos damos cuenta. Porque, ¿cómo saber que uno no sabe lo que no sabe? Solo sabemos que no hemos podido responder muchas preguntas…
El amor es un consuelo, la belleza también. El amor es la experiencia más importante de la vida. Por eso Walt Whitman condenó a todo el que caminara una sola legua sin amor, diciendo que caminaría amortajado hacia su propio funeral. Sin embargo, no sobra aclarar que el amor es la causa principal de sufrimiento en el mundo. Los dolores del amor pueden ser insoportables, pero también pueden ser exquisitos. Esa es otra posición filosófica y vital frente al amor. Tener miedo de amar es el más dañino de los miedos, pues priva de una de las recompensas más fabulosas que ofrece la vida. Antonio Machado lo describe muy bien cuando dice: “En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día, ya no siento el corazón”. Y los efectos del amor apasionado pueden ocurrir en el cuerpo por puro efecto de la mente y viceversa; leamos las palabras de Santa Teresa de Jesús:
“Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave, que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento”.
Bernini. Éxtasis de santa Teresa
Somos insaciables. La codicia es un pecado común y general. Los budistas saben que, en la carrera por poseer, la satisfacción se convierte en una meta inalcanzable. George Steiner lo dice con la frase perfecta que Gaviria cita en la página 27: “Una tristeza de la saciedad sigue a todos los deseos satisfechos”.
Es de humanos crear ídolos y seguirlos (es de todos los animales sociales obedecer a las jerarquías). Pero es de personas educadas el juzgarlos y dejarlos de seguir. Es de personas educadas el desobedecer cuando se debe.
Nos engañamos a nosotros mismos. Es algo lamentable que no siempre podemos evadir. En palabras de Alejandro Gaviria: “La vida es una actualización de nuestras expectativas más grotescas, un ejercicio reticente de realismo, una convergencia entre lo que somos y lo que creemos que somos, para usar el lenguaje de Huxley” (página28-29). Nos engañamos para esquivar las inconsistencias y las contradicciones entre lo que creemos que debe ser y lo que vemos que es. Lo hacemos para oscurecer el infortunio de no ser lo que quisiéramos ser, para lidiar con el reflejo que el espejo nos refleja (el espejo son los otros).
Somos beneficiaros y víctimas de la cultura. Este es un hermoso tema que toca el libro (que daría para escribir un libro entero). Sufrimos de ambigüedad. No es fácil lidiar con los conflictos interiores, pues nuestros intereses se contradicen muchas veces. Por ejemplo, como dice Gaviria, necesitamos pertenecer a una sociedad y sentirnos incluidos, y necesitamos independencia y sentirnos individuos únicos y autónomos.
La superpoblación es un problema grave. Huxley lo vio anticipadamente. Hoy, es el problema más serio que enfrentamos, o mejor dicho, que todavía no hemos enfrentado (en parte, porque para los políticos intentar parar el crecimiento poblacional significa la muerte política), y se nos vendrá encima. Drenamos nuestro planeta, y no solo de agua, porque la sed humana de poseer es insaciable.
Sobre el capítulo dos, en el próximo Catrecillo.