Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Procesar los alimentos nos hizo humanos

En la película El renacido nos muestran a Leonardo di Caprio comiendo como un troglodita, engullendo a dentelladas pedazos de un hígado enorme, del músculo de una pierna de carne cruda, pegando mordiscos a un pescado que todavía chapalea. El cine miente, y no solo en este aspecto, pues El renacido es una fantasía llena de imposibles, dizque basados en la realidad. Para desarrollar un cerebro grande es necesario ingerir muchas calorías; y para hacerlo, sin gastar todas las horas del día comiendo, es necesario consumir proteínas y grasas y procesarlas previamente, para digerirlas con facilidad.

En un estudio de Harvard, los investigadores comandados por Katie Zink, del laboratorio de Daniel Lieberman, llegaron a la conclusión de que hace dos millones de años los homínidos empezaron a gastar menos energía masticando carne y vegetales gracias al uso de herramientas para procesar los alimentos. Usar tajadores para sacarle a la carne tajadas muy delgadas, y morteros, para machacar los vegetales son ayudas enormes para la masticación y la digestión. Los investigadores usaron electrodos en la cara de los participantes para averiguar qué tan difícil es masticar la carne cruda antes de ser capaces de tragarla. Se dieron cuenta de que partirla ahorraba un 17% de masticadas, un ahorro significativo de esfuerzo para la mandíbula y de tiempo. Quizás un considerable cambio en la tecnología para ingerir los alimentos explique la reducción notable en el tamaño de los dientes, la cara y los intestinos del Homo erectus, respecto a sus predecesores. El H. erectus, apareció hace 1,9 millones de años y portaba un cerebro 50 % más grande que el de su posible predecesor, el H. habilis.

El biólogo experto en primates Richard Wrangham realizó una investigación por el mundo entero y se dio cuenta de que en los grupos de cazadores-recolectores modernos no se comía sin cocinar. Wrangham y sus equipo de investigación calcularon el consumo del H. erectus en seis kilos de vegetales crudos por día y algo de carne cruda. Incluso, comer la carne cruda no ayuda mucho, dijeron, pues sería necesario mascarla durante mucho tiempo para poder digerirla. El H. erectus, según cálculos de su equipo de investigación, habría tenido que pasar de 5,7 a 6,2 horas cada día masticando carne cruda para cumplir con sus mínimas necesidades energéticas diarias. A esto hay que sumarle las horas que toma la caza y la recolección de alimentos. Otros investigadores creen que el H. erectus no conoció el fuego.

Cocinar es la manera más eficaz de predigerir un alimento antes de ponerlo en la boca. El cerebro humano utiliza para funcionar bien el 25% de toda la energía que ingerimos. En una dieta de 2000 calorías diarias el cerebro consume 500. El cerebro de primate, lo asegura la investigadora Suzana Herculano- Houzel, requiere seis calorías al día para alimentar 1000 millones de neuronas. Un primate que come durante ocho horas cada día puede alimentar 53.000 millones de neuronas, pero su cuerpo no puede pesar más de 25 kilos. La relación entre peso y neuronas en los primates es muy clara y estable. Los gorilas y los orangutanes alimentan 30.000 millones de neuronas, para lo cual deben comer entre ocho y nueve horas cada día. Nosotros tenemos que proporcionar glucosa a 86.000 millones de neuronas y pesamos en promedio 60 o 70 kilos, para lo cual tendríamos que comer durante nueve horas cada día, si nuestra dieta estuviese formada por vegetales y carnes crudas, y no es así porque predigerimos los alimentos al cocinarlos. Muchos investigadores aseguran que sin la tecnología de cocinar no hubiéramos desarrollado la inteligencia que tenemos. La carne cocinada es fácil de digerir, lo cual hace que el intestino pueda absorber todos sus nutrientes con facilidad, sin gastar mucha energía en ello.

Por qué somos lo que somos no es algo que se haya explicado satisfactoriamente, pero sin duda la dieta y el que procesemos los alimentos previamente antes de ponerlos en la boca fueron factores determinantes en el desarrollo de la inteligencia.

 

 

 

 

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