La sicóloga Barbara Tversky dice que sabemos leer en los demás los gestos, las expresiones y las intenciones porque conocemos nuestros cuerpos, porque tenemos de referencia nuestros gestos y movimientos.
No nacemos aprendidos. Los bebés van aprendiendo poco a poco; sin embargo, con unos pocos meses de vida son capaces de entender algunas intenciones en los otros, antes de la acción. Todos, con la práctica, y porque simulamos las acciones de los congéneres, logramos reconocer las sensaciones a las cuales van ligadas ciertas posturas, gestos y movimientos. Tengamos presente que muchas veces las acciones son más reveladoras de las verdaderas intenciones que las palabras.
Es mucho lo que se conoce de las famosas neuronas espejo. Funcionan como resonancias motoras, pues ante los movimientos observados se activan las regiones del cerebro asociadas con los músculos que se necesitan para hacer esos movimientos. Cuando vamos en un auto conducido por mal chofer no podemos evitar que no solo se activen las neuronas espejo, sino que además se nos activen los músculos de piernas y brazos, casi que inevitablemente, tratando de corregir los errores del mal conductor. Por otro lado, y lo que es más increíble aún, es que las mujeres y hombres que se ponen Botox en la cara pierden la capacidad de entender los gestos finos en los rostros de los demás. Porque de cierta manera hacemos una mímica mental del gesto de la persona que tenemos al frente, y así entendemos mejor qué siente o qué significan sus expresiones faciales. Al anestesiar la cara se pierde el hilo conductor: la reproducción del gesto (internamente) y su entendimiento.
La resonancia motora dice que nosotros entendemos las acciones que vemos cuando las simulamos en nuestros cuerpos. Si usted ha jugado fútbol y está viendo un partido, si además conoce el juego desde su cuerpo, puede hacer mejores predicciones de cuándo se va a hacer un gol o cuándo fue lanzada la pelota con demasiada o poca fuerza. Las jugadas se entienden simultáneamente con la mente y con el cuerpo. La percepción de las acciones adquiere significado a través de entendimiento motor. Los expertos son aquellos con más articulados y complejos sistemas motores, y por eso perciben más significado en lo que observan.
El amague, en el juego, es la estrategia en la que un jugador utiliza las neuronas espejo del otro para hacerle adivinar, para hacerle anticiparse a una acción que él no piensa en realidad ejecutar. El amague es engañar el cerebro del otro utilizando esta característica.
El ritmo es el requerimiento más fundamental para una acción conjunta mínima, es también el fundamento para una acción conjunta máxima. El ritmo está profundamente metido en nosotros, en nuestro sentir, en nuestros cuerpos, en la manera como respiramos, en nuestras acciones. Hablar, comer, caminar, nadar, bailar, pensar o dormir están organizados por sus propios ritmos. Las actividades grupales sincronizan nuestros cuerpos con los de los otros.
Perfectos extraños crean ritmo entre ellos cuando tienen una actividad conjunta. La presencia de algún otro (una sola persona) modifica el comportamiento. Cuando vamos caminando solos por el campo, la mente va en un modo de operación distinto que si vamos caminando en un grupo, dentro de una excursión. Caminar en grupo o en la calle de una gran ciudad exige coordinación con los otros, para no estorbarles o tropezarnos. La bandada de aves, los cardúmenes, los rebaños de ovejas, la piara de cerdos, las jaurías de lobos y perros, y los jugadores de basquetbol se coordinan cada uno con los demás, mientras están accionando dentro del grupo. No sabemos cómo lo hacen ni porqué lo hacen tan coordinadamente, pero sí sabemos que existen muchas razones de peso, selectivas, para haberlo aprendido con la especie. Se trata de acciones coordinadas con el grupo para el beneficio individual.
Nos encanta hacer cosas en sincronía, sentimos mucha satisfacción cuando compartimos. Hablar en turnos, imitar o entretener son las formas como nos vamos poniendo atención y nos divertimos. La coordinación termina en cooperación. Los animales sociales cooperan: los elefantes, los delfines, las orcas, los lobos, los licaones, las abejas, las hormigas. Y lo que es muy importante: la cooperación es el origen del comportamiento moral, porque después de trabajar en equipo, cada uno quiere y exige que la recompensa sea repartida con justicia. Eso lo estudió en laboratorio, haciendo experimentos, el doctor Michael Tomasello (también Frans de Waal).
Tomasello Una historia natural del pensamiento humano.
https://www.ted.com/talks/frans_de_waal_moral_behavior_in_animals?language=es