Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Cómo hacer para mejorar la respuesta inmune, para subir las defensas, durante esta epidemia

Por lo apropiado del tema, traduje, en una traducción muy libre, este artículo tomado de Neurologica blog

La respuesta breve a la pregunta: ¿cómo se estimula el sistema inmune? es, no se puede. El concepto mismo de «estimular» el sistema inmune no es científico y no existe en la medicina convencional. La pregunta se hace porque existe un malentendido fundamental sobre la inmunidad de los sistemas biológicos. Dicho esto, hay cosas legítimas que se pueden hacer para optimizar la función inmune: simplemente evitando hacer cosas que inhiban la función inmune. Entendamos algunos principios básicos.

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Principios básicos

Los organismos biológicos son sistemas homeostáticos complejos y dinámicos. Puede parecer obvio cuando se piensa, pero muchas dudosas afirmaciones de salud violan esta comprensión básica de la biología. El sistema inmune en sí es un sistema altamente complejo, tan complejo que a pesar de que tenemos una gran cantidad de conocimiento sobre él, nos resulta difícil predecir el efecto neto que tienen cambios específicos en este. Por ejemplo, se han estudiado medicamentos para enfermedades autoinmunes, que han tenido un efecto contrario al predicho. Es muy importante ser muy cautelosos frente a cualquier estudio que pretenda mostrar un cambio en alguna medida de la función inmune, y que concluya que el producto es bueno y «refuerza» la inmunidad.

Pero quizás aún más importante es el concepto de bit homeostático. La inmunidad es producto de un delicado equilibrio al que se llegó después de millones de años de evolución. Si hubiera una manera simple de hacer que este sistema funcione mejor, ya habría evolucionado. Dicho de otra manera, no existe una forma simple de piratear el sistema inmunológico con suplementos, o de otras maneras. La inmunidad también es una espada de doble filo: lucha contra los invasores y las células dañadas, al mismo tiempo que trata de minimizar el daño a nuestros tejidos. Un ejemplo nos lo da la inflamación: es buena para matar bacterias, pero también causa mucho daño. Cuando se altera un delicado equilibrio como este, el resultado puede ser una enfermedad autoinmune.

Por lo tanto, debemos pensar dos o tres veces antes de hacer algo que tenga como fin alterar este delicado equilibrio. Es más probable que empeoremos las cosas en vez de mejorarlas. Necesitamos ensayos clínicos cuidadosamente realizados para determinar el efecto neto de hacer algo a la inmunidad en contextos clínicos específicos. Además, no hay nada mejor que un sistema inmunitario saludable: no existe una inmunidad «súper» que se pueda obtener con una dieta o al tomar un suplemento.

 ¿Qué funciona?

Para mantener el sistema inmunológico funcionando de manera óptima se necesita estar bien alimentado. La mejor manera es tener una buena dieta. Por lo general, no es necesario tomar suplementos, pues estos no reemplazan una dieta saludable. De haberlos, deben tomarse cuando hay un bajo contenido de uno o más nutrientes medidos en la sangre, o si se tiene una afección médica que demande un nutriente en particular. Por lo tanto, los suplementos deben tomarse bajo dirección médica y con razones basadas en la evidencia. No hay evidencia de que tomar suplementos de rutina tenga beneficios. Simplemente, lo adecuado es comer frutas, verduras y tener una dieta variada y completa.

En numerosos estudios se ha demostrado que la privación del sueño disminuye la función inmune (aunque muchos autores son conservadores al interpretar las implicaciones clínicas de esos resultados). Una hipótesis de lo que causa este efecto es que durante el sueño nuestros cuerpos reasignan recursos que no se están usando en la actividad de vigilia a la actividad inmune. Así que dormir es un buen estado para combatir las infecciones.

Otra forma de prevenir la inhibición de la función inmune saludable es evitar el estrés. Hay cientos de estudios que muestran que hay cambios en la función inmune como parte de la respuesta al estrés. Sin embargo, las implicaciones clínicas de estos cambios no están claras. Para citar un artículo de revisión:

“… hay poca o ninguna evidencia que relacione el cambio inmune relacionado con el estrés, en humanos sanos, con la vulnerabilidad a la enfermedad. Incluso, los grandes cambios inmunes inducidos por el estrés pueden tener consecuencias clínicas pequeñas debido a la redundancia de los componentes del sistema inmunitario o porque no persisten durante el tiempo suficiente como para aumentar la susceptibilidad a la enfermedad. En resumen, el sistema inmune es notablemente flexible y capaz de realizar cambios sustanciales sin comprometer a un huésped sano.”

Esto nos lleva quizás al factor más importante: ser en general saludable es lo primero. Estar enfermos pueden comprometer nuestra función fisiológica, y perjudica la robustez de nuestra respuesta inmune. También, estar enfermos pueden agotar nuestros recursos, pues la enfermedad deja menos recursos disponibles para combatir las infecciones. Estamos viendo esto en la pandemia actual: las personas más susceptibles son las personas mayores con enfermedades crónicas. No podemos eliminar mágicamente las enfermedades crónicas, pero es importante asegurarse de que se están tratando de manera óptima para minimizar los efectos negativos sobre la protección inmunológica.

Un factor importante son las enfermedades agudas. Si, por ejemplo, se contrae una gripa, eso hará que seamos más susceptible al COVID-19 porque el cuerpo utiliza recursos para combatir la infección inicial. Por eso es tan importante vacunarse contra la gripe y mantenerse al día con todas las vacunas. Las vacunas son la única forma legítima de mejorar la función inmunológica. Dan memoria al sistema inmunitario para un agente infeccioso específico, de modo que cuando se lo encuentra en la naturaleza, el sistema inmunitario puede responder de forma más rápida y robusta.

Prácticamente nada más funciona. Veamos algunos ejemplos específicos populares. Quizás la afirmación más común es que la vitamina C ayuda a combatir las infecciones. Existen numerosos estudios que analizan los efectos protectores de la vitamina C y, en general, no muestran ningún beneficio. Específicamente, si observamos el resfriado común (que es el más estudiado), no hay evidencia de que la vitamina C tenga un efecto protector en la población general ni, aunque se tome rutinariamente. Posiblemente haya un pequeño efecto, en términos de duración del resfriado, cuando se toman suplementos de vitamina C mientras se está enfermo. También puede haber un beneficio específico para las personas que se someten a un esfuerzo físico extremo a corto plazo. Entonces, básicamente, a menos que se esté en ese último grupo, no hay razón para tomar vitamina C, a menos que se tenga una deficiencia o se esté en riesgo de tenerla por alguna razón.

La vitamina D tiene un papel claro en la función inmune, y ahora se sabe que la deficiencia de vitamina D está asociada con un mayor riesgo de enfermedad autoinmune y una mayor susceptibilidad a la infección. De nuevo, su médico personal debe verificar su nivel de vitamina D y, si está bajo, recetarle el suplemento apropiado. Este es un buen momento para reforzar el principio de que hay niveles óptimos de vitaminas, y que más no es mejor. De hecho, más, puede llegar a ser tóxico, incluyendo la vitamina D. Por lo tanto, la suplementación dirigida se puede, pero la dosificación de rutina o «mega», no.

¿Qué pasa con los antioxidantes? Estos siguen siendo muy populares, a pesar del hecho de que no se ha comprobado que haya beneficio al tomarlos de forma rutinaria. Aún más, si se toman más de lo necesario, pueden tener un efecto inhibitorio sobre la función inmune. Partes del sistema inmunitario usan radicales libres de oxígeno como armas contra los organismos invasores. La supresión de esos radicales libres desarma parcialmente el sistema inmune. Esto nos lleva al principio de la homeostasis. Ya hemos desarrollado un equilibrio óptimo de estrés oxidativo frente a los antioxidantes naturales (cuando tenemos salud), así que se aconseja no meterse con la homeostasis.

Conclusión

Como suele ser el caso, es fácil distraerse con estos efectos cuestionables e insignificantes. Si se desea evitar COVID-19, se debe evitar el contacto, la exposición: lavándose las manos, no tocándose la cara, manteniéndose aislado físicamente y consultando al médico cuando se presenta algún síntoma. Si se desea maximizar las posibilidades de combatir la exposición o minimizar la enfermedad, hay que mantenerse saludable en general. Dormir lo suficiente, comer bien, tratar las enfermedades crónicas y mantenerse al día con las vacunas. En general, también debe evitarse cualquier producto que afirme que «aumenta» el sistema inmunitario. Esas afirmaciones no han sido estudiadas por la FDA y no tienen ningún valor médico.

Original

Boosting Your Immune System During a Pandemic

Puiblicado por Steven Novella en Science and Medicine

 

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