El daguerrotipo de Robert Cornelius, se cree, es el primer autorretrato que se conoce, o en términos actuales, la primera “selfie”.

En el año 2013, “selfie” fue nombrada la palabra del año por el Oxford English Dictionary. Se refiere a las fotos que la gente se toma, casi siempre con un teléfono, para publicar en las redes sociales. La selfie distorsiona un poco el rostro, pero ya nos hemos acostumbrado a estas deformaciones y casi ni las notamos. La distancia que permite el largo del brazo no es la adecuada; se necesitan algunos centímetros más para evitar la distorsión. Por supuesto, muchos resuelven el problema con las extensiones artificiales, diseñadas para colocar los teléfonos, pero solo una minoría parece usarlas. Tomarse una selfie de cuerpo entero es menos frecuente, pues se necesita un trípode.

Las poses que hacemos, dicen los estudios, revelan aspectos de la personalidad. En uno publicado en Computers in Human Behaviour encontraron que las personas más cuidadosas tratan de ocultar los datos que permiten ubicar el lugar donde fue tomada la foto; las personas abiertas miran la cámara directamente; aquellas personas que hacen boca de pato parecen ser inestables emocionalmente. No me parece un estudio convincente, pero reflexionemos libremente sobre la selfie.

Tomarse demasiadas fotos a sí mismo podría indicar narcisismo, pero esta es una reflexión elemental. Es explicable que las personas busquen estrategias que las favorezcan. Quizás para las mujeres, hacer boca de pato haga que sus labios luzcan más carnosos, pero no deja de ser un gesto ridículo; sacar la lengua también parece responder a una rebeldía pueril, y poner cara de beso es algo absurdo, pues no estaríamos dispuestos a besar a todo el mundo. Sorprende que la gente haga gestos que nunca hace, o casi nunca, para tomarse una selfie. La frecuencia con la que estas cosas ocurren convierten lo anormal en “normal”.

Antes de tomar la foto, los jóvenes deberían saber y cuestionarse lo siguiente:

La persona más interesada en uno es uno, pero no por ello los demás lo están.

Ya que no te interesan los asuntos de los demás, no todos, pregúntate qué quieres saber tú de los demás y otorga esa misma información sobre ti. No des más información, pues los otros van a sentir la misma desidia que sientes tú ante alguien que da más información que la que estás interesado en recibir.

¿Te interesa saber lo que come una persona, lo que compra? ¿Te interesa saber qué libro lee y si durmió bien o no? Toda esa información, que millones de personas dan a cada minuto sobre ellas mismas, no es interesante (por lo menos para a mí), y al mismo tiempo revela un enorme egocentrismo, y cierta ingenuidad y desconocimiento de los seres humanos. En un mundo atiborrado, saturado de información, hay que llamar poco la atención y cuando se hace, que valga la pena.

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