Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Las emociones están antes que la razón

Pascal lo anunció cuando dijo: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.

Epicuros

Epicuros. Copia romana del busto griego.

En la cognición, las emociones llegan primero, porque están antes de la razón. No solo eso, llegan, nos toman o las sentimos antes de darnos cuenta conscientemente. Incluso, hay personas que no se dan cuenta de lo que sienten hasta que alguien se los advierte.

Creemos erróneamente que somos muy conscientes de las emociones. La verdad es que no lo somos. Algunas personas, con más introspección que otras, son mejores para esta tarea, pero, para la mayoría, las emociones son invisibles, excepto las muy fuertes y las que responden a un evento de manera inmediata.

No somos conscientes, porque lo importante para la supervivencia es reaccionar movidos por ellas.  Porque antes de tener lóbulo frontal y antes de pensar en lo que pensamos y sentimos, o sea, antes de tener metacognición teníamos que responder al mundo social con emociones. Además, porque las emociones son estados químicos que han evolucionado en los animales para la supervivencia. Son básicamente dos: atracción y repulsión, y en este marco caben todas las sutiles variaciones que conocemos.

Pongamos un ejemplo: vamos por un camino solitario con una capa roja y una canasta con frutas, y sentimos pasos detrás de nosotros. Volteamos la cabeza, miramos hacia atrás, y no vemos nada especial. Seguimos el camino y de repente percibimos con el rabillo del ojo que las hojas de un frondoso árbol se mueven con fuerza. El corazón empieza a latir. El miedo se apodera de nosotros, corremos sin verificar qué hay allá, qué peligro estamos dejando atrás. No tiene caso detenerse a pensar, ¿qué estoy sintiendo? o ¿por qué estoy sintiendo lo que estoy sintiendo? No, lo que tiene sentido es correr ante una amenaza cuya peligrosidad desconocemos (al que se queda contestando estas preguntas se lo come el lobo). Por ese mismo motivo debemos confiar en la intuición cuando alguna situación nos parece peligrosa o cuando una persona no nos gusta, antes de esperar para comprobarlo. No esperemos a encontrar razones, las emociones están para decirnos cómo actuar, y aparecieron desde hace millones de años.

Fragmento, Hercules y Deyanira, pintados por Jan Gossart

Enamorarse es una emoción que casi todo el mundo ve en el enamorado antes de que este se dé cuenta. Porque sus síntomas son obvios: habla distinto, dobla la cabeza de otra manera, de repente se vuelve generoso, detallista, inspirado, canta y suspira sin advertirlo, y los demás se sonríen, pero el enamorado tarda días en darse cuenta; incluso, los hay que lo niegan durante meses (Dejad que cante el muchacho, de Serrat ).

La tristeza es una de las emociones que más esconde sus razones. Es claro que en algunas circunstancias la tristeza responde a la realidad: ante la muerte o la enfermedad de los seres queridos, o debido a la pérdida de un objeto valioso. Pero, muchas otras veces se instala silenciosa en el alma y hace llorar aparentemente sin motivo.

La rabia, cuando responde a un ataque, a un insulto, a una afrenta, a una agresión, es inmediata y tiene todo el sentido biológico: da fuerza y valor para defenderse. Pero hay rabias enfermizas. Uno conoce personas que viven en estado permanente de rabia interna. La esconden tomando una posición de indignación con la “realidad” (una realidad que a todos nos toca vivir, y no es exclusiva de ellos). Muchas cosas que ocurren en el mundo, en cada país, son ciertamente injustas e innegablemente crueles como para hacer dar rabia a cualquiera, pero las personas mentalmente equilibradas, sin dejar de actuar ni de resolver lo que pueden, para mejorar la realidad, dejan de sentir. Porque en ese caso, mantener el sentimiento no trae nada bueno. El sentimiento antecede la acción, y una vez estás actuando para que el mundo sea más justo, la emoción negativa se puede anular, para no hacerse daño uno por ahí derecho. Hay quienes no pueden librarse de la rabia: protestan, gritan, insultan, pero sin lograr matar a nadie, solo a la persona divertida que eran.

Canova

Del escultor Antonio Canova: Teseo y el centauro

Son los otros los que perciben muy fácilmente las emociones que sentimos, porque nos ven los gestos de la cara y nos ven la postura corporal. Los músculos responden a las emociones, por eso las emociones son imposibles de disimular. Las mujeres, se ha estudiado, ponen más cuidado a los otros y leen mejor estos micromovimientos de los gestos y posturas del cuerpo. Pero hay hombres expertos también. Las cuerdas vocales se afectan con las emociones, y por eso la voz revela los estados de ánimo.

Las emociones son contagiosas. A veces lloramos en los entierros, solo porque otras personas lloran. El asco es muy contagioso. Si una persona tiene el mal gusto de decir durante la cena que la carne está vieja, con eso basta para que el resto de la gente sienta disgusto por la carne. La alegría se pega. La risa es tan contagiosa que muchos programas de televisión la utilizan sin moderación para hacernos reír. En la histeria colectiva hay hechos realmente fantásticos. Quién no recuerda haber sentido miedo porque los amiguitos tenían miedo. Siendo niños, en una finca, hablando de fantasmas, en una alcoba mal iluminada. Las emociones son contagiosas porque somos animales sociales, porque tendemos a sincronizarnos con las personas familiares y amigas y con las personas que nos agradan.

Pica

Picasso, Mujer que llora.

Cuando oímos llorar un bebé los niveles de cortisol suben como respuesta al estrés. Aquí empieza la empatía: cuando experimentamos las emociones de los otros. Claro, esto no ocurre con todo el mundo, ni siempre, ni con todas las emociones, ni con la misma intensidad.

La cooperación es la clave del éxito de la especie humana, y las emociones son esenciales en la cooperación. Para trabajar con una persona hay que confiar en ella, debe gustarnos, debemos pensar de manera positiva respecto a ella. Cuando la emoción nos dice: huye de esa persona, debemos hacer caso y correr lejos. No hay que tenerles miedo a las emociones negativas, no hay que estar siempre felices y en paz. Es importante estar enojados y sentir tristeza, pues esas emociones tienen sus funciones y son tan útiles como las emociones positivas.

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