Continúo con algunas ideas fascinantes encontradas en el libro de Anil Seth Being you.

El yo tampoco es lo que pensábamos, es otra percepción más, es otra alucinación controlada. Si somos un solo yo, no puede haber más que solo uno. Pero la identidad cambia según estemos en un estado normal o bajo drogas. Tenemos un cuerpo y nos movemos, y esto nos hace tener un punto de vista. Luego está el yo social. Este es una parte de mí que se comporta de una cierta manera socialmente. La experiencia de quién soy yo depende de una manera substancial de cómo yo percibo que los otros me perciben.

A pesar de que cuando éramos niños no nos parecíamos a quienes somos de adultos, hoy seguimos pensando que somos los mismos. Tenemos una memoria autobiográfica. Las experiencias con el yo parecen cambiar menos que las experiencias con el exterior. Tenemos la falsa idea de que el yo es una entidad inmutable, porque somos ciegos a nuestros propios cambios y a entender el por qué los tenemos. La razón radica en que no nos percibimos para conocernos, nos percibimos para controlarnos.

Nuestra experiencia consciente del mundo a nuestro alrededor y de nosotros en el mundo pasa debido y a través de nuestros cuerpos vivos; por eso, no lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque percibimos nuestro estado corporal en la condición de llanto, asegura Seth.

Dice Seth que el yo no es una entidad inmutable que acecha detrás de las ventanas de los ojos en el mundo y controla el cuerpo como un piloto controla un avión. La experiencia de ser yo o de ser tú es una percepción por sí misma; o mejor, un conjunto de percepciones que están muy relacionadas y ligadas con el objetivo de que el cuerpo se mantenga vivo. Todo el tiempo, la percepción se cerciora de tener la información que necesita para sobrevivir. La percepción del yo no existe para descubrir que hay allá afuera en el mundo o aquí en el cuerpo, existe para hacer un control fisiológico y hacer la regulación necesarios para permanecer vivos. Las emociones y los estados de ánimo son el aspecto subjetivo de las predicciones sobre las causas de las señales interoceptivas, son formas de alucinaciones controladas impulsadas internamente.

Las emociones y los estados de ánimo, como todas las percepciones, provienen de adentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Ya sea el miedo, la ansiedad, la alegría o el arrepentimiento, cada experiencia emocional tiene sus raíces en la mejor suposición perceptiva —de arriba hacia abajo o de adentro hacia afuera (como dicen los americanos: Bottom- down)— sobre el estado del cuerpo (y sobre las causas de este estado). Reconocer esto es el primer paso clave para comprender cómo las experiencias de ser un yo encarnado están ligadas a nuestra materialidad de carne y hueso.

Estas formas de la propia percepción no son meramente sobre cómo registramos el estado del cuerpo, ya sea desde afuera o desde adentro. No, estas formas de la propia percepción están íntimamente y causalmente ligadas a lo bien que lo estamos haciendo, y a lo bien que lo haremos en el futuro para la tarea de continuar vivos.

La voluntad o libre albedrío también es una alucinación. Como pone de ejemplo Seth: aunque hacerme un té es completamente consistente con mis creencias, valores y deseos, yo no escogí tener esas creencias, valores y deseos. Yo quiero una taza de té, pero yo no escogí querer una taza de té. Las acciones voluntarias no lo son, porque vengan de un alma inmaterial. Son voluntarias porque expresan que yo, como persona, “quiero”, aunque no pueda escoger esos quereres. Arthur Schopenhauer lo dijo así: “El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede decidir querer lo que quiere”.

¿Y quién es ese “tú”?

Ese ser “tú”, en cuestión, es el conjunto de creencias previas, valores, metas, recuerdos y mejores conjeturas perceptivas relacionadas contigo mismo, que colectivamente conforman la experiencia de ser tú. Las experiencias de volición en sí mismas pueden verse como una parte esencial de ese paquete de individualidad: son otra especie de alucinación controlada o controladora, relacionada con uno mismo. En conjunto, ese ser tú es la capacidad de ejercitar y realizar acciones, tomar decisiones y pensar pensamientos que son únicamente suyos.

Otros seres

El estudio de la conciencia animal arroja dos beneficios profundos. El primero es el reconocer que la forma como los humanos experimentamos el mundo no es la única forma. Nosotros habitamos una región minúscula en el vasto espacio de las posibles mentes conscientes, y la investigación científica de este espacio no hace mucho más que soltar lucecitas de bengala dentro de la oscuridad. La segunda es la recientemente encontrada humildad. Mirando la enorme diversidad de vida en el Planeta —debemos valorar más y dar menos por sentado la riqueza de la de la experiencia subjetiva en todas sus variedades y características distintivas, ya sea nuestra o de los otros animales. Hoy nos damos cuenta de que tenemos que encontrar renovadas motivaciones para minimizar el sufrimiento dónde y cómo sea que se dé.

La conciencia y la Inteligencia artificial

Llegó la hora de preocuparnos por la conciencia que las máquinas de inteligencia artificial puedan llegar a tener. ¿Qué cualidades serán necesarias y cuáles serán suficientes para que se dé la conciencia? Son las preguntas que surgen.

La primera suposición es la del funcionalismo. El funcionalismo sugiere que la conciencia no depende del sistema donde se da. Si un sistema trasforma las entradas en salidas, del modo apropiado, entonces habrá conciencia; sin embargo, procesar información no es suficiente para que se dé la conciencia. La otra suposición es que la clase de información que se procesa es suficiente para tener conciencia, y es lo que subyace a la inteligencia. Juntamos conciencia con inteligencia, pero esta idea no está sustentada todavía.

Al hacer los computadores más inteligentes, no los estamos haciendo más capaces de sentir. Esto no quiere decir que alcanzar la conciencia con una maquina sea imposible.

Las máquinas de inteligencia artificial pueden engañar, algunas veces, al responder al test de Turin, y nos hacen pensar que tienen conciencia, aunque no la tengan.

Todo en la experiencia de la conciencia es alguna clase de percepción. Y cada percepción es una especie de alucinación controlada. El libre albedrío es una percepción, la forma como fluye el tiempo es una percepción, y quizás la tridimensionalidad del mundo es también una experiencia de la percepción.

Y ¿la muerte y la conciencia? No es necesario preocuparse por esto, pues desde el punto de vista de la conciencia cuando llegue el final de la vida, y el cuerpo muera, morirá la conciencia y no habrá nada más, absolutamente nada que temer.

Estas son ideas que están en el libro de Seth Anil, Being You. A New Science of Consciousness. Dutton. Penguin House Mondadori, 2021.

Recordemos el famoso epitafio, por eso de que sabemos poco sobre lo que sabemos de nosotros mismos:

No te quiero doctor Fell, no sé porqué / Razones ha de haber / Lo que sé y lo sé bien / Es que sé que no te quiero doctor Fell.

 

 

 

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