A Costanza Piccolomini la conocemos porque el gran escultor barroco, Gian Lorenzo Bernini, le hizo un retrato en mármol. Uno de los más bellos jamás hechos. El busto destila aprensión y sensualidad. Ella está medio despeinada, pero, por detrás, tiene el pelo atado en una trenza de la que se sale un mechón. Parece respirando por la boca, con la mirada alerta, los ojos muy abiertos, y está en ropa interior. En los retratos escultóricos de la época, las mujeres lucían peinados muy elaborados y vestidos suntuosos. Pero este busto no es así, porque Bernini no lo esculpió para el público, sino para él. Con este retrato, Bernini la inmortalizó.

Los Piccolomini eran de ancestros aristócratas, pero el padre de Costanza era un empleado pobre. De su madre no se sabe nada. Costanza Piccolomini vivió 48 años. Nació en Italia, en 1614, y murió en 1662. A los 18 años se casó con el escultor, restaurador y marchante de arte Matteo Bonucelli. Bonucelli fue ayudante de Bernini.

Costanza tenía 22 años y Bernini 38 cuando se conocieron. En octubre de 1637, el busto estaba terminado. Un año más tarde ocurrió el incidente que marcó su vida: Gian Lorenzo Bernini vio a su hermano Luigi, menor que él, saliendo de la casa de Costanza a horas extrañas. Ay, como dijo Luis Góngora:
¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!

Bernini persiguió a su hermano y lo aporreó. En la golpiza, le quebró dos costillas. Este huyó de Roma a Bolonia y Costanza fue castigada por adulterio (contra su marido). Fue enviada a la cárcel de mujeres, de la época, al monasterio de casa Pía. Pasó hambre y enfermedades durante el año de cautiverio. Luego, después de suplicar perdón al gobernador, volvió a casa con su marido. Matteo Bonucelli no solo la perdonó, sino que la nombró heredera de su fortuna. En su testamento dice: «A la Señora Costanza Piccolomini, mi amada esposa».

Hasta ayer, nunca supe de la perversidad de Bernini. Después del incidente, Gian Lorenzo envió a su mensajero personal con un regalo a casa de Costanza. Ella abrió la puerta, y cuando fue a recibir el regalo, el mensajero sacó una cuchilla y le cortó la cara bajo la orden explícita de deformarla. La injusticia no terminó ahí. El mensajero fue desterrado y Bernini fue multado con tres mil escudos que nunca pagó, porque recibió indulto del papa. Según el propio Urbano VIII, Bernini era solamente un «hombre raro, de ingenio sublime y nacido por disposición divina y para gloria de Roma, para iluminar este siglo»*. Hoy, Bernini habría pasado muchos años en la cárcel y probablemente con pocos encargos escultóricos. Bernini es uno de los artistas más grandes que ha dado la humanidad, pero un excelente artista puede ser también un sátrapa, y no es este el único caso. Caravaggio, además de ser uno de los más grandes pintores de la historia, fue también un asesino; así mismo, Benvenuto Cellini fue además de escultor, orfebre y escritor, ladrón y asesino.

Después de soportar los horrores de la cárcel de mujeres, Costanza Piccolomini Bonarelli volvió a la casa con su marido a trabajar con la fortaleza que la caracterizaba. Se convirtió en una comerciante de arte muy exitosa. A los 39 años, luego de la muerte de Matteo Bonucelli, y no se sabe de quién, quedó embarazada. Tuvo una hija, Olimpia, a quien dejó una buena parte de su herencia. Donó a un convento la otra parte, con la finalidad de redimir sus pecados.

*Wikipedia.

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