El origen de las dos palabras es el mismo. Gárgara es el sonido que se produce cuando un líquido baja por un tubo, mientras burbujas de aire se interponen en el camino. La palabra también se utiliza para describir el acto de poner un líquido en la boca, al tiempo que se tira la cabeza hacia atrás, y se exhala aire.
En latín, gargŭla es garganta; en griego, gargărīzo es gárgaras; en francés, gargouille es gárgola, y el verbo gargouiller significa gorgotear, o sea, producir un ruido semejante al que se ha descrito.
Las gárgolas son soluciones arquitectónicas que resuelven el problema de botar el agua que se recoge en los tejados, convertida en un chorro, lo más lejos posible de los muros. No solo existen para protegerlos, sino además para embellecer la edificación, o al menos, para darle un valor agregado. No sea que la gota agote la piedra…
Las gárgolas más famosas son las francesas del siglo XIII. Cuando se mencionan, a casi todos se nos vienen a la cabeza las de la catedral Nuestra Señora de París. En general, las figuras decorativas de las gárgolas adoptan formas variadas de animales: leones, en la antigua Grecia, perros, demonios, dragones, sirenas, brujas, seres humanos, grifos, vegetales y formas geométricas.
A pesar de la variedad, las gárgolas son en su mayoría demoníacas o grotescas. ¿Por qué? Una idea personal: porque es imposible hacer una figura con la boca muy abierta y que no parezca que va a vomitar. Los conocedores dicen que la utilización de esos seres demoníacos y amenazadores tenían un segundo propósito: el de proteger las iglesias de los espíritus malignos. Mejor dicho, trataban de asustar a los diablos con los diablos propios.
Cuando estas figuras no sirven para desaguar se llaman quimeras o grotescos. La palabra grotesco viene de grotesque, que son las imágenes que ilustraban los manuscritos medievales. Por lo general, esas imágenes o pequeñas pinturas se componían de la unión de dos animales, o de humanos con animales, o de animales con plantas. Hoy, grotesco significa feo, anormal, incongruente, bufonesco, caricaturesco, absurdo, repulsivo. En la antigua Roma, los sótanos de las edificaciones eran decorados con dibujos de seres mixtos llamados grottoes. El origen italiano de la palabra grottoes viene de grotto, que significa cueva.
Hay gárgolas simples, puramente funcionales: un tubo para botar el agua. No usamos el evocativo nombre para referirnos a esas, sino a los seres diabólicos con alma de piedra que nos miran desde lo alto, acechantes, que nos podrían robar la calma o el alma. Sin duda, las gárgolas son obras de artistas que conocían la sicología humana. Respondemos con miedo a los monstruos (lo que se sale de la norma), a los ojos abiertos y a las bocas dentadas. Evolucionamos para entender velozmente las amenazas. Aquellos que no respondían con rapidez no tuvieron tiempo de dejar descendientes.
Existe una enfermedad llamada gargolismo, Mucopolisacaridosis tipo I, o enfermedad de Hurler. Los aquejados no duran mucho, pero pueden vivir hasta la adolescencia. Presentan talla baja, deformidades óseas, retraso mental, alteraciones oculares y faciales. Son feos. La falta de una encima hace que con el tiempo cada célula y el conjunto se vayan “deformando”.