Llegó a mis manos y la empecé a leer con cierta distancia, 383 páginas, pero en menos de una hora ya estaba enganchada. La novela nos sumerge en los pensamientos y en la vida de Marcel Kremer, un hombre maduro, pero todavía joven, cuya suerte ha sido negra. Marcel está desencantado de la vida, en realidad, está traumatizado, pero mantiene un vínculo con la ciencia, con la física, que es su campo de estudio y con el recuerdo de lo que ha sido el amor en su vida. Es un ser sensible a la música y al arte.
La diferencia entre el horror y la tranquilidad a veces depende de lo que ocurre en un segundo. Es lo que llamamos accidentes. Marcel pasa 12 años de su juventud en la cárcel y con el encarcelamiento pierde todo, todo lo que daba por sentado, lo que sentía tan seguro, tan suyo. Nos preguntamos todo el tiempo las razones, él porqué, y Andrés Obando nos mantiene en vilo, soltándonos cuidadosamente, en dosis pausadas, la información que hace la trama de esta novela. Este ir despacio permite que el escritor nos lleve a otros rincones de la vida de Marcel y así podamos conocer con profundidad al personaje.
Voy a hacer un paralelo que permite explicar cómo se siente la lectura de esta novela, no es una película de acción, es una serie. Hay acción y hay suspenso, pero no es el plato fuerte. El plato fuerte es descubrir quién es el personaje, saber por qué estuvo en la cárcel, pero, además, es la Alemania después de la caída del muro de Berlín. El plato fuerte es la verdad detrás del idealismo político, es la gran decepción que son todos los idealismos. Marcel es el primer protagonista de esta novela y Alemania es el segundo protagonista de esta novela.
Alexandra, una escritora dentro de la novela, dice una frase que se puede aplicar a Obando: “Para un escritor, el origen de cualquier cosa es, en muchas ocasiones, él mismo, sus propias experiencias y pensamientos. Pero en mi caso, así sea en una novela con algún escenario cercano, la mayoría de las veces me logro desprender del todo de mí misma, solo dejando mis ideas y opiniones, las cuales quedan engranadas en las palabras y en los pensamientos de los personajes…” Creo que Andrés Obando no escribe sobre él. Obando es un narrador potente con mucha imaginación. Uno sabe que no está usando la novela para contar su vida, uno sabe que esta novela y seguramente también sus otras dos novelas son producto de su capacidad inventiva, de su ingenio y de su gran capacidad narrativa.
La novela es impecablemente ordenada, no deja cabos sueltos, es redonda y muy bien articulada. Está salpicada de palabras del alemán, llenas de sentido, que caen en el momento preciso y adornan la novela. La novela te deja vivir Berlín, te mete en mundos desconocidos, te trae a la mente lo que se vivió y se olvidó de lo que fue la Alemania socialista. No puede creer uno tanta destreza en un escritor que ronda los 33 años.
Leyéndolo, pensé todo el tiempo en esa gran película que se llama La vida de los otros. Esta novela y esa película no se las puede uno perder.
Ana Cristina Vélez
Estudié diseño industrial y realicé una maestría en Historia del Arte. Investigo y escribo sobre arte y diseño. El arte plástico me apasiona, algunos temas de la ciencia me cautivan. Soy aficionada a las revistas científicas y a los libros sobre sicología evolucionista.