Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

El ADN, James D. Watson, Francis Crick y el proceso creativo

Entre los motivos cautivantes de la charla que da James Watson en TED sobre su gran logro están no solo su franqueza al referirse a los asuntos humanos relacionados con el descubrimiento de la estructura espiral del ADN, sino también el hacernos visibles los factores que entran en un proceso creativo de alta complejidad y dificultad. En el libro Creatividad e inventiva. Retos del siglo XXI se los analiza detalladamente, y en este escrito, bajo la óptica del libro, se destacan algunos de ellos.

Los procesos creativos nacen muchas veces de ideas que los preceden. El ADN se conocía desde 1969, se sabía que estaba formado por un pequeño conjunto de bases nitrogenadas, más un azúcar y un fosfato, se conocían además, a partir de experimentos, distintos aspectos de su comportamiento, pero se desconocía su estructura y cómo funcionaba.

No solo se necesitan ideas precursoras sino también nichos apropiados, para que las ideas aparezcan en una cultura abierta a recibirlas. James D. Watson y Francis Crick no solo trabajaron en un campo abonado sino, casi se podría decir metafóricamente, “minado”, pues cada paso que se daba podía hacer explotar una idea genial que llevara a otros, antes que a ellos, al descubrimiento.

En el libro Creatividad e inventiva se destacan, en el análisis de la personalidad creativa, la importancia de la constancia, la determinación, la actitud desafiante; aspectos que Watson expone claramente en su charla. Cuando Watson nos cuenta su historia nos revela datos que actuaron como acicates de su creatividad: desde niño salía con su padre a observar aves, y hacerlo es una manera de aprender a observar; leyó un libro definitivo en el nacimiento de su interés en este tema, ¿Qué es la vida?, de Erwin Schrödinger. Watson conocía las ideas de Darwin, pero quería entender cómo podía haber sido el origen de la vida. Todo lo que cuenta Watson revela la fortuna de haber ocupado un nicho apropiado, un medio intelectual fértil, pues sin bibliotecas, sin educación, sin las ideas de otros, sin apoyo familiar y sin mucha información, es difícil descubrir, innovar y crear.

El libro de Erwin Schrödinger le señaló un camino por el cual a él solo no se le hubiera ocurrido transitar: el de ver el fenómeno de la vida como información codificada en el cromosoma, información que tenía alguna manera de replicarse. El interés y la pasión son contagiosos, y los libros y las películas son como virus que los trasmiten.

De repente, en el teatro de sus vidas entró un genetista importante, Linus Pauling. Pauling era una competencia para temer: bioquímico, químico, biólogo molecular, cristalógrafo (premio Nobel dos veces, en el campo de la química y en el de la paz). Debe destacarse que la competencia actúa como catalizador en el proceso creativo: lo acelera, aumenta la capacidad de trabajo, el entusiasmo, la energía y la dedicación.

También entraron en escena Maurice Wilkins, Rosalind Franklin y el Instituto Rockefeller, que ofrecía apoyo económico a los avances en el conocimiento del ADN. Maurice Wilkins, físico dedicado a la biofísica, había logrado hacer una fotografía de rayos X en la cual se intuía la estructura del ADN, debida quizás a sus distintas moléculas. Los rayos X era la tecnología que se usaba para la cristalografía, en los departamentos de química. El uso de tecnologías y la mezcla de ideas de distintos campos son motores fundamentales en un proceso creativo complejo.

Crick y Watson se conocieron en el departamento de física de Cambridge cuando Crick tenía 35 años y Watson 23. Juntos decidieron construir un modelo que reflejara la estructura del ADN. Empezaron usando las estructuras eléctricas visibles por los rayos X y tratando de responder una pregunta ¿cómo se doblaría la molécula? Linus Pauling ya había propuesto una estructura de hélice para las proteínas, llamada hélice alfa, propuesta que los hacía temblar de miedo. A Crick se le ocurrió que a lo mejor la hélice era compatible con el diagrama que había mostrado la foto tomada con rayos X, así que se pusieron a construir un modelo de tres cadenas. Tanto Wilkins como su ayudante, Rosalind Franklin, se rieron del modelo, dijeron que era muy malo, y momentáneamente Watson y Crick lo dejaron a un lado.

Watson y Crick sabían que Linus Pauling era capaz de construir el modelo y quitarles la felicidad de ser ellos quienes lo encontraran. Linus Pauling viajó a Cambridge a ver la fotografía de rayos X, pero no se la mostraron; así como suena, descaradamente, se la escondieron. Sin embargo, en algunos artículos publicados circulaba la foto inspiradora; todo indica que si llegó a manos de Pauling este no la observó cuidadosamente, dice Watson. Sin embargo, seguía corriendo el rumor de que el gran contendor llegaría a Cambridge a investigar en el mismo campo. Eso no ocurrió; no viajó el padre, pero envió a su hijo. Peter Pauling llevó a Cambridge el manuscrito sobre el ADN, escrito por su padre. Para felicidad de Crick y Watson, Pauling no parecía estar moviéndose en la dirección correcta. Preocupados y presionados indirectamente por su prestigioso contendor, buscaron al químico Alex Hust. Hust les aseguró que lo que Pauling proponía era imposible y no funcionaría (uno se los imagina frotándose las manos). En el mundo de los descubrimientos muchos son los llamados y pocos los elegidos, pero el azar, otro elemento que entra con frecuencia en el juego creativo, debe sorprender con los ojos abiertos al creador.

Wilkins y Rosalind Franklin buscaban lo mismo a través de modelos; entonces, Watson y Crick volvieron a los modelos. Rosalind estaba muy calificada para descubrir la estructura del ADN, por su entrenamiento en cristalografía, pero no tenía suficientes conocimientos de química. Watson admite, sin ninguna vergüenza, que ellos tampoco tenían los conocimientos de química que se necesitaban para resolver el problema. Como estaban las cosas, el modelo habría sido en ese instante un rompecabezas sencillo para un químico. Watson y Crick estuvieron poniendo los átomos de hidrógeno en el lugar equivocado, hasta que el 28 de febrero de 1953, con la ayuda de un químico que les señaló el error, ubicaron los átomos de hidrógeno en el lugar correcto y ¡EUREKA!, el apareamiento de las bases se hizo visible y posible; todo empezaba a ponerse en su lugar y a funcionar. En menos de dos horas llegaron a la conclusión de que habían encontrado la estructura del ADN, la que explicaba su funcionamiento, capacidad de división y copia.

Ver el siguiente enlace que muestra la estructura en doble hélice en funcionamiento: http://apod.nasa.gov/apod/ap120821.html

Varios años de trabajo adicionales les tomó completar el estudio y darle la solidez necesaria para ganar la aceptación de la comunidad científica. Así se lee en la página de premios Nobel: “El Premio Nobel de Fisiología o Medicina 1962 fue otorgado conjuntamente a Francis Harry Compton Crick, James Dewey Watson y Maurice Hugh Frederick Wilkins ´Por sus descubrimientos sobre la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva´”. Entre el descubrimiento y la otorgación del premio Nobel trascurrieron nueve años.

Pero en un medio competidísimo las cosas no paran ahí, otros toman la batuta, se adelantan, encuentran nuevas cosas, llegan en el momento adecuado para patentar el descubrimiento (pues para patentar también se necesitan situaciones especiales), como ocurrió en 1973, con dos científicos de la Universidad de Stanford, Boyer y Cohen, que no solo lograron todo lo anterior más el hecho de volverse ricos, sino también abrir las puertas a la industria biotecnológica.

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