Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Cuando los machos se portan mal

Una reseña del libro de David Buss, Cuando los hombres se comportan mal: las raíces ocultas del engaño, el acoso y la agresión sexuales (Little, Brown Spark, 336 páginas, abril de 2021) hecha por Rob Henderson, y traducida por la autora de este blog, Catrecillo.

El profesor David M. Buss, destacado psicólogo evolutivo, en la introducción de su nuevo y fascinante libro, afirma que “descubre las raíces ocultas del conflicto sexual”. Aunque el libro se enfoca en el mal comportamiento masculino, también contiene una visión general amplia y fascinante de la psicología del apareamiento.

El sexo, tal como lo definen los biólogos, está definido por el tamaño de nuestros gametos. Los machos tienen gametos más pequeños (espermatozoides) y las hembras tienen gametos más grandes (óvulos). En términos generales, las mujeres y los hombres tuvieron, en el entorno ancestral, intereses contrapuestos. Las mujeres eran más vulnerables que los hombres. Asumían muchos más riesgos al tener relaciones sexuales, incluido el embarazo, el cual era peligroso en un entorno sin tecnología moderna. Además de los costos físicos, en las etapas finales del embarazo, las mujeres también deben obtener calorías extra. Según el Royal College de Obstetras y Ginecólogos de Gran Bretaña, las mujeres en su último trimestre de embarazo consumen 200 calorías adicionales por día, o 18,000 calorías más de lo que hubieran necesitado en otras circunstancias. Este excedente no era fácil de obtener para nuestras antepasadas. Los hombres, además, no se enfrentaban al mismo nivel de riesgo sexual.

Estas diferencias en la biología reproductiva han dado lugar a diferencias en la psicología sexual que son comparables a las diferencias sexuales en altura, peso y masa muscular en la parte superior del cuerpo. Sin embargo, Buss explica que tales diferencias siempre llevan el calificativo «en promedio». Algunas mujeres son más altas que algunos hombres, pero en promedio los hombres son más altos. Asimismo, algunas mujeres prefieren tener más parejas sexuales que algunos hombres, pero en promedio, los hombres prefieren más. Estas diferencias evolutivas son fuente clave del conflicto.

Uno de los objetivos del libro es resaltar las situaciones en las que el conflicto sexual disminuye o se amplifica, para prevenir la victimización y reducir el daño. Porque las mujeres corren un mayor riesgo, tienden a ser más exigentes para elegir parejas. Por el contrario, los hombres son menos exigentes. Los estudios de citas en línea, por ejemplo, muestran que a la mayoría de los hombres piensan que la mayoría de las mujeres son atractivas. En contraste, las mujeres, no. Estas, en promedio, ven al 80 % de los hombres por debajo del nivel necesario para ser considerados atractivos. Otro estudio encontró que en la aplicación de citas en Tinder, a los hombres les «gustaban» más del 60 % de los perfiles femeninos que encontraban, mientras que a las mujeres les «gustaban» solo el 4.5 % de los perfiles masculinos.

Los hombres están constantemente tratando de manipular a las mujeres para que se acerquen más a su óptimo preferido, y las mujeres también están influenciando implacablemente a los hombres para que se acerquen poco a poco al suyo. Buss escribe: “Si las mujeres y los hombres pudieran acordar de antemano una solución intermedia que no fuera perfecta para ninguno, pero aceptable para ambos… se podrían evitar muchos de estos costos”.

Debido a que los riesgos sexuales son mayores y los errores sexuales son más peligrosos para las mujeres, ellas gastan más tiempo evaluando la idoneidad de una posible pareja. Para los hombres, los errores sexuales se ven de manera diferente. Las investigaciones indican que cuando se les pide que reflexionen sobre su historial sexual, es más probable que las mujeres se arrepientan de haber tenido relaciones sexuales con alguien, mientras que es más probable que los hombres se arrepientan de haber perdido oportunidades sexuales.

Incluso en los países más igualitarios, los hombres prefieren tener más parejas sexuales que las mujeres. En Noruega, los investigadores les preguntaron a las personas cuántas parejas sexuales desearían tener en los próximos 30 años. En promedio, las mujeres dijeron que 5, los hombres dijeron que 25. Incluso, el deseo de besar antes del coito difiere entre los sexos. Alrededor del 53 % de los hombres informan que tendrían relaciones sexuales sin besarse, mientras que solo el 14,6 % de las mujeres tendrían relaciones sexuales sin besarse. Las diferencias en las preferencias pueden dar lugar a conflictos sexuales.

Una vez vi un episodio de Mad Men en el que el apuesto protagonista Don Draper le es infiel a su bella esposa, Betty. La joven que estaba viendo el episodio conmigo me preguntó: “¿Por qué la engañaría? Ella es tan linda.» Buss explica por qué: “Muchos hombres se sienten agobiados por deseo de tener variedad de mujeres diferentes, este es un anhelo constante que nunca puede satisfacerse del todo… Eso explica por qué el actor Hugh Grant tuvo relaciones sexuales con una prostituta, a pesar de tener como novia a la hermosa modelo y actriz Elizabeth Hurley”.

En el libro se muestran algunas investigaciones escalofriantes sobre el comportamiento de hombres que se comportan como depredadores sexuales. Los investigadores grabaron en video a personas caminando por la misma cuadra en la ciudad de Nueva York. Las cintas se las mostraron a 53 reclusos condenados por delitos violentos. Hubo un gran acuerdo sobre a quién victimizarían. Estos eligieron a los individuos que se movían de manera descoordinada, con un paso demasiado corto o demasiado largo para su altura. En otro conjunto de estudios, los investigadores encontraron una correlación entre las mujeres blanco de preferencia para los hombres y la frecuencia con la que ellas reportaron haber sido víctimas sexuales. Esto sugiere que las mujeres que sufren invitaciones sexuales no deseadas emiten, inadvertidamente, señales que los machos depredadores pueden detectar.

¿Quiénes son más propensos a infligir daños a miembros del sexo opuesto? Buss cuenta que las investigaciones revelan que las personas que poseen los rasgos de personalidad de lo que en sicología se llama la “Tríada Oscura”, la cual abarca, el narcisismo (auto-importancia), el maquiavelismo (explotación estratégica y duplicidad) y la psicopatía (insensibilidad y cinismo) son más propensas a hacer daño sexual. Los hombres que tienen estos rasgos son más propensos a acosar, acechar y abusar de las mujeres.

Las mujeres con estos mismos rasgos son más propensas a buscar hombres que están en una relación estable, para tener encuentros sexuales con ellos, y es más probable que también usen el sexo para mejorar su posición en el lugar de trabajo. También son más propensas que otras mujeres a mentir, a decir que han tenido menos parejas sexuales de las que realmente han tenido. El engaño a menudo prevalece en el mundo del apareamiento. El engaño implica comprensión de lo que desea el sexo opuesto. Por ejemplo, en los sitios web de citas, los hombres exageran sus ingresos en aproximadamente un 20 %, y redondean su estatura en unas dos pulgadas. Del mismo modo, en promedio, las mujeres en los sitios web de citas se quitan 15 libras.

El libro analiza un asunto clave en el conflicto sexual que surge de dos sesgos: la sobrevaloración y la subvaloración sexual. En promedio, los hombres tienen un sesgo de sobrevaloración. Lo contrario les ocurre a las mujeres, estas tienen un sesgo de subvaloración: tienden a no darse cuenta cuando un tipo está interesado en ellas sexualmente. En relación con esto, la investigación dirigida por la profesora de psicología April Bleske-Rechek descubrió que los hombres tienen más probabilidades de sentirse atraídos por sus amigas que viceversa, y son más propensos a creer que sus amigas se sienten atraídas por ellos. Por el contrario, las mujeres normalmente no se sienten atraídas por sus amigos varones, y hacen la suposición de que esta ausencia de atracción es mutua. Aun así, hay diferencias individuales. Los hombres que obtienen una puntuación alta en narcisismo son especialmente propensos a captar incorrectamente el interés de las mujeres hacia ellos, cuando en realidad no lo hay.

Otro factor situacional que da lugar al conflicto sexual es el cambio en las condiciones de vida. Buss observa que, en nuestro pasado evolutivo, las mujeres jóvenes solían estar rodeadas de parientes y otros aliados sociales. La mera presencia de estas personas disuadía a los posibles depredadores. Hoy, muchas mujeres jóvenes en el Occidente moderno se gradúan de la escuela secundaria y van directamente a la universidad, solas. Se encuentran en un nuevo entorno sin aliados, sin familiares, rodeadas de drogas, cultura de conexión y de jóvenes inmaduros.

Además de presentar investigaciones sobre las variables que predicen la agresión y el conflicto sexual, Buss cuenta de investigaciones que muestran cuáles son las estrategias usadas para el apareamiento. Por ejemplo, el libro revela hallazgos que indican que las personas en relaciones comprometidas a menudo cultivan «compañeros de respaldo» (en Colombia decimos que tienen una llanta inflada, por si las moscas) en caso de que sus relaciones del presente fracasen. Incluso, las personas felices en sus relaciones buscarán esta forma de seguro de pareja, a menudo creando y manteniendo amistades con miembros del sexo opuesto.

Una línea de investigación de Buss y sus colegas encontró que las personas heterosexuales buscan diferentes cualidades según sean amigos del mismo sexo o amigos del sexo opuesto. Para los amigos del mismo sexo, hombres y mujeres priorizaron la personalidad y la inteligencia social. Para los amigos del sexo opuesto, los hombres asignaron mayor valor al atractivo, mientras que las mujeres otorgaron mayor valor a los recursos económicos y la destreza física. Esto implica que hombres y mujeres priorizan las mismas características para los amigos del sexo opuesto que para las parejas románticas.

¿Por qué la gente engaña a sus parejas románticas? Para los hombres, parece que la principal razón por la que traicionan es el deseo de variedad sexual. De hecho, los hombres que engañan son tan felices en sus matrimonios como los hombres que son fieles. Por el contrario, las mujeres que se descarrían a menudo son infelices. Las mujeres que tienen aventuras, a menudo quieren separarse de sus parejas, porque se sienten insatisfechas y buscan una mejor. De hecho, solo el 30 % de los hombres confiesan haberse enamorado de sus amantes, mientras que el 79 % por ciento de las mujeres se enamoran de sus amantes.

Curiosamente, todos tendemos a tener un doble rasero sobre lo que se considera ser infiel. Por ejemplo, para el 41 % de los hombres el contacto oral con los genitales de alguien que no sea su pareja cuenta como “sexo”. Pero, si se les pregunta ¿si su mujer tuvo contacto oral con los genitales de otra persona cuenta como sexo? Entonces la proporción sube a 65 % .

¿Y para las mujeres? Para el 36 % de las mujeres tener contacto oral con los genitales de alguien que no sea su pareja, contaba como tener sexo. Pero si es su hombre el que tuvo el contacto, entonces el 62 % dijo que sí contaba como sexo.

Parece que la mayoría de las personas creen que pueden tener sexo oral y que estaría bien. Pero si son sus parejas las que tienen el mismo comportamiento lo ven como una traición.

Más allá de la infidelidad romántica, Buss da los datos sobre la infidelidad y los recursos. Una encuesta en la ciudad de Nueva York encontró que aproximadamente 4 de cada 10 mujeres y hombres casados tenían una cuenta bancaria secreta. Otro estudio encontró que el 80 % de las personas casadas admitían haberles ocultado dinero a sus cónyuges. Esto no habla bien de las personas. Pero, como subraya Buss a lo largo del libro, “adaptativo” no significa “moralmente bueno”. A menudo, las culturas crean normas morales para suprimir ciertos comportamientos que pueden ser beneficiosos para el individuo, pero malos para la comunidad (p. ej., robar).

Debido a lo común que es la infidelidad, las personas “vigilan a sus parejas”. Estos comportamientos sirven para disuadir a la pareja de buscar un encuentro sexual con otras personas. Y es más común de lo que se piensa: el 87 % de los hombres y el 75 % de las mujeres dicen que intentaron atraer a alguien que estaba en una relación, para tener un encuentro sexual a corto plazo.

Es más probable que los hombres se dediquen a la protección de sus parejas si estas son particularmente atractivas. Curiosamente, las mujeres son ligeramente menos propensas a hacer lo mismo si sus maridos son físicamente atractivos, pero sí lo hacen con más frecuencia si sus maridos son ricos.

Otra fuente más de conflicto en la relación es cuando hay una discordancia de atractivo físico entre una pareja romántica. Las personas reportaron una mayor satisfacción en sus relaciones si sus parejas son igualmente atractivas o incluso más atractivas, que lo que la persona misma se considera. Es más probable que en una relación, la pareja cuyo atractivo es mayor engañe y abandone al otro, simplemente porque se le presentan más opciones.

Incluso, si la persona más atractiva en la relación cree que su propia pareja es más deseable que sus alternativas, tiende a estar contenta. Pero esto es difícil de sostener en el mundo moderno, porque las aplicaciones para hacer citas han abierto las posibilidades. En un pueblo pequeño, un “10” puede estar felizmente casado con un “8”. Pero si en una aplicación del teléfono estos encuentran “9 y 10 s”, es más probable que se abran a esas nuevas posibilidades.

De hecho, Buss cree que el mundo moderno ha creado una forma de competencia sexual desbocada. Algunos ven celebridades, pseudocelebridades e influencers en las redes sociales y creen que esas imágenes idealizadas representan a sus competidores. Además, la proliferación de «selfies sexys» puede deberse en parte a la desigualdad económica, ya que las mujeres compiten para llamar la atención de un grupo cada vez más reducido de hombres económicamente exitosos.

En relación con esto, aquellos cuyo valor de pareja es más bajo muestran un comportamiento más controlador y agresivo con sus parejas. Por ejemplo, los hombres más altos reportan menos celos en sus relaciones que los hombres más bajos. Los hombres más bajos de estatura son más propensos a participar en la vigilancia de la pareja para evitar su infidelidad. Del mismo modo, las mujeres y los hombres con un valor de pareja más bajo tienen más probabilidades de agredir físicamente a sus parejas y causarles lesiones.

El libro comparte hallazgos alarmantes sobre la violencia con la pareja íntima. Por ejemplo, los estudios indican de manera concluyente que las esposas jóvenes tienen más probabilidades de ser víctimas, que las esposas mayores. Algunos han sugerido que esto se debe a que es más probable que las mujeres jóvenes tengan parejas masculinas jóvenes, que son particularmente propensas a la agresión. Sin embargo, las mujeres jóvenes casadas con hombres mucho mayores, entre 5 y 25 años mayores, son especialmente propensas a sufrir abusos. Buss sugiere que debido a que las mujeres jóvenes son más propensas a tener pareja, es más probable que queden embarazadas. Por lo tanto, sus parejas son más controladoras para disuadir toda posibilidad de una caza furtiva de pareja.

Es preocupante que los hombres tengan el doble de probabilidades de cometer actos de violencia contra sus parejas cuando sus parejas están embarazadas. Una posible explicación es la de que muchas veces esos hombres sospechan que su pareja está embarazada del hijo de otra persona. De hecho, Buss cuenta que las mujeres violentadas durante el embarazo tenían más probabilidades de estar embarazadas de un hombre distinto de su pareja.

Además, tener hijastros predice violencia hacia la pareja. Un estudio canadiense encontró que las mujeres con hijos de una pareja anterior buscaron protección en los refugios para mujeres maltratadas con una tasa cinco veces mayor que las mujeres de la misma edad cuyos hijos estaban todos emparentados con su pareja actual. “Desde la perspectiva del padrastro”, escribe Buss, “un hijastro generalmente se ve como un costo, no como un beneficio, de la relación de apareamiento”. En relación con los hijos emparentados, los hombres, en promedio, son más reacios a dedicar su tiempo y recursos a los hijos no emparentados. De hecho, ser hijastro es el factor de riesgo más grande de ser asesinado cuando se es bebé o niño pequeño, incluso controlando la pobreza y el estatus socioeconómico. De manera relacionada, los estudios sobre bebés muestran que estos sienten un miedo único por los hombres desconocidos.

A lo largo del libro, Buss tiene cuidado de señalar que el hecho de que un comportamiento sea adaptativo o “natural” no significa que sea moralmente bueno o deseable. Las enfermedades son “naturales”, pero la ciencia moderna ha desarrollado vacunas y procedimientos médicos para eliminar estas dolencias. Asimismo, las personas pueden implementar instrumentos personales, sociales y legales para reducir las facetas más oscuras de la psicología masculina.

Y como indica el título, el libro explora el tema de la coerción sexual. Los perpetradores de acoso sexual tienden a caerle a mujeres jóvenes solteras. De hecho, un estudio encontró que aunque las mujeres entre las edades de 20 y 35 años constituían solo el 43 % de la fuerza laboral, presentaron el 72 % de las denuncias de acoso. Otro estudio encontró que las mujeres tienen mucho más miedo a la violación que a otros delitos, como a ser golpeadas o amenazadas con un cuchillo o una pistola. Buss sugiere que este miedo clave impulsa el miedo de las mujeres a otros delitos también. De hecho, aunque es más probable que los hombres sean agredidos físicamente y asesinados que las mujeres, las mujeres reportan más miedo a tales delitos. Pero una vez que el miedo de las mujeres a la violación se controla estadísticamente, ya no temen más que los hombres a otros delitos violentos. Este miedo parece estar relacionado con la edad. Las mujeres de 19 a 35 años mostraron el mayor temor a la agresión sexual, y este temor disminuye con la edad. Las mujeres de 60 años reportan más miedo a los robos en el hogar que a la violación. En general, la evidencia sugiere que los temores de las mujeres se relacionan con su vulnerabilidad real relacionada con la edad, lo que indica una poderosa sabiduría psicológica.

Como era de esperar, los hombres y las mujeres reaccionan al acoso sexual de manera acorde con la psicología evolutiva. Cuando se les pregunta a los hombres cómo se sentirían si su compañero de trabajo del sexo opuesto les pidiera tener relaciones sexuales, el 67 % de los hombres asegura que se sentirían halagados y solo el 15 % dijo que se sentirían insultados. En contraste, el 63 % de las mujeres dijo que se sentirían insultadas y solo el 17 % dijo que se sentirían halagadas.

Curiosamente, hombres y mujeres coinciden en sus respuestas cuando se les pregunta qué porcentaje de hombres estarían dispuestos a cometer una violación. Las mujeres estiman que alrededor de un tercio de los hombres cometerían una violación si no sufrieran las consecuencias, y alrededor de un tercio de los hombres informan que cometerían una violación si creyeran que pueden salirse con la suya.

¿Qué otro tipo de hombres cometerán una agresión sexual, además de los que pertenecen al grupo de poseer los rasgos de la Tríada Oscura? ¿se puede predecir? Quizás lo más sorprendente es que las investigaciones indican que los hombres de más alto estatus son los más propensos a cometer agresiones sexuales. Buss escribe: “los hombres con dinero, estatus, popularidad y poder tienen más probabilidades de ser depredadores sexuales”. Estos resultados son paralelos al descubrimiento, desconcertante, de que los hombres que usan la coerción sexual tienen más parejas que los hombres que no la usan. Una idea popular es la de que los hombres que están desesperados o privados de oportunidades sexuales serán los más propensos a usar la coerción. Esto se conoce como la «hipótesis de la privación de pareja». Sin embargo, los estudios sugieren que no es así, que ocurre lo contrario. Los hombres que tienen más parejas informan niveles más altos de agresión sexual en comparación con los hombres que tienen menos parejas. Además, los hombres que saben que sus ganancias futuras serán altas también informan mayores niveles de agresión sexual que los hombres que predicen que sus ganancias futuras serán bajas.

Un factor que contribuye puede ser el déficit de empatía: en el libro se muestra que un alto estatus está relacionado con niveles más bajos de empatía. Los hombres con altos rasgos de la Tríada Oscura son vistos como más atractivos por las mujeres, es más probable que tengan parejas sexuales consensuadas y es más probable que participen en la coerción sexual.

Este libro es una fascinante exploración de los conflictos sexuales, la psicología del apareamiento, las diferencias sexuales y más. Buss termina el libro comentando sobre cómo mitigar el comportamiento masculino reprobable. Aunque la evolución ha dado lugar a aspectos más oscuros de la psicología masculina, también ha inculcado tendencias que pueden suprimirla. “Somos una especie que sigue reglas”, señala Buss. Hemos evolucionado para preocuparnos profundamente por el estatus social, la reputación, la opinión del grupo y las normas morales. Podemos usar algunas facetas de nuestra psicología evolucionada para amortiguar otras.

Rob Henderson es candidato a doctorado en la Universidad de Cambridge. Obtuvo una licenciatura en Psicología de la Universidad de Yale y es un veterano de la Fuerza Aérea de EE. UU.

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