Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

El conflicto entre la razón y la intuición en la conquista de pareja

En Colombia, en la era de la razón y el feminismo, las mujeres caímos en una situación conflictiva: lo que dicen la experiencia de las abuelas y la intuición va muchas veces en contra de la razón. Veamos algunas de estas situaciones (no olvide el lector: siempre habrá excepciones a la regla).

La mayoría de las mujeres queremos relaciones igualitarias, sentirnos con los mismos derechos y los mismos deberes. En la conquista, para empezar, ocurre que al macho de la especie humana, mejor ponerlo en estos términos, le gusta la conquista, y además, que no sea fácil. Esto implica para la mujer independiente y racional saber esperar. Hacer como hacen las aves hembras: limitarse a calificar, mientras observan tranquilas al macho ejecutando la danza de cortejo, construyendo el imbricado o adornado nido, cantando sus canciones con belleza y creatividad. Solo después de enorme cantidades de recursos gastados en estas cosas, la hembra acepta el apareamiento o lo niega. La razón nos dice: conquista tú, ofrece tú, llama, busca, toma la iniciativa, haz el despliegue de atractivos, cuenta el chiste. ¿No han observado, mujeres, que el humor en los hombres es un adorno y en las mujeres es una cualidad menor? A las mujeres nos encantan los hombres que nos hacen reír, pero al revés no funciona igual. A ellos les gusta, pero no les encanta ni los encanta.

Cuando la mujer hace el cortejo y conquista, no puede sentirse segura. Qué injusto es, pero siempre quedará con el temor de que la relación fue “forzada”. Las acciones de conquista del macho hacia la hembra son lo “natural”, de la hembra hacia el macho, son lo “artificial racional”. No se niega que es posible hacer la conquista tan cuidadosa e inteligentemente que el otro piense que fue él quien en realidad la hizo. Por eso, se puede hacer la primera llamada, pero no la segunda. La primera llamada, disimulada en una disculpa; el primer encuentro, como si se tratara de una casualidad: en últimas, como el que no quiere la cosa, que el propósito quede oculto.  En realidad, los buenos conquistadores —a los machos también se les aplica— no se les puede notar el hambre, no se les pueden ver las ganas. Ellos también tiene que hacer la conquista un poco como las aves: sacudiendo las plumas ante todas las hembras, a ver quiénes se muestran interesadas, y luego hacer una inversión todavía más grande en estas últimas. El buen conquistador, en los dos sexos, se mete donde le huele que hay chance.

Un aspecto detestable de la sicología humana (entre varios) es ese de dar valor a lo difícil. A los machos no les gustan las hembras fáciles tanto como las difíciles. El macho no perderá la oportunidad de aparearse, ese es el llamado de la biología, pero otra cosa es apreciar, dar valor y comprometerse. Por un motivo extraño e incomprensible, las mujeres que acceden rápidamente al intercambio sexual pierden capacidad de conquista con el implicado. Sin embargo, queda una alternativa: acceder pero sin exclusividad, o sea, acceder dejando muy en claro que el macho no es digno de ningún privilegio, que el sexo es un acto de libre voluntad que nada tiene que ver con la aceptación del otro como pareja, que nada tiene que ver con el plan de entablar una relación, que él podría ser cualquier otro. Solo así se revive el reto de la conquista. Algunos hombres son tan naturalmente machistas y refractarios a la educación y a la razón que tienden a despreciar a las mujeres que acceden fácilmente a complacer sus deseos.  Así que es mejor estrategia, aunque nada igualitaria y en contra de la razón, hacerse la difícil en el campo sexual (algunas adolescentes lo saben intuitivamente, sin que nadie les haya enseñado, su cuerpo es una especie de trofeo).

A los machos de la especie humana les gusta el misterio, descubrir —por más que pase el tiempo—, les gusta explorar lo desconocido, por siempre. En contra de la razón y del deseo de tener conversaciones profundísimas sobre uno mismo, es mejor no informarlos de todo,  no revelarles todos los aspectos de tu mente, ni de tu vida, o lo que es igual: es ideal hacerlos sentir que el misterio no se acaba, que hay mucho más por descubrir. Odiosa estrategia, que funciona. La razón dice: ya entablamos una relación, por qué pretender que no estoy conquistada. Porque así no funciona la realidad. Hay que aceptarlo, y es extenuante. Solo es fácil mantener esa posición cuando es verdad, cuando la realidad es que no estás por completo conquistada. Y el otro lo detecta en los miles e insignificantes detalles de la vida. Las personas “imposibles” de conquistar, esas que mantienen a su pareja colgando y sin caer, mantienen la relación viva; emocionalmente son muy interesantes. Qué absurdo, dice la razón, pero, ¿cómo luchar contra esta realidad?

Vamos a los aspectos más superficiales y a los más poderosos: los de la apariencia. Sí, los sicólogos evolucionistas dicen que la mayoría de los machos de la especie se sienten atraídos por los rasgos que muestran madurez sexual, influencia de los estrógenos y al mismo tiempo juventud, como el pelo largo y brillante, los senos generosos y levantados, la nalga redonda y abultada, y el cuerpo contorneado, que llamamos de guitarra. Usamos maquillaje porque en realidad estamos buscando que los ojos se vean más grandes, los labios más carnosos y la piel más tersa y llena de color y vida. Usamos tacones, para mover la cadera al caminar, con una cadencia que es atractiva para los machos, usamos brasieres con relleno y levantador de senos, nos teñimos el pelo y nos hacemos cirugías para aparentar, en últimas, juventud y fertilidad. El negocio entero de la cosmética se basa en una sola cosa: aumentar el atractivo sexual.  La razón nos dice que en un mundo competido no deberíamos gastar tanto tiempo en estas superficialidades, que se quedan en la piel. Mejor utilizar la cabeza en prepararnos para los desafíos intelectuales y profesionales que la vida nos presenta. El tiempo invertido en belleza y sexapil es tiempo derrochado.  Pero no, la razón no oye y el instinto nos hace perder minutos valiosos haciendo todas estas acciones para lucir bien y en últimas atraer sexualmente, y otras más tontas pues no repercuten de manera importante en aumentar el atractivo: como pintarse las uñas. En este campo, la mayoría de las mujeres no tienen que luchar contra la razón, pues la mayoría, instintivamente se acicala, y además siente placer al hacerlo (el éxito de las peluquerías es una demostración de ello). Pero si queremos tener una relación de igualdad no deberíamos gastar mucho tiempo y recursos en “arreglarnos”, ya que el otro no lo hace.

A los machos no les gustan las hembras que parecen machos, no les gustan las hembras más altas que ellos, ni más fuertes física o mentalmente, pero hay un aspecto en que los machos las prefieren ganadoras, y es en el atractivo físico. Se ha estudiado ampliamente. En las parejas más estables, ella es un poco más atractiva físicamente que él. Si utilizamos la razón, buscamos pareja en grupos de personas más viejas y menos atractivas que uno, pero si actuamos con el deseo, entonces aspiramos al más sexy del grupo y a uno tan joven como nosotras. No obstante, todas sabemos que hay muchos atributos masculinos que remplazan la belleza y la juventud (qué lástima, al revés no parecen aplicar).

A los hombres sí les gustan las mujeres inteligentes, mientras no sean más inteligentes que ellos; cultas, educadas, sí, pero no más que ellos. A los hombres les gusta liderar la conversación, el proyecto, la tarea. En contra de la razón y del deseo de igualdad, si se quiere el bienestar de la relación, déjalo lucirse y “dominar”, hazle preguntas y déjalo hablar. Las mujeres hemos tenido, hasta ahora muy poco prestigio intelectual, sobre todo en las ciencias duras y en las matemáticas, bueno, también en las ingenierías. En la literatura, campo en el que tenemos prestigio, pasan cosas que muestran la realidad: recordemos lo que acaba de pasar con las escritoras colombianas y la invitación a Francia. Pero las mujeres tampoco hacemos mucho para mejorar la situación de las mujeres en el mundo. En indiscutible que el macho sí valora las capacidades de su pareja en cuanto ella le pueda ayudar a él, pero no en cuanto a lo que ella produce intelectualmente (nada mejor que tener una esposa). Sin embargo, las cosas van cambiando, pero a paso de tortuga, y falta mucho camino. En la realidad, no deja uno de quedarse boquiabierta cuando ve la rabia encendida de un macho al demostrársele que está en un error (por falta de inteligencia, de lógica o de razón). En la relación y en la conquista, contra la razón y el deseo de igualdad, funciona mejor disimular la superioridad.

A los hombres les gusta ser los poderosos en las finanzas y la economía de la relación. La organización social del mundo no nos ha dejado ver qué pasaría si las mujeres ganáramos lo mismo o más que los hombres. El que pone la plata pone las condiciones.

Las cosas parecen ser así. Nos preguntamos: ¿se debe a la biología o a la cultura? Como siempre: a una mezcla de las dos. Lo bueno es que queda la posibilidad de rebelarse contra el instinto, la sabiduría popular, las ideas de los sicólogos evolucionistas, y obedecer a la razón y al deseo de igualdad con los costos que sean. A lo mejor, obedecer a la razón y tirar por la borda los buenos consejos de las abuelas sea el camino por el que se logre el cambio.

Estudio sobre cómo piensan las mujeres colombianas

 

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