Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Comportamientos ya no tan útiles

Los seres humanos evolucionamos para vivir en grupos pequeños: se ha dicho que de unas 150 personas; por eso, todavía llevamos en el equipaje de la mente comportamientos que eran útiles dentro de esos grupos pequeños, pero que ya incluso resultan estorbosos en las grandes ciudades en las que vivimos. Seguramente hay muchísimos de estos; sin profundizar, se pueden mencionar algunos que todos hemos tenido la oportunidad de observar.

La razón principal por la cual estos comportamientos son ahora inservibles es que en las grandes ciudades las poblaciones son cambiantes y migratorias, se mueven con agilidad, y los vecinos son casi siempre desconocidos que desaparecen con la misma prontitud con la que aparecen; muchas veces no se los vuelve a ver jamás. En situaciones como estas, el individualismo se acentúa y la relación con el estado se vuelve más fuerte, definida e importante; se da en una forma de transacción en la cual los impuestos pagados por una persona revierten en los cuidados que le prodiga el estado. Hoy, sin familiares ni amigos se podría llegar a viejo y morir protegido. En tiempos pasados, la supervivencia era imposible si no se contaba con el apoyo y cuidados de la familia y el grupo social.

En estas nuevas circunstancias, las relaciones son valiosas en el presente y poco en el futuro, lo cual influye en sus dinámicas. El “hoy por ti, mañana por mí”, que nos dicta el sentido común, no es más que una premisa, pues no habrá un “mañana por mí”. Las transacciones son aceleradas: la acción de regalar o de recibir deben ser inmediatas. Si una persona le hace un favor a otra, la forma de agradecimiento debe ser expedita y efectiva, pues en el futuro podría nunca realizarse. El toma y daca se vuelve evidente. En poblaciones pequeñas, en cambio, las formas de agradecimiento pueden dejarse para el futuro.

Aspectos del comportamiento humano como aquel del trato diferenciado según la jerarquía social disminuyen asombrosamente, ya que no se pueden hacer juicios rápidos sobre el estatus social de un extraño, pues los signos no son confiables ni fáciles de leer. Para no incurrir en un error, todos deben ser tratados como iguales. La gente se vuelve mucho más cautelosa respecto a poner a alguien por encima o por debajo jerárquicamente.

En las grandes ciudades las personas se dirigen a los otros de manera más directa; las formas de Ta’rof, mencionadas en el blog pasado, se vuelven muy tenues o inexistentes. Las negociaciones van al grano y algunas veces sin mediar muchas palabras. En Boston, USA, en lugares como la farmacia o el banco, el saludo está escrito y se omite verbalmente. El dependiente no te saluda: “buenas tarde, ¿en qué puedo servirle?”. Esto se remplaza con un letrero que dice: “May I help you?” o algo por el estilo, y ya está cumplida la primera aproximación entre los dos extraños. No se muestra respeto fingido por el otro, pues tampoco se lo va a despreciar.

En una gran población no tiene sentido “educar” al vecino, ni tiene sentido pelear por el propio “honor”; sin embargo, el viejo equipaje a veces irrumpe. Por ejemplo, cuando una persona le dice a otra: “Vea señor, no tire papeles al suelo”, puede exponerse a un insulto. No se volverán a ver, el regañado se pregunta con furia sobre los derechos del que regaña. Cuando un conductor aventaja a otro de manera inapropiada, los pitazos no se hacen esperar, las malas palabras resuenan y se oyen a metros de distancia, y los gestos de insulto saltan a la vista; todas estas son reacciones sin sentido. En una población pequeña, el infractor podría temerle a las consecuencias sociales de un acto equivocado, lo que no ocurre en una población repleta de desconocidos. En el mundo virtual se exagera el fenómeno y se hace muy patente: la gente sin “rostro” insulta a diestra y siniestra.

Nuestros actos son casi invisibles y fácilmente olvidados en las poblaciones grandes, y son visibles y guardados en la memoria colectiva en las poblaciones pequeñas, donde la aceptación o rechazo de los comportamientos son de utilidad, pues las personas interactúan entre sí con frecuencia y por el resto de sus vidas. Con los personajes famosos se da la excepción, pues sus actos son registrados por la prensa, la radio y la televisión, y los errores de comportamiento pueden resultarles muy caros.

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