Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Cómo combatir las pesadillas

Pintura de John Henry Fuseli

Nadie se salva de las pesadillas, sin embargo, oprimen su oscura fuerza con mayor frecuencia sobre los niños que sobre los adultos; más asiduas invaden las noches de las mujeres que las de los hombres. Algunas personas temen ir a la cama de miedo al miedo que van a sentir mientras duermen. Pero hay una buena noticia, pueden tratarse. No sobra distinguirlas de los terrores nocturnos. En los terrores nocturnos la víctima grita, llora o gime, pero sin conciencia de hacerlo; son los acompañantes los que sienten terror frente a la sorpresiva e inexplicable escena. Los terrores nocturnos son muy comunes en la infancia y más raros en la vida adulta. Las pesadillas disminuyen con la edad, los viejos parecen soñar menos que los jóvenes.

Todos hemos notado que hay épocas de pesadillas, en las que estas nos despiertan y en las que la dosis de malestar, miedo o tristeza es tan alta que toma el día entero verla desvanecerse. Nos preguntamos si estamos locos. No necesariamente, pero seguro experimentamos un momento de alto estrés o de depresión. Las pesadillas están ligadas no solo a los problemas mencionados sino también a la apnea del sueño y al síndrome de las piernas móviles. Las pesadillas también están fuertemente ligadas al síndrome de estrés postraumático. Los afectados con este último síndrome hacen lo posible por evitar caer dormidos, en otras palabras, por dar un salto quántico y volver al pasado.

El aquejado de pesadillas debe hacer introspección para descubrir las causas del estrés o diagnosticar un estado de depresión, pues es importante saber si aquellas se deben a un específico estado emocional. Existe una terapia que los doctores llaman IRT Imagery Rehearsal Therapy (terapia de ensayos de imagen). Se trata de describir las pesadillas tan detalladamente como uno sea capaz y luego inventar un final feliz para la misma historia, se trata de buscar buenos desenlaces; exactamente como si se estuviera escribiendo un cuento de horror con un final feliz. El aquejado debe gastar de cinco a veinte minutos cada día, durante tres semanas, leyendo su pesadilla trasformada (puede leerla, grabarla, filmarla o simplemente recrearla en su mente). Se han realizados tratamientos de control, y aseguran los médicos que de esa manera disminuyen en fuerza y en cantidad.

 

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