“El estudio más digno de la política no es el hombre sino las instituciones”

John Plamenatz.

A los dos años de la llegada de Gustavo Petro a la Casa de Nariño está claro que allí no se encuentra el epicentro del poder político nacional y que su transitorio huésped oficial está muy lejos de ser el hombre más poderoso de Colombia. Seguramente por lo anterior al presidente Petro no le gusta estar encerrado y menos atrapado en la Casa de Nariño. Allí se siente como un rehén del poder constituido y lo que realmente lo desvela y apasiona es el poder constituyente. Por eso su impuntualidad incorregible a la mayoría de compromisos oficiales. Parece más obsesionado en intentar ser puntual con el poder del pueblo y la historia, que se expresa en giros retóricos tan exagerados como afirmar que “en dos años hemos hecho una revolución”. También ha dicho en varias ocasiones que los aposentos de la Casa de Nariño son fríos y fantasmales, meros fetiches del poder político y social real, que acaso lo reflejan en sus paredes como falsas sombras de la china. De ese poder que, como líder político antes de ser presidente, conoce y sabe muy bien que se encuentra disperso en la sociedad y que por su esencia es cambiante, dinámico y siempre objeto de disputa emocional en las calles, las plazas y en vastos espacios rurales, marginados y sufridos, que hoy controlan múltiples y antagónicos actores armados ilegales. Ese poder ubicuo, que está al mismo tiempo en todas partes y es tan inasible como encausable, es el poder constituyente. Un poder formado por millones de rostros anónimos que, como presidente, quisiera poner en la primera línea de la historia. De allí su ambivalencia y ambigüedad entre la Asamblea Nacional Constituyente y el Poder Constituyente, espejismos que le impiden gobernar eficazmente. También, su enorme dificultad para reconocerse como la cabeza del poder constituido, es decir, presidente de la República y su empeño en convertirse en el líder histórico y providencial que va a redimir en el poder constituyente al pueblo colombiano, en su mayoría excluido y marginado por el poder institucional del País Político. Un poder testaferro del poder económico legal concentrado en pocas manos y del ilegal que irriga todos los mercados, en especial el de las campañas electorales, que al parecer también infiltró la suya. Por todo lo anterior, la figura de Gustavo Petro Urrego es enigmática, desconcertante y muchas veces incomprensible, objeto de amores incondicionales y de odios viscerales. Es la esfinge –“en la mitología griega, monstruo fabuloso representado generalmente como una leona alada con cabeza y pecho de mujer, que planteaba enigmas irresolubles e indescifrables” — del poder político nacional. Una esfinge que tiene rasgos de muchos rostros presidenciales y líderes políticos que lo han antecedido, como López Pumarejo, Jorge Eliecer Gaitán, Belisario Betancur y hasta Álvaro Gómez Hurtado. Vale la pena, así sea sucintamente, detenerse en algunos de esos rasgos y perfiles, para intentar descifrar esa esfinge política que encarna Gustavo Petro Urrego como presidente de la República y líder del Pacto Histórico. Pero ello demandará varios Calicantos. En este comenzaré por la figura de Alfonso López Pumarejo[1], presidente de Colombia entre 1934-38 y 1942-45, con quien tiene en común su espíritu reformista y progresista, guardando la distancia de sus respectivas épocas, ambas internacionalmente convulsas e inciertas. Hoy ignoramos hacia donde pueden llevarnos conflictos y guerras actuales como las de Ucrania y el genocidio del pueblo palestino en Gaza, Cisjordania y el reciente asesinato en Irán del líder político de Hamás, con quien se negociaba la libertad de cientos de rehenes, lo que puede desatar catástrofes humanitarias irreversibles e irreparables con repercusiones en todo el mundo, como aconteció durante la segunda guerra mundial entre 1939-45.

Rasgos sobresalientes de Petro como esfinge política de López Pumarejo

Sin duda, el primer rasgo procede del entonces presidente Alfonso López Pumarejo y su proyecto histórico de la “Revolución en Marcha”[2], quien intento a través de reformas inconclusas, como la política, agraria y laboral, modernizar a Colombia, cuya obra quedó trunca por la oposición virulenta y violenta de intereses privilegiados y sectarismos políticos de ultraderecha que aún subsisten. El paralelo con el actual proyecto de “Colombia, potencial mundial de la vida”, no deja de ser sorprendente, como puede verse en el siguiente informe oficial de los logros sociales alcanzados  en estos dos años: https://www.presidencia.gov.co/AvanzandoEnDignidad/index.html. Con la diferencia de que los desafíos actuales de Petro son mayores y casi insuperables, pues no dependen solo de su liderazgo nacional, como sucede con su principal y ambiciosa bandera de la “Paz Total”. Una paz que está naufragando en ríos de sangre por la codicia y los intereses ilegales de sus principales actores armados, como el llamado Clan del Golfo o “Autodefensas Gaitanistas de Colombia”[3], cuyos cabecillas son solicitados en extradición por los Estados Unidos; la criminalidad del Estado Mayor Central de las Farc[4], sumadas a las dificultades actuales en las conversaciones de paz con el ELN. De tal suerte que el sometimiento y la desarticulación del Clan del Golfo tendrá que concertarse con el poder del Norte –principal consumidor de cocaína– además de vencer en el Congreso la oposición maniquea y oportunista de un establecimiento político nacional corroído por ese poder ilegal, como lo demostró la parapolítica y el Informe Final de la Comisión de la Verdad[5]. Un asunto “interméstico”[6], pues la “Paz Total” no depende solo de decisiones domésticas, sino de la superación de políticas internacionales como el prohibicionismo y la “guerra contra las drogas”, que geopolíticamente son funcionales a los intereses del Norte. Un desafío mucho mayor que el enfrentado por López Pumarejo, quien reconoció al final de su vida que: “Si la obra quedó trunca, el edificio inconcluso y frustradas muchas esperanzas, la culpa fue de quienes no seguimos avanzando y no de las masas, que instintivamente nos reclamaban nuevas reformas” (El Tiempo, noviembre 21 de 1959). Se comprende, entonces, porque la obsesión de Petro con el poder constituyente y su gusto por la política en las calles y no en la Casa de Nariño. Una Casa que desde hace muchos años se ha convertido en un edificio carcomido por la corrupción y el crimen, como también sucede en el Congreso. Una Casa en donde se han tomado decisiones tan funestas como la operación devastadora del Palacio de Justicia y de gran parte de la cúpula del poder judicial el 6 y 7 de noviembre de 1985 –¡en defensa de la democracia, Maestro! según el Coronel Plaza Vega[7]– sin olvidar el ingreso a los aposentos presidenciales de innumerables delincuentes, como alias Job[8], “asesor político de Don Berna”[9] y la temible oficina de Envigado. Una Casa de Nariño en donde se urdieron estrategias ilegales como la Yidispolítica[10] para cambiar un “articulito” de la Constitución y permitir la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez que llevó a la cárcel a sus ministros de Justicia y Salud, Sabas Pretelt y Diego Palacio[11], y hoy es nuevamente el epicentro del escándalo de la UNGRD que compromete gravemente al entonces director del DAPRE, Carlos Ramón González. Con razón López Pumarejo, quien conoció por dentro el monstruoso establecimiento político, social y económico que presidió, sentenció: “Me inclino a creer que la historia de Colombia podría interpretarse como un proceso contra sus clases dirigentes, las cuales se han sentido en todo tiempo dueñas de preparación y de capacidades superiores a las que han demostrado tener en el manejo de los negocios públicos; y pienso, además, que si se engañan sobre su propio valor, atribuyéndose virtudes que no poseen en el grado que ellas pretenden, su equivocación reviste trágicos caracteres cuando desconocen que muchos de los defectos que esas clases atribuyen al pueblo colombiano son producto del abandono implacable a que este ha vivido sometido. Y, habría que añadir, al pésimo ejemplo que han dado al frente del Estado, administrándolo como si fuera una extensión de sus haciendas y empresas privadas, subordinando el interés público a los intereses particulares. Juicio de López Pumarejo que de alguna manera suscribe el presidente Petro con su pugnacidad sin límite en su cuenta “X” contra los dirigentes empresariales a quienes no cesa de criticar y hacerlos responsables del bloqueo a sus reformas sociales porque los considera cancerberos inexpugnables de privilegios económicos. Otro rasgo sobresaliente que incorpora Petro a su compleja e indescifrable identidad de esfinge política, proviene de Jorge Eliécer Gaitán y su dicotómica e irreconciliable distinción entre el País Político y el País Nacional, que abordaré en el próximo Calicanto, por obvias razones de espacio y consideración con el tiempo de todos.


[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_L%C3%B3pez_Pumarejo

[2] https://www.comisiondelaverdad.co/la-revolucion-en-marcha

[3] https://insightcrime.org/es/noticias-crimen-organizado-colombia/urabenos-perfil/

[4] https://www.elespectador.com/colombia-20/conflicto/estado-mayor-central-asi-funciona-internamente-disidencias-de-farc/

[5] https://www.elespectador.com/colombia-20/informe-final-comision-de-la-verdad/hallazgos-de-la-comision-de-la-verdad-el-narcotrafico-esta-insertado-en-el-regimen-politico/

[6] https://www.resdal.org/producciones-miembros/art-bobea-jun-2011.pdf

[7] https://www.youtube.com/watch?v=mt9HvpTusFM

[8] https://caracol.com.co/radio/2015/06/30/judicial/1435663620_829721.html

[9] https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Fernando_Murillo

[10] https://es.wikipedia.org/wiki/Yidispol%C3%ADtica

[11] https://www.elcolombiano.com/colombia/sabas-pretelt-y-diego-palacio-fueron-condenados-por-cohecho-YE1723991

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