“LA SOLUCIÓN FINAL” DE NETANYAHU PARA PALESTINA

“Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción.» Amos Oz

Hernando Llano Ángel.

Todo parece indicar que Netanyahu y la extrema derecha israelí están siguiendo la senda criminal trazada por Hitler en la “Solución final” . Una senda que todos sabemos culminó en los campos de concentración y la aniquilación de por lo menos seis millones de judíos en Europa. Pero olvida Netanyahu que dicha “Solución Final” también propició, demasiado tarde, la fundación del Estado Israelí en 1948 en tierra palestina. Un desenlace parecido puede suceder con la reivindicación histórica de un Estado palestino autónomo y soberano, que ya apoyan Estados Unidos y la Unión Europea, como salida de esta sangrienta encrucijada.  Quieren evitar un caos geopolítico en el Medio Oriente y la ignominia actual de esa especie de “Solución Final fatal” para la Franja de Gaza en la que está empeñado Netanyahu y el ejercito israelí.

Paradoja Histórica, de víctimas a victimarios

Es una terrible paradoja, pues ahora Israel toma el lugar del victimario nazi y los gazatíes el de las víctimas judías, a la luz pública de toda la humanidad. Si bien es cierto no hay campos físicos de concentración en Gaza, los campos de refugiados y la franja se han convertido en campos de aniquilación sin hornos crematorios, pues han muerto casi treinta mil civiles impunemente, la mayoría niños y mujeres, bajo el fuego del ejército israelí, que infringe todas las normas del DIH y la advertencia de incurrir en genocidio realizada por la Corte Internacional de Justicia, que ordena el cumplimiento inmediato de sus medidas cautelares. En la raíz de esta sangrienta y degradante historia entre dos pueblos hermanos con origen compartido y en breves períodos históricos también tierra compartida, se encuentra el fanatismo y su expresión política fundamentalista. Tanto el fanatismo sionista como el islamista. Ambos tienen en común la incapacidad de reconocerse mutuamente como Estados con igual autonomía, sobre un territorio previamente delimitado, y dos pueblos con idéntica dignidad y derecho a su seguridad vital, por consiguiente, a convivir en paz.

“Contra el fanatismo”

Como lucidamente lo escribió el novelista judío Amos Oz en su conferencia “Sobre la naturaleza del fanatismo” –que vuelvo a citar– “la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”. Y esa semilla se convirtió en un bosque de odio y sangre en ambos pueblos, cada uno obsesionado en reivindicar su propia superioridad moral sobre el contrario, hasta arrastrarlos al actual ejercicio asimétrico del terror en que están atrapados. El terror del ejército israelí que físicamente aniquila la franja de Gaza y masacra a miles de civiles palestinos, al tiempo que degrada moral y políticamente al pueblo judío, multiplicando por cerca de 30.000 las 1.200 víctimas atrozmente asesinadas por Hamas el 7 de octubre de 2023 y los más de cien rehenes que conserva en su poder. Un terror que hoy se expresa en la inminente invasión terrestre del ejército israelí a la ciudad de Rafah, donde se encuentran hacinados cerca de un millón doscientos mil gazatíes, todo con el pretexto de una supuesta victoria absoluta sobre Hamás y liberar los más de cien rehenes. Ambos objetivos son imposibles de lograr simultáneamente. La aniquilación de Hamás es una obsesión fanática del mismo orden de la que tenía Hitler contra los judíos. Sencillamente porque a través de un genocidio no se puede eliminar de la faz de la tierra a un pueblo y su causa, sino todo lo contrario, se lo eleva a la categoría de víctima irredenta, que siempre reclamará justicia, bien a través de la Corte Internacional de Justicia, la memoria eterna de sus descendientes o engendrando nuevas generaciones que reeditarán el terror de Hamás. Aunque también se puede evitar el genocidio, reconociendo su derecho a un Estado, como efectivamente sucedió con el pueblo judío, para poner fin a la diáspora que lo llevo a buscar refugio por todo el mundo. Es lo que está sucediendo con los gazatíes, a quienes incluso Egipto y Jordania ya se apresuran a cerrarles sus fronteras, igual como aconteció con los judíos en toda Europa durante la solución final nazi. Parece imposible contener la deriva atroz de la masacre que se cierne sobre Rafah, pues Netanyahu y sus cómplices nacionales, sumados a la impotencia de la ONU y la retórica inocua de Estados Unidos y la Unión Europea, no los va a detener. Su ira criminal y vengativa seguramente terminará sacrificando a todos los rehenes con la coartada de eliminar a Hamás, pues moralmente se considera superior para hacerlo y militarmente está demostrando que su terror es al menos treinta mil veces más mortífero y cruel que el de Hamás. Un terror ciego, como quedó demostrado cuando el mismo ejército israelí mató a tres rehenes que se habían fugado del cautiverio de Hamas, sospechando que era una celada terrorista. Entonces Netanyahu descargará toda la responsabilidad del fatal desenlace sobre Hamás para así proseguir con su estrategia de control militar impune, como en un inmenso campo de concentración, sobre la franja de Gaza

“La solución final fatal” de Netanyahu.

Ya lo ha dicho Netanyahu, jamás aceptará una autoridad palestina autónoma, pues Israel será responsable de la seguridad en toda la Franja de Gaza. En otras palabras, quiere establecer una especie de “protectorado concentracionario” israelí que impida la existencia de un Estado palestino soberano sobre la franja de Gaza. Una solución que rechazaron los mismos judíos cuando Inglaterra pretendió prolongar su protectorado, pues la organización clandestina del Irgún dinamitó el Hotel Rey David el 22 de junio de 1946 con un saldo de 90 muertos, bajo el mando de Menahen Beguín, siendo el primer atentado terrorista en tierra santa. El fin específico del Irgún, creado en 1937 por David Raziel, fue ayudar a desalojar “la Tierra Prometida” de los árabes y de las tropas de ocupación británicas. Tras la muerte de Raziel, en 1941, fue reemplazado por Menahen Begin, quien llegó a ser primer ministro”. Posteriormente, en 1978 se le otorgó el premio Nobel de Paz, junto a Mohamed Anwar el-Sadat de Egipto, por los acuerdos de Camp David, que sellaron la paz entre Egipto e Israel. Una paz que ahora amenaza Netanyahu con su invasión y bombardeo a Rafah, pues la pone en vilo al establecer sus tropas en la frontera con Egipto. Entonces esa “Solución Final” se podría convertir en el comienzo de una guerra generalizada en el Medio Oriente, de consecuencias impredecibles para la paz mundial. Para conjurar un escenario tan apocalíptico hay que invocar de nuevo la Política contra la barbarie de la Guerra, siempre auspiciada por los fanáticos fundamentalistas que no conocen límites a sus delirios hegemónicos, como Netanyahu, Hamás y Putin, por citar los protagonistas actuales en la política internacional. Protagonistas que vulneran todas las reglas y límites del DIH y el ordenamiento internacional, por lo cual el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres,  afirma que  “la impunidad parece ser el rey de este juego” , en su discurso en la Conferencia de Seguridad de Munich. Es urgente y vital recuperar la política, según el alcance de la sentencia de Plutarco, “como aquello que sustrae al odio su carácter eterno” y subordina el pasado al presente, haciendo posible un futuro de convivencia entre Estados y pueblos que se aniquilan, como sucede ahora en la Franja de Gaza contra la población civil y con los rehenes en cautiverio. Para contener esa matanza sin límite y lograr  la libertad de los rehenes, habría que atender de inmediato el consejo del judío israelí Amos Oz y evitar “la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea”, que es exactamente lo que hace Netanyahu y el ejército israelí, masacrando miles de civiles gazatíes, la mayoría mujeres y niños, cerca del setenta por ciento, con el pretexto de aniquilar a Hamás, rescatar a los rehenes y obtener la que llama victoria absoluta. Por eso una pregunta final para Netanyahu e indirecta para todo el pueblo judío ¿Será posible una victoria absoluta mediante la devastación y la muerte, como la pretendida por Hitler con la “Solución Final” en los campos de concentración para asegurar el triunfo total del tercer Reich?  La valerosa resistencia judía ante semejante desvarío inhumano y antisemita respondió negativamente esa pregunta, porque la conciencia europea aguijoneada por la culpa de su complicidad con el holocausto le reconoció al pueblo judío el derecho a un Estado soberano. Ha llegado la hora de reconocérselo al pueblo palestino, siguiendo el consejo de Einstein en su “Discurso sobre la construcción de Palestina”, pronunciado en 1932, donde expresó: Nuestro objetivo no es la construcción de una comunidad política, sino que, conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes. Es la ocasión de probar lo aprendido a través de milenios en nuestro dificultoso pasado. Si descubrimos el recto camino triunfaremos, y podremos dar un ejemplo a todos los pueblos. Lo que hacemos por Palestina lo haremos también por la dignidad y la moral de todo el pueblo judío”. Todavía es hora de escucharlo y rectificar la atroz senda en que está extraviado Netanyahu y los fundamentalistas que lo acompañan. Quizás así se logre también la libertad de los más de cien rehenes y el comienzo de una solución realista, más allá de la criminal belicista que impulsa Netanyahu. Una solución que atienda las palabras  de Amos Oz: “La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia” Por eso concluía en la inevitable necesidad de dos Estados: “No hay otra solución porque los palestinos no se van a ir, no tienen adónde. Los judíos israelíes tampoco nos vamos a ningún lugar, no tenemos adónde. No podemos ser una gran y alegre familia porque no somos una familia. Somos dos familias muy infelices. Debemos dividir la casa en dos apartamentos más pequeños. No hay otra opción.»

PD: Para mayor información y comprensión, abrir y leer enlaces en rojo.

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