EL GRAN DES-ACUERDO NACIONAL

Hernando Llano Ángel.

Con frecuencia se recuerda la expresión de Álvaro Gómez Hurtado (Q.E.P.D), según la cual una Constitución es un Acuerdo sobre lo Fundamental. Sin duda, dicha expresión contiene la fuerza de las tautologías. Es un auténtico tópico con el cual todos estamos de acuerdo, pero oculta lo más problemático y esencial ¿Qué es lo fundamental? ¿Quiénes lo definen? y ¿Cómo se logra? Desde entonces, llevamos 32 años sin poder saber en qué consiste lo fundamental y mucho menos la forma específica de alcanzarlo. Es más, quienes deberían promoverlo están empecinados, cada uno desde sus convicciones e intereses, en imponernos con mentiras, estratagemas inimaginables y hasta a sangre y fuego su visión e idea de lo fundamental y del Acuerdo Nacional. Para unos es la seguridad, para otros es la justicia social y, supuestamente, para todos los colombianos es simplemente la paz. La paz política, es decir, que no nos matemos más en nombre de proyectos políticos. Incluso así quedó consignado en el artículo 22 de la Constitución: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Lo atroz es que en nombre de esa paz se continúa asesinando, secuestrando, desapareciendo, desplazando, despojando, extorsionando y confinando a millones de víctimas. En nombre de esa paz se han cometido miles de crímenes atroces desde el Estado, pasando por la guerrilla, los paramilitares y un número indeterminado de organizaciones armadas ilegales y de grupos delincuenciales, según estas macabras cifras del Informe final de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición.

LA PAZ TOTAL ES CELESTIAL, NO TERRENAL

Quizá por ello este gobierno de izquierda promueve una PAZ TOTAL, probablemente inspirado en un hombre de derecha, como Álvaro Gómez Hurtado. Pero incurrió en un error fundamental y vital, la PAZ TOTAL solo es posible fuera y más allá de este mundo terrenal, quizá en el celestial, donde según nuestra tradición judeocristiana reina la paz eterna. La PAZ TOTAL es metafísica, no política. Por eso la plegaria: “Que en paz descanse” (Q.E.P.D o R.I.P). Se supone que invocándola se pondrá a salvo el alma del difunto y no será condenada al fuego eterno del infierno por las injusticias, excesos y pecados irredimibles cometidos en este valle de lágrimas. Nunca alcanzaremos la paz total en esta tierra, donde siempre reinaran los conflictos y las disputas permanentes, propias de nuestra imperfecta y pecaminosa condición humana. Hasta puede suceder lo contrario, que aquellos fanáticos a la derecha e izquierda obsesionados con la búsqueda de esa paz total ni siquiera la conozcan en el mundo celestial, dada la infinidad de crímenes atroces que ordenaron o cometieron para imponerla en esta tierra. Ya lo advertía el poeta romántico Johann Christian Friedrich Hölderlin: “Lo que ha hecho siempre del Estado un infierno en la tierra ha sido precisamente el intento del hombre de convertirlo en su cielo en la tierra”. Poco importa que los crímenes hayan sido cometidos para alcanzar el cielo de la justicia social, el cambio revolucionario o la seguridad democrática con sus tres huevitos.  Así las cosas, el Gran Acuerdo Nacional que promueve el presidente Petro debería comenzar por el respeto a la Vida y la Dignidad en todas sus dimensiones y diversidades terrenales, no sobre algo tan trascendental y susceptible de múltiples interpretaciones como la PAZ TOTAL, en cuyo nombre se han librado y continúan librando infinidad de guerras imposibles de ganar, como la absurda “guerra contra las drogas”. Incluso, el Gran Acuerdo Nacional se tornaría más inalcanzable si la verdad se postula como uno de sus principios fundamentales, tal como lo propone el presidente Petro, pues ella está en el centro de las más profundas disputas y divisiones entre los colombianos. Al extremo que todos los protagonistas de la guerra tienden a negar terribles verdades fácticas de las que son responsables como los “falsos positivos”, los desplazamientos forzados, las desapariciones y las masacres. Para ello utilizan sofismas como la exigencia de resultados y de bajas en combate, nunca de ejecuciones extrajudiciales, o llaman migrantes a los desplazados internos y homicidios colectivos a las masacres. Hasta niegan la existencia misma del conflicto armado interno. De otra parte, las guerrillas llaman retenciones a los secuestros y a los asesinatos ajusticiamientos. Las economías ilícitas son mercados emergentes y los criminales se convierten en fantasmas que lavan sus fortunas con la complicidad de exitosos empresarios, distinguidas constructoras y codiciosos banqueros muy bien AVALados. De manera que la verdad termina siendo un comodín que logra imponer quien tenga más recursos económicos, legales, ilegales, ideológicos y mediáticos para promoverla y hasta venderla, como cada Semana lo hace una publicación vocera de la Fiscalía. Así sucedió con el triunfo del NO en el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz en el 2016.

EL NO DEL PLEBISCITO, UN TIRUNFO OBTENIDO CON MENTIRAS Y LA MANIPULACIÓN DEL MIEDO

En nombre de un Acuerdo de Paz sin impunidad y vetando la participación política de los comandantes de las Farc, el expresidente Uribe y sus correligionarios del Centro Democrático realizaron hace 7 años una campaña por el NO en el plebiscito. Una campaña plagada de mentiras y emociones dañinas, coordinada eficientemente por Juan Carlos Vélez Uribe, quien se ufanó de su éxito públicamente: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”, dijo el excandidato a la Alcaldía de Medellín. Afirmó que la campaña de indignación se hizo basada en el poder de las redes sociales y mediante las recomendaciones de estrategas de Brasil y Panamá, quienes les recomendaron: “dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento en cada región utilizamos sus respectivos acentos. En la Costa individualizamos el mensaje de que nos íbamos a convertir en Venezuela. Y aquí el No ganó sin pagar un peso. En ocho municipios del Cauca pasamos propaganda por radio la noche del sábado centrada en víctimas”. Vélez revela que la campaña se hizo con $1.300 millones de 30 personas naturales y 30 empresas, entre las que se destaca la Organización Ardila Lülle, Grupo Bolívar, Grupo Uribe, Colombiana de Comercio (dueños de Alkosto) y Codiscos”. Por semejante sinceridad, el expresidente Uribe lo regañó con el siguiente trino: “Hacen daño los compañeros que no cuidan las comunicaciones”.  Y no obstante semejante manipulación del miedo y la ignorancia, hoy de nuevo el expresidente Uribe reivindica con orgullo ese pírrico triunfo del NO, que considera escamoteado, en el siguiente trino: “Un golpe de Estado refrendado por el constitucionalismo pro paz equivocada que finalmente ayuda al terrorismo”. Con semejante trino, ahora estigmatiza y responsabiliza a los entonces magistrados de la Corte Constitucional de ser promotores del terrorismo por una sensata sentencia que permitió la continuidad de la desmovilización y el desarme mayoritario de las Farc-Ep, que entonces estaba en curso. Aspecto que él mismo expresidente reconoció como el mayor logro del Acuerdo de Paz en su primer pronunciamiento después del triunfo del NO: “El sentimiento de los colombianos que votaron por el Sí, de quienes se abstuvieron y los sentimientos y razones de quienes votamos por el No, tienen un elemento común: todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia. Pedimos que no haya violencia, que se le de protección a la FARC y que cesen todos los delitos, incluidos el narcotráfico y la extorsión. Señores de la FARC: contribuirá mucho a la unidad de los colombianos que ustedes, protegidos, permitan el disfrute de la tranquilidad.”  Lamentablemente durante estos siete años, hasta el 6 de septiembre 2023, han sido asesinados 396 reincorporados de las Farc-Ep, no obstante que más de diez mil han “permitido el disfrute de la tranquilidad” en medio de múltiples obstáculos, precariedades, amenazas e incumplimientos gubernamentales. Por eso, el primer punto del Gran Acuerdo Nacional debería ser CUMPLIR EL ACUERDO DE PAZ, DEJAR DE MATAR y NO promover el odio con mentiras para fines políticos, sociales o económicos, supuestamente en nombre de la paz y la defensa de la seguridad. Es la verdad más vital que reclamamos los colombianos al gobierno nacional y a todos los grupos armados ilegales, pues sin vida no hay tierra y educación, que son los otros dos puntos propuestos por el presidente Petro para el Acuerdo Nacional en su reciente discurso ante las madres de Soacha en cumplimiento de la sentencia que le ordenó, como jefe de Estado, solicitar perdón por las víctimas de falsos positivos de la “seguridad democrática” y su Directiva 29 de 2005, firmada por el entonces ministro Camilo Ospina Bernal y refrendada por el presidente Álvaro Uribe Vélez.

URIBE, ¡SIEMPRE ENGAÑADO Y TRAICIONADO!

Claro que el expresidente Uribe nada tuvo que ver con lo anterior, pues como lo declaró en su repuesta al Tribunal Superior de Bogotá: “No sé de sobornar testigos ni de engañar a la Corte”.  Obviamente mucho menos pudo saber y menos creer crimines tan atroces como los miles de falsos positivos y las ejecuciones extrajudiciales de los jóvenes de Soacha. Sin duda, los responsables de todo lo anterior son otros, como el “aboganster” Diego Cadena, que actuó sin consultarlo, igual que lo hicieron sus exministros Andrés Felipe Arias, Sabas Pretelt, Diego Palacios, el general Mario Montoya y cercanos colaboradores de su plena confianza como Jorge Noguera, María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno y el general (r) de la Policía, Mauricio Santoyo, jefe de seguridad de la Presidencia, a quien “la fiscalía estadounidense lo acorraló y en 2012 el oficial aceptó el delito de ayudar a un grupo terrorista. En diciembre de ese año fue condenado a 13 años de prisión, convirtiéndose en el primer general colombiano en ser sentenciado en el extranjero. Muchos se preguntaron si era posible que Uribe hubiera desconocido las actividades criminales de su oficial más cercano, suspicacia que ha sido rechazada tajantemente por el expresidente en repetidas ocasiones, según lo informó EL ESPECTADOR el 15 de abril de 2015. De verdad, es una pena que el expresidente Uribe haya sido engañado y traicionado por tantas personas tantas veces en su vida y más aún que pretenda seguir engañando a todo un país con semejantes versiones, que solo creen sus incondicionales y fanáticos “ciudadanos de bien”, para quienes la violencia del Estado siempre es legítima, justa y buena,   sin deparar en sus excesos criminales.

NO MÁS MENTIRAS PÚBLICAS, ODIOS VISCERALES E ILUSIONES POLÍTICAS IRREALIZABLES

Por eso, el Gran Acuerdo Nacional debería comenzar por no decirnos y mucho menos vivir en medio de tantas mentiras mortales, odios viscerales o ilusiones políticas irrealizables como la Paz Total y Colombia ser  una potencia mundial de la vida. Razón tenía Albert Camus cuando respondió en su entrevista Las servidumbres del odio”: “Ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira a veces hace vivir, pero nunca eleva…El odio es en sí mismo una mentira…No hay, pues, un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira…El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ellaReflexiones que deberían tener en cuenta todos los protagonistas de la política nacional, empezando por el presidente Petro y el expresidente Uribe, pero especialmente aquellos medios de comunicación que diaria y  Semanalmente “son portavoces del odio y de la ceguera. Cuanto mejor odian, más mienten. La prensa mundial, con algunas excepciones, no conoce hoy otra jerarquía. A falta de otra cosa, mi simpatía va hacia esos, escasos, que mienten menos porque odian mal, como denunciaba Camus en 1951 y hoy es más cierto por el auge de las Fake News y las redes sociales, convertidas en auténticas cloacas de la mentira.

PD: Para mayor información y comprensión, abrir, ver y leer enlances en rojo.

 

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