Calicanto

Publicado el Hernando Llano Ángel

El estallido de la mendacidad gubernamental

 

EL ESTALLIDO DE LA MENDACIDAD GUBERNAMENTAL

Hernando Llano Ángel

Estamos asistiendo al estallido de la mendacidad gubernamental, no al de la creatividad, como en forma ampulosa afirmó el presidente Duque en el lanzamiento del HUB o nodo de innovación social del SENA en Bogotá. La mendacidad es el hábito y la costumbre de mentir. Y sobre ella jamás se puede construir nada en la vida personal y menos en la pública. Para empezar, porque la mentira, así sea expresada en forma eufemística y retórica, no puede negar la realidad. Menos sustituirla, pues nada estable y menos perdurable se puede edificar sobre la mentira. La mentira impide la generación de confianza, materia prima de las relaciones interpersonales y piedra angular de toda la vida social y política. Una sociedad se desintegra cuando la mentira se convierte en el lenguaje de la política y con él se pretende gobernar. Es entonces cuando irrumpe la desconfianza como antesala de la rabia, la indignación y la violencia. De alguna forma, es lo que sucede con los jóvenes de la primera línea, que cubren sus rostros e identidades, para proteger su integridad y sus vidas. Para no ser víctimas mortales, como lo fue Lucas Villa cuando denunció de viva voz: “Nos están matando en Colombia». Por eso es tan grave la falaz y errática respuesta del presidente Duque al Informe y las Recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre lo sucedido durante el Paro Nacional, convertido en un desgarrador, violento y mortífero estallido social. Un estallido que el mandatario niega y pretende sustituir por un supuesto “estallido de la creatividad y la innovación”.

Tergiversar para negar la realidad

En lugar de reconocer las principales observaciones y conclusiones de la CIDH, Duque se empeña en tergiversarlas y deslegitimarlas, afirmando que: «nadie puede recomendarle a un país ser tolerante con actos de criminalidad».  Recomendación que jamás realizó la CIDH. Por el contrario, en el numeral 41 de sus observaciones señala: “La Comisión Interamericana manifiesta su firme condena y rechazo por los altos niveles de violencia registrados en el marco de la protesta social, tanto aquella ocasionada por el uso excesivo de la fuerza por parte de la fuerza pública como la provocada por grupos ajenos a la protesta misma”. Y continua Duque mintiendo y desconociendo la verdad, cuando señala que faltó: «más hincapié y más precisión en las violaciones flagrantes derivadas de actos de violencia, vandalismo y terrorismo urbano de baja intensidad. Y también, qué bueno fuera, que en la reflexión de esos derechos humanos se pudiera mostrar con claridad que los bloqueos han sido una demostración de la vileza que pueden tener algunos para limitar los derechos de los demás».  Crítica totalmente infundada, pues el informe de la CIDH es explícito y contundente en la enumeración, descripción y condena de dichos actos en el capítulo IV titulado: “Afectaciones a derechos fundamentales de terceros y bienes públicos en el marco las protestas”, específicamente en los numerales 132 a 140, donde concluye: “140. La CIDH condena enérgicamente todo acto de violencia, especialmente, aquellos que afectan la vida e integridad personal y el transcurso de las manifestaciones. En este sentido, hace un llamado al Estado para investigar, juzgar y sancionar a los responsables de delitos cometidos en el marco de las protestas”. La CIDH es explicita en la descripción de tan graves afectaciones y violaciones en los siguientes numerales: 138. La Comisión expresa especial consternación por el fallecimiento de dos bebés, presuntamente sucedida debido a la falta de atención médica en el marco de las disrupciones ocasionadas por las protestas. 139. La CIDH condena el fallecimiento de 3 integrantes de la fuerza pública en el marco de las manifestaciones. Asimismo, deplora el presunto secuestro, la desaparición y asesinato del agente Carlos Andrés Rincón Martínez, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado con señales de tortura en la ciudad de Cali. Adicionalmente, la Comisión tomó nota el incendio de un CAI de la Aurora con 10 policías en su interior; el ataque a 6 policías con una bomba incendiaria en Pasto; así como los 1.343 policías lesionados, 4 de los cuales aún continuaban internados. De igual manera, el Estado indicó que, “en el marco del paro, 14 policías prestando su servicio para garantizar la manifestación pública y pacífica han sufrido lesiones oculares, 12 con objetos contundentes, 1 con arma de fuego y 1 con agente químico”.  Es inadmisible no solo que el presidente Duque niegue y tergiverse estos apartes del informe de la CIDH, sino que en respaldo a su mendacidad se sume el corifeo de dirigentes gremiales que en forma unánime lo descalifican por sesgado, supuestamente por no condenar los bloqueos indiscriminados y arbitrarios de calles y carreteras, cuando explícitamente señala en el numeral: “171. Finalmente, la CIDH reitera que la protesta es un derecho protegido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos que en determinadas circunstancias puede ser restringido, no en razón a su modalidad sino a la gravedad de la afectación a otros derechos fundamentales; entre ellos, el derecho a la vida, a la protesta libre de violencia, el aprovisionamiento de alimentos y el derecho a la salud. Al Estado le corresponde constatar en cada caso la gravedad de las afectaciones y asegurarse de que las eventuales restricciones atiendan estrictamente al principio de legalidad, persigan un fin legítimo, y sean necesarias y proporcionales en una sociedad democrática”.  Por todo lo anterior, vale la pena concluir trayendo a colación estas respuestas de Albert Camus sobre la mentira: “El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella… La mentira a veces hace vivir, pero nunca eleva”, expresadas en su entrevista “Las servidumbres del odio”, publicada en “Le Progres de Lyon” en las navidades de 1951. Debemos tenerlas presente todos, pero especialmente el presidente Duque y su corte de aduladores, pues conservan plena validez 70 años después.

 

 

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