”. ¿Será que estamos condenados a victimizarnos eternamente y nunca reconciliarnos por esa incapacidad de llegar acuerdos que permitan a todos una convivencia más justa y amable?
”. ¿Será que estamos condenados a victimizarnos eternamente y nunca reconciliarnos por esa incapacidad de llegar acuerdos que permitan a todos una convivencia más justa y amable?
Colombia: ¿Entre la victimización eterna y la reconciliación imposible?
Hernando Llano Ángel
El pasado 9 de abril se conmemoró en Colombia el día de la memoria y la solidaridad con las víctimas[i]. Una fecha memorable y dolorosa porque en Colombia parece que nunca murieran las víctimas, pues vivimos en medio de una victimización incesante y permanente, cotidiana, cuyo origen histórico es casi imposible de precisar. Es como si ellas fueran un signo de nuestra identidad nacional y del paisaje político. Desde luego, tampoco mueren los victimarios porque ellos siempre están asistidos de “buenas razones” y de una conciencia libre de toda sospecha y responsabilidad para cometer sus crímenes impunemente, generación tras generación. Algunos lo hacen en nombre del Estado, la Democracia, la Patria y la Seguridad, otros en nombre de la Justicia, la Revolución y hasta la Liberación Nacional. Todas palabras con mayúscula, como la magnitud de sus crímenes, tras los cuales se ocultan la defensa de privilegios intocables, venganzas personales y hasta una codicia sin límites. Pero hubo un hombre que intentó detener esa sangría interminable hace 79 años, Jorge Eliecer Gaitán, en un célebre discurso, ya casi olvidado, que se conoce como la “Oración por la Paz”[ii], pronunciada en la plaza de Bolívar de Bogotá el 7 de febrero de 1946.
La Oración por la Paz
Una oración muy pertinente para los próximos días de semana santa, pues contiene la principal clave para que los colombianos pongamos fin a esta victimización interminable e intentemos, 77 años después de su magnicidio, una reconciliación política amplia, estable y duradera. Esa clave la encontramos en el siguiente aparte de la oración, dirigida a la conciencia del presidente conservador Mariano Ospina Pérez, quien no la atendió: “Señor presidente: Os pedimos cosa sencilla para la cual están de más los discursos. Os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad”. Esa petición es, ni más ni menos, la esencia de la democracia y si se hubiera atendido no estaríamos ahora extraviados en este laberinto de violencias degradadas, donde la política se mezcla inextricablemente con el odio, la venganza y la codicia. También es cierto que toda nuestra historia hubiese sido distinta, porque Gaitán con el apoyo de la mayoría de ese pueblo congregado en la plaza de Bolívar, seguro habría sido electo presidente en 1949, cumpliéndose así la definición mínima de democracia que todavía no comprendemos y menos practicamos: “Esa forma de gobierno que permite contar cabezas en lugar de cortarlas”, según James Bryce.
“Cortar cabezas sin poder contarlas”
Desde entonces, tenemos en Colombia todo lo contrario. Una forma de gobierno que permite cortar cabezas sin poder contarlas. Nunca sabremos con precisión el número de víctimas de la Violencia y menos del actual conflicto armado interno, que todos los días las aumenta. Entre otras cosas, porque ya es imposible discernir entre la violencia política, la del narcotráfico y la común. Hoy se encuentran traslapadas formando un entramado de criminalidad que recorre toda la sociedad y llega hasta la cumbre de las instituciones estatales en 1982. Pablo Escobar fue su máximo exponente como suplente en la Cámara de Representantes por el Movimiento Alternativa Liberal en 1982, siendo a la vez el capo del cartel de Medellín y cabeza de los terroríficos Extraditables, que precipitaron violentamente el proceso constituyente con el magnicidio de Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989.
Magnicidio que desató el surgimiento del movimiento estudiantil de la séptima papeleta y la posterior convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente en 1990 y su instalación en 1991. Asamblea donde Pablo Escobar coronó su más preciado objetivo político, la prohibición de la extradición de colombianos por nacimiento, consagrada en el artículo 35 de la Carta, ya derogado, a cambio de cesar su ola de atentados terroristas e ingresar a su cárcel personal de “La Catedral”, de la que luego se fugó sin dificultad alguna el 22 de julio de 1992.
Una reconciliación política inimaginable
Pero, por esas paradojas de la historia, también fue en dicha Asamblea donde por primera vez asistimos los colombianos a una reconciliación política más allá de la elitista del Frente Nacional de los partidos liberal y conservador. La reconciliación entre Álvaro Gómez Hurtado y Antonio Navarro Wolf, quienes presidieron la Constituyente con Horacio Serpa, representante del partido liberal. Una reconciliación insólita e inimaginable, no sólo por estar Gómez Hurtado y Navarro Wolf situados en los extremos del arco político e ideológico, sino sobre todo porque fue entre una víctima del secuestro, Álvaro Gómez y un responsable del mismo, Antonio Navarro, como dirigente del M-19. Una reconciliación que incluso les permitió a sus movimientos políticos, el Movimiento de Salvación Nacional y la Alianza Democrática-M19, formar una coalición y aprobar algunos artículos de la Constitución, derrotando al partido liberal, entonces con el mayor número de delegatarios. Esa es la esencia de toda reconciliación política: transformar a los enemigos que antes se eliminaban en el campo de batalla en civilizados interlocutores políticos, capaces de llegar acuerdos, sin renunciar a sus identidades y proyectos políticos, como en efecto sucedió en la Constituyente con las organizaciones rebeldes que se desmovilizaron: M-19, EPL, Movimiento Quintín Lame y PRT. Pero ese proceso quedó inconcluso, pues no fue posible alcanzarlo con las FARC-EP y el ELN, a quienes declaró el gobierno de Gaviria la llamada “guerra integral”. Lo que siguió es historia conocida por todos hasta llegar al Acuerdo de Paz del 2016 y el triunfo del NO en el plebiscito, que volvió a frustrar hasta nuestros días lo que reclamaba Gaitán hace 79 años: “Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por cauces de constitucionalidad”.
El estallido social
Por no reconocer plenamente el presidente Duque dicho Acuerdo y mucho menos tener la capacidad de conducir las luchas sociales por vía constitucionales, ellas tuvieron un punto de eclosión social en el 2021 durante el estallido social y el posterior triunfo electoral de Gustavo Petro en el 2022. Pero lo más descorazonador es que durante estos tres años del “Gobierno del Cambio” tampoco se haya podido conducir constitucionalmente esas luchas, tramitando en el Congreso reformas sociales inaplazables como la del sistema de salud y las relaciones laborales. Quizá ello nos suceda por “ser federación de rencores y archipiélago de egoísmos”, como lo decía Belisario Betancur, y no “hermandad de iguales, a fin de que no llegue a decirse de nosotros la terrible expresión del historiador, de haber llevado a nuestra gente a que prefiera la violencia a la injusticia”. ¿Será que estamos condenados a victimizarnos eternamente y nunca reconciliarnos por esa incapacidad de llegar acuerdos que permitan a todos una convivencia más justa y amable? ¿Cuándo tendremos una derecha y una izquierda democráticas que puedan impulsar reformas sin estigmatizar al contrario de oligarca o mamerto y buscar furiosamente su deslegitimación política, impedir su gobernabilidad y hasta incitar su aniquilación física? Un par de preguntas no tanto para resolverlas en esta semana santa, sino sobre todo para contestarlas sin odio, revancha y violencia en las urnas en el 2026 y evitar así que se abran más tumbas de víctimas irredentas y gobiernos de victimarios arrogantes. Entonces quizá logremos entre todos el milagro de resucitar la democracia en Colombia y honrar la memoria de todas sus víctimas.
[i] https://www.unidadvictimas.gov.co/especiales/9deAbril2021/index.html
[ii] https://centrodememoriahistorica.gov.co/oracion-por-la-paz-por-jorge-eliecer-gaitan/
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